XII
Madre,
necesito hablar contigo
me urge tu respuesta
porque estoy exhausta de odios y de espantos.
Sodelba ha enfermado de muerte,
¿la llamas tú?
Te regaló doce años
cuidándote a la cabecera,
¿la necesitas?
O es ella la que no quiere escapar
de tu hipnótico vuelo.
¿Eres como un hechizo,
como un veneno?
¿Un brebaje de lluvias y de fuegos
que no conoce piedad?
Sólo la gota oscura
de tus alas
en el labio de viento,
para caer de hinojos a tu vera.
Sólo tus manos
que ya no tengo entre las mías
para morir de pena.
Aunque no me respondas,
llora tú también
por ella.
("inevitable", ed. uacm, méx., 2010)
martes, 28 de febrero de 2017
lunes, 27 de febrero de 2017
Anónimo
No más ansias
No más ansias.
En mi felicidad me escondo
como la luciérnaga
cuando se esconde
se esconde
en un rayo de luna.
("cantos de geisha", ed. uam-azc., méx., 1981, trad. jorge mouriño)
No más ansias.
En mi felicidad me escondo
como la luciérnaga
cuando se esconde
se esconde
en un rayo de luna.
("cantos de geisha", ed. uam-azc., méx., 1981, trad. jorge mouriño)
domingo, 26 de febrero de 2017
Ape Rotoma (1967 )
Renglones cortitos
Mira, Luna,
un buen poema
debe decir
muchas cosas
en reglones muy cortitos
y además debe
dejar espacio en la página
suficiente
y aun de sobra
para todas esas cosas
que no dice.
("rua das petras")
Mira, Luna,
un buen poema
debe decir
muchas cosas
en reglones muy cortitos
y además debe
dejar espacio en la página
suficiente
y aun de sobra
para todas esas cosas
que no dice.
("rua das petras")
sábado, 25 de febrero de 2017
Ernesto Cardenal (1925 )
Gethsemani, Ky
1
Como las bandadas de patos que pasan gritando,
que en las noches de otoño pasan gritando,
hacia lagunas del Sur que no han visto nunca
y no saben quién los lleva, ni hacia dónde van,
así éramos llevados hacia Ti sin saber adónde.
Y como las bandadas de patos que vienen del Sur
y pasan por Ketucky gritando de noche.
2
Hay un rumor de tractores en los prados.
Los ciruelos rosados están en flor.
Mira: están en flor los manzanos.
Amado, ésta es la estación del amor.
Los estorninos cantan en el sicomoro.
Las carreteras huelen a asfalto recién regado
y los carros pasan con risas de muchachas.
Mira: la estación del amor ha llegado.
Todo pájaro vuela perseguido por otro.
("poesía completa", tomo I, uv-xalapa, ver., méx. 2007)
1
Como las bandadas de patos que pasan gritando,
que en las noches de otoño pasan gritando,
hacia lagunas del Sur que no han visto nunca
y no saben quién los lleva, ni hacia dónde van,
así éramos llevados hacia Ti sin saber adónde.
Y como las bandadas de patos que vienen del Sur
y pasan por Ketucky gritando de noche.
2
Hay un rumor de tractores en los prados.
Los ciruelos rosados están en flor.
Mira: están en flor los manzanos.
Amado, ésta es la estación del amor.
Los estorninos cantan en el sicomoro.
Las carreteras huelen a asfalto recién regado
y los carros pasan con risas de muchachas.
Mira: la estación del amor ha llegado.
Todo pájaro vuela perseguido por otro.
("poesía completa", tomo I, uv-xalapa, ver., méx. 2007)
viernes, 24 de febrero de 2017
Coral Bracho (1951 )
Hebras de sal
Viento y piedra
se funden, agua y viento
en un reino fluido
y subterráneo. Sus corrientes se cierran
en estanques profundos. Ecos que en ellos giran
y se reflejan. Voces
que se concentran. Sobre el lecho de un tiempo dúctil
y primigenio
vuelcan un mineral de soles líquidos.
Dejan hebras
de sal.
("huellas de luz", coed. era-conaculta, méx., 2006)
Viento y piedra
se funden, agua y viento
en un reino fluido
y subterráneo. Sus corrientes se cierran
en estanques profundos. Ecos que en ellos giran
y se reflejan. Voces
que se concentran. Sobre el lecho de un tiempo dúctil
y primigenio
vuelcan un mineral de soles líquidos.
Dejan hebras
de sal.
("huellas de luz", coed. era-conaculta, méx., 2006)
jueves, 23 de febrero de 2017
Sharon Olds (1942 )
Hijos grandes
Uno desde una dirección, otro
desde otra, un día vuelven, juntos,
y de pronto mi cuerpo cabe
en el aire que ocupa, y mi cerebro
entra en mi cráneo otra vez, y mi mente
en mi cerebro, y sobre los relieves anticlinales de mi
mente juega la luz. La semana anterior en la playa había visto
un ser que al principio no pude nombrar,
una criatura baja, erguida, con una cabeza
redonda y el cuerpo echado hacia atrás y unas
extremidades cortas que destellaban a los lados y debajo
como las puntas de una estrella, tanto que parecía brillar,
titilar en la arena - era un pequeño
primate, y detrás de él venía otro,
más pequeño y más primitivo,
un guiño deslumbrante, centelleante,
era un bebé. Y ahora nuestra hija
duerme en el sillón, no siete kilos
seiscientos, sino más o menos de mi tamaño,
su cara maravillosa compleja delicada,
tranquila. Y nuestro hijo, anoche, miraba de cerca
a su enamorada mientras susurraban por un instante, qué tierna,
atenta mirada tenía. Los criamos
diariamente, quiero decir cada hora - cada minuto
éramos de ellos, ninguna hora pasaba en la que no estuviéramos
criándolos - llevándolos, soportándolos, alzándolos
en brazos, por placer, y para que pudieran ver,
más allá, lejos de nosotros.
("griselda garcía", trad. inés garland e ignacio di tullio)
Uno desde una dirección, otro
desde otra, un día vuelven, juntos,
y de pronto mi cuerpo cabe
en el aire que ocupa, y mi cerebro
entra en mi cráneo otra vez, y mi mente
en mi cerebro, y sobre los relieves anticlinales de mi
mente juega la luz. La semana anterior en la playa había visto
un ser que al principio no pude nombrar,
una criatura baja, erguida, con una cabeza
redonda y el cuerpo echado hacia atrás y unas
extremidades cortas que destellaban a los lados y debajo
como las puntas de una estrella, tanto que parecía brillar,
titilar en la arena - era un pequeño
primate, y detrás de él venía otro,
más pequeño y más primitivo,
un guiño deslumbrante, centelleante,
era un bebé. Y ahora nuestra hija
duerme en el sillón, no siete kilos
seiscientos, sino más o menos de mi tamaño,
su cara maravillosa compleja delicada,
tranquila. Y nuestro hijo, anoche, miraba de cerca
a su enamorada mientras susurraban por un instante, qué tierna,
atenta mirada tenía. Los criamos
diariamente, quiero decir cada hora - cada minuto
éramos de ellos, ninguna hora pasaba en la que no estuviéramos
criándolos - llevándolos, soportándolos, alzándolos
en brazos, por placer, y para que pudieran ver,
más allá, lejos de nosotros.
("griselda garcía", trad. inés garland e ignacio di tullio)
miércoles, 22 de febrero de 2017
Claudia Masin (1972 )
La estela
Que no debía ser tan complejo, me decías. ¿Y por qué no?
¿Acaso no es complejo el sutil mecanismo
que pone en conexión al polen y la abeja, o las infinitas
transformaciones químicas que sufre un pequeñísimo
grano de arena hasta llegar a se parte, ya irreconocible,
del cuerpo del diamante? Es complejo encontrarnos
y perdernos, los que andan por el fondo de la tierra
buscando el tesoro de una cueva inexplorada lo comprenden,
no es al heroísmo ni a la astucia sino al azar o al misterio
que se debe el descubrimiento: ese cruce fatal, inevitable
entre quien busca y lo buscado, ese momento de arrebato y mutua
entrega. ¿Por qué debería ser fácil dar con aquello que esperábamos
ya de niños en el jardín del fondo de la casa,
sin saber que se trataba de una espera esa curiosidad honda
y atenta a cada ruido de la siesta, a una rama
que se agrieta en el calor, al paso de la sombra de un lagarto
en la humedad de las paredes? ¿Por qué hemos olvidado,
si lo que sí sabíamos entonces es que es difícil
cierta clase de belleza, dar con ella, no para atraparla,
sino para quedarnos a vivir en la estela que deja?
("de sibilas y pitias")
Que no debía ser tan complejo, me decías. ¿Y por qué no?
¿Acaso no es complejo el sutil mecanismo
que pone en conexión al polen y la abeja, o las infinitas
transformaciones químicas que sufre un pequeñísimo
grano de arena hasta llegar a se parte, ya irreconocible,
del cuerpo del diamante? Es complejo encontrarnos
y perdernos, los que andan por el fondo de la tierra
buscando el tesoro de una cueva inexplorada lo comprenden,
no es al heroísmo ni a la astucia sino al azar o al misterio
que se debe el descubrimiento: ese cruce fatal, inevitable
entre quien busca y lo buscado, ese momento de arrebato y mutua
entrega. ¿Por qué debería ser fácil dar con aquello que esperábamos
ya de niños en el jardín del fondo de la casa,
sin saber que se trataba de una espera esa curiosidad honda
y atenta a cada ruido de la siesta, a una rama
que se agrieta en el calor, al paso de la sombra de un lagarto
en la humedad de las paredes? ¿Por qué hemos olvidado,
si lo que sí sabíamos entonces es que es difícil
cierta clase de belleza, dar con ella, no para atraparla,
sino para quedarnos a vivir en la estela que deja?
("de sibilas y pitias")
martes, 21 de febrero de 2017
Graciela Perosio (1950 )
al acercarnos a la vejez
al acercarnos a la vejez
los hechos adelgazan
se vuelven impalpables
como bruma
¿acaso esto era todo?
¿para llegar aquí
sufrimos tanto?
una golondrina
se balancea en la ventana
¿en qué pensaba?
¡oh! hay viento fuerte
algunas ramas se quiebran
entrar en la vejez
es un cambio en la luz
entrar ¿entrar, dije?
al alejarnos
del juicio
del temor
entrar no
sino salir
al viento
al acercarnos
("marcelo leites")
al acercarnos a la vejez
los hechos adelgazan
se vuelven impalpables
como bruma
¿acaso esto era todo?
¿para llegar aquí
sufrimos tanto?
una golondrina
se balancea en la ventana
¿en qué pensaba?
¡oh! hay viento fuerte
algunas ramas se quiebran
entrar en la vejez
es un cambio en la luz
entrar ¿entrar, dije?
al alejarnos
del juicio
del temor
entrar no
sino salir
al viento
al acercarnos
("marcelo leites")
lunes, 20 de febrero de 2017
Ethel Krauze (1954 )
Inevitable
XI
Nos hemos vuelto locos:
pusimos la casa en venta,
alguien demolerá
todo lo que hemos sido,
se acabará el espacio
de tus alas
el corazón de tu guarida:
la fiesta ha terminado.
Nadie barre ya el patio,
los crisantemos pardean
y los periódicos
deambulan abiertos
como murciélagos sin dueña.
No saben que estás muerta.
Insisten diariamente,
acumulándose
como si el tiempo siguiera
trascurriendo.
("inevitable", ed. uacm, méxico, 2010)
XI
Nos hemos vuelto locos:
pusimos la casa en venta,
alguien demolerá
todo lo que hemos sido,
se acabará el espacio
de tus alas
el corazón de tu guarida:
la fiesta ha terminado.
Nadie barre ya el patio,
los crisantemos pardean
y los periódicos
deambulan abiertos
como murciélagos sin dueña.
No saben que estás muerta.
Insisten diariamente,
acumulándose
como si el tiempo siguiera
trascurriendo.
("inevitable", ed. uacm, méxico, 2010)
domingo, 19 de febrero de 2017
Uriel Martínez (1950 )
Bebidas
como cualquier ser vivo
se levanta, separa la cortina
y se asoma esperando escarcha;
va luego y pone el agua
del café, exprime naranjas
y bebe la oblea
de aquí al más allá;
busca y enciende
el Réquiem de Verdi
porque la mañana
es larga;
coge el cuaderno
nuevo y encuentra
botones, hilos, agujas
y dedales;
como cualquier ser vivo
se acerca al arroyo
y hunde el pico;
se bebe la vida.
[Inédito]
como cualquier ser vivo
se levanta, separa la cortina
y se asoma esperando escarcha;
va luego y pone el agua
del café, exprime naranjas
y bebe la oblea
de aquí al más allá;
busca y enciende
el Réquiem de Verdi
porque la mañana
es larga;
coge el cuaderno
nuevo y encuentra
botones, hilos, agujas
y dedales;
como cualquier ser vivo
se acerca al arroyo
y hunde el pico;
se bebe la vida.
[Inédito]
sábado, 18 de febrero de 2017
Fernando Pessoa (1888/1935 )
El rey Lear
Si yo hubiera escrito el Rey Lear, tendría remordimientos durante el resto de mi vida. Porque esa obra es tan grande, que en ella sobresalen gigantescos sus defectos, sus monstruosos defectos, las cosas, hasta las más pequeñas, , que aparecen en ciertas escenas y su posible perfección. No es el sol con manchas; es una estatua griega destrozada. Todo lo que se ha hecho está lleno de errores, de faltas de perspectiva, de ignorancias, de trazos de mal gusto, de deslices y faltas de atención. Escribir una obra de arte con el tamaño justo para ser grande y con la perfección precisa para ser sublime, nadie tiene el don divino de hacerlo ni la suerte de haberlo hecho. Lo que no puede salir de golpe, padece de lo accidentado de nuestro espíritu.
("libro del desasosiego", acantilado, barcelona 2002, trad. perfecto cuadrado)
Si yo hubiera escrito el Rey Lear, tendría remordimientos durante el resto de mi vida. Porque esa obra es tan grande, que en ella sobresalen gigantescos sus defectos, sus monstruosos defectos, las cosas, hasta las más pequeñas, , que aparecen en ciertas escenas y su posible perfección. No es el sol con manchas; es una estatua griega destrozada. Todo lo que se ha hecho está lleno de errores, de faltas de perspectiva, de ignorancias, de trazos de mal gusto, de deslices y faltas de atención. Escribir una obra de arte con el tamaño justo para ser grande y con la perfección precisa para ser sublime, nadie tiene el don divino de hacerlo ni la suerte de haberlo hecho. Lo que no puede salir de golpe, padece de lo accidentado de nuestro espíritu.
("libro del desasosiego", acantilado, barcelona 2002, trad. perfecto cuadrado)
viernes, 17 de febrero de 2017
Anónimo
He esperado...
He esperado largamente sin sueño
y me descubro ahora en duermevela
Sobre el cojín
sueño -¿sueño o es verdad?-
que estamos juntos.
("cantos de geisha", trad. jorge mouriño, uam-azc., méx., 1981)
He esperado largamente sin sueño
y me descubro ahora en duermevela
Sobre el cojín
sueño -¿sueño o es verdad?-
que estamos juntos.
("cantos de geisha", trad. jorge mouriño, uam-azc., méx., 1981)
jueves, 16 de febrero de 2017
Irene Sánchez Carrón (1967 )
Razones
"Bien está en otros sostenerse.
Porque nadie soporta la vida solo."
F. Hölderlin
Y porque estamos solos empezamos un verso.
Porque sentimos frío acercamos las manos
al calor de unos seres imposibles y bellos
que nos prestan sus ojos para observar el mundo.
Porque tenemos miedo miramos otras muertes
y en nuestra oscuridad encendemos un sol
de mediodía, inmóvil, que no se irá al ocaso.
Huyendo del dolor fatigamos el cuerpo
por calles de ciudades que nunca son la nuestra
de la mano de gentes que habitan en nosotros.
Porque tenemos prisa inventamos finales.
Porque nos falta el tiempo inventamos más tiempo.
Porque somos tan pobres no nos pesa apostar
lo poco que nos queda a este número incierto.
Porque somos humanos miramos a los dioses.
Porque no somos dioses jugamos a crear.
("no me quites paz")
"Bien está en otros sostenerse.
Porque nadie soporta la vida solo."
F. Hölderlin
Y porque estamos solos empezamos un verso.
Porque sentimos frío acercamos las manos
al calor de unos seres imposibles y bellos
que nos prestan sus ojos para observar el mundo.
Porque tenemos miedo miramos otras muertes
y en nuestra oscuridad encendemos un sol
de mediodía, inmóvil, que no se irá al ocaso.
Huyendo del dolor fatigamos el cuerpo
por calles de ciudades que nunca son la nuestra
de la mano de gentes que habitan en nosotros.
Porque tenemos prisa inventamos finales.
Porque nos falta el tiempo inventamos más tiempo.
Porque somos tan pobres no nos pesa apostar
lo poco que nos queda a este número incierto.
Porque somos humanos miramos a los dioses.
Porque no somos dioses jugamos a crear.
("no me quites paz")
miércoles, 15 de febrero de 2017
Harold Alvarado Tenorio (1945 )
Proverbios
No hables.
Mira cómo las cosas a tu alrededor se pudren.
Confía sólo en los niños y los animales
y de los ancianos
aprende el miedo de haber vivido demasiado.
A tus contemporáneos pregunta sólo cosas prácticas
y comparte con ellos tus fracasos,
tus enfermedades,
tus angustias,
pero nunca tus éxitos.
De tus hermanos ama el que está lejos
y teme al que vive cerca.
A tus padres nunca preguntes por su pasado
ni trates de aclarar con ellos tu niñez y juventud.
Con tu patrón no hables, escríbele y nunca le cuentes
tus planes futuros y miéntele respecto a tu pasado.
Con tus colegas habla del clima,
el aumento de salario
y elogia con vigor sus faltas.
Ama a tu mujer hasta donde ella lo permita
y si llegas a tener hijos,
piensa que,
como en los juegos de azar,
podrás ganar o perder.
El destino no existe.
Eres tú tu destino.
Y si llegas a la vejez da gracias al cielo por haber vivido largo tiempo,
pero implora con resignación por tu pronta muerte.
Los que no tenemos dinero ni poder valemos menos
que un caballo, un perro, un pájaro o una luna llena.
Los que no tenemos dinero ni poder siempre hemos callado
para poder vivir largos años.
Los que no tenemos dinero ni poder
llegados a los cuarenta
debemos vivir en silencio
en absoluta soledad.
Así lo entendieron los antiguos,
así lo certifica el presente.
Quien no pudo cambiar su país antes de cumplir la cuarta década
está condenado a pagar su cobardía por el resto de sus días.
Los héroes siempre murieron jóvenes.
No te cuentes, entonces, entre ellos.
y termina tus días
haciendo el cínico papel de un hombre sabio.
("romanticismo y verdad")
No hables.
Mira cómo las cosas a tu alrededor se pudren.
Confía sólo en los niños y los animales
y de los ancianos
aprende el miedo de haber vivido demasiado.
A tus contemporáneos pregunta sólo cosas prácticas
y comparte con ellos tus fracasos,
tus enfermedades,
tus angustias,
pero nunca tus éxitos.
De tus hermanos ama el que está lejos
y teme al que vive cerca.
A tus padres nunca preguntes por su pasado
ni trates de aclarar con ellos tu niñez y juventud.
Con tu patrón no hables, escríbele y nunca le cuentes
tus planes futuros y miéntele respecto a tu pasado.
Con tus colegas habla del clima,
el aumento de salario
y elogia con vigor sus faltas.
Ama a tu mujer hasta donde ella lo permita
y si llegas a tener hijos,
piensa que,
como en los juegos de azar,
podrás ganar o perder.
El destino no existe.
Eres tú tu destino.
Y si llegas a la vejez da gracias al cielo por haber vivido largo tiempo,
pero implora con resignación por tu pronta muerte.
Los que no tenemos dinero ni poder valemos menos
que un caballo, un perro, un pájaro o una luna llena.
Los que no tenemos dinero ni poder siempre hemos callado
para poder vivir largos años.
Los que no tenemos dinero ni poder
llegados a los cuarenta
debemos vivir en silencio
en absoluta soledad.
Así lo entendieron los antiguos,
así lo certifica el presente.
Quien no pudo cambiar su país antes de cumplir la cuarta década
está condenado a pagar su cobardía por el resto de sus días.
Los héroes siempre murieron jóvenes.
No te cuentes, entonces, entre ellos.
y termina tus días
haciendo el cínico papel de un hombre sabio.
("romanticismo y verdad")
martes, 14 de febrero de 2017
Anónimo
Sobre la yerba húmeda
Sobre la yerba húmeda
brilla el rocío de la tarde.
Cantan los grillos enamorados.
¿Quién me dio tanta tristeza?
¿Quién me ha dejado tan sola?
Me conmuevo ahora
con el canto de los insectos.
("cantos de geisha", trad. jorge mouriño, uam-azc., méx., 1981)
Sobre la yerba húmeda
brilla el rocío de la tarde.
Cantan los grillos enamorados.
¿Quién me dio tanta tristeza?
¿Quién me ha dejado tan sola?
Me conmuevo ahora
con el canto de los insectos.
("cantos de geisha", trad. jorge mouriño, uam-azc., méx., 1981)
lunes, 13 de febrero de 2017
Diane di Prima (1934 )
La sonrisa de la viuda
IV
la mente del anciano
brilla radiante mientras
escribe la última página de su diario
("otra iglesia es imposible", ver. jonio gonzález)
IV
la mente del anciano
brilla radiante mientras
escribe la última página de su diario
("otra iglesia es imposible", ver. jonio gonzález)
domingo, 12 de febrero de 2017
Rui Knopfli (1932/1997 )
Isla dorada
La fortaleza sumerge en el mar sus cansados flancos
y sueña con imposibles naves moras.
El resto, apenas calles prisioneras
y viejas casas que contemplan el tedio:
cada uno ahoga en su voz
un deseo antiguo de lágrimas
y un rickshaw de sueño
baja por la calle de la Amistad.
En pleno día claro miro cómo te duermes
en la distancia, isla de Mozambique,
y te escribo estos versos de sal y olvido.
Sin nada
Me di entero. Los otros
construyen el mundo (o eso
creen). Yo me siento
en la calle sin nada mío
y tengo una sonrisa
triste y una gota
de blanda ternura en la mirada.
Me di entero. Me quedan apenas
corazón, vísceras y un cuerpo.
Con eso voy viviendo.
("rima interna", trad.martín lópez-vega)
La fortaleza sumerge en el mar sus cansados flancos
y sueña con imposibles naves moras.
El resto, apenas calles prisioneras
y viejas casas que contemplan el tedio:
cada uno ahoga en su voz
un deseo antiguo de lágrimas
y un rickshaw de sueño
baja por la calle de la Amistad.
En pleno día claro miro cómo te duermes
en la distancia, isla de Mozambique,
y te escribo estos versos de sal y olvido.
Sin nada
Me di entero. Los otros
construyen el mundo (o eso
creen). Yo me siento
en la calle sin nada mío
y tengo una sonrisa
triste y una gota
de blanda ternura en la mirada.
Me di entero. Me quedan apenas
corazón, vísceras y un cuerpo.
Con eso voy viviendo.
("rima interna", trad.martín lópez-vega)
sábado, 11 de febrero de 2017
Anónimo
La carta
Si no hubiera luna
en invierno la leería al blancor de la nieve
en verano a la luz de las luciérnagas.
Si no hubiera luna nieve o luciérnagas
en lo oscuro
la leería con mi corazón.
("cantos de geisha", trad. jorge mouriño, uam-azc., méx., 1981)
Si no hubiera luna
en invierno la leería al blancor de la nieve
en verano a la luz de las luciérnagas.
Si no hubiera luna nieve o luciérnagas
en lo oscuro
la leería con mi corazón.
("cantos de geisha", trad. jorge mouriño, uam-azc., méx., 1981)
viernes, 10 de febrero de 2017
Manuel Maples Arce (1898/1981 )
Tras los adioses últimos...
Tardes alcanforadas en vidrieras de enfermo,
tras los adioses últimos de las locomotoras,
y en las palpitaciones cardíacas del pañuelo
hay un desgarramiento de frases espasmódicas.
El ascensor eléctrico y un piano intermitente
complican el sistema de la casa de apartaments,
y en el grito morado de los últimos trenes
intuyo la distancia.
A espaldas de la ausencia se demuda el telégrafo.
Despachos emotivos desangran mi interior.
Sugerencia, L-10 y recortes de periódico;
oh dolorosa mía,
tú estás lejos de todo,
y estas horas que caen amarillean la vida.
En el fru-fru inalámbrico del vestido automático
que enreda por la casa su pauta seccional,
incido sobre un éxtasis de sol a las vidrieras,
y la ciudad es una ferretería espectral.
Las canciones domésticas
de codos a la calle.
(Ella era un desmayo de prestigios supremos
y dolencias católicas de perfumes envueltos
a través de mis dedos.)
Accidente de lágrimas. Locomotoras últimas
renegridas a fuerza de gritarnos adiós,
y ella en 3 latitudes, ácida de blancura,
derramada en silencio sobre mi corazón.
("el estridentismo, antología", difusión cultural, unam, méx., 1983)
Tardes alcanforadas en vidrieras de enfermo,
tras los adioses últimos de las locomotoras,
y en las palpitaciones cardíacas del pañuelo
hay un desgarramiento de frases espasmódicas.
El ascensor eléctrico y un piano intermitente
complican el sistema de la casa de apartaments,
y en el grito morado de los últimos trenes
intuyo la distancia.
A espaldas de la ausencia se demuda el telégrafo.
Despachos emotivos desangran mi interior.
Sugerencia, L-10 y recortes de periódico;
oh dolorosa mía,
tú estás lejos de todo,
y estas horas que caen amarillean la vida.
En el fru-fru inalámbrico del vestido automático
que enreda por la casa su pauta seccional,
incido sobre un éxtasis de sol a las vidrieras,
y la ciudad es una ferretería espectral.
Las canciones domésticas
de codos a la calle.
(Ella era un desmayo de prestigios supremos
y dolencias católicas de perfumes envueltos
a través de mis dedos.)
Accidente de lágrimas. Locomotoras últimas
renegridas a fuerza de gritarnos adiós,
y ella en 3 latitudes, ácida de blancura,
derramada en silencio sobre mi corazón.
("el estridentismo, antología", difusión cultural, unam, méx., 1983)
jueves, 9 de febrero de 2017
Salvador Gallardo (1893/1981 )
Jardín
La noche se emboscó en los árboles
Tras el ametrallaje del crepúsculo
Las estrellas llovieron sobre nuestro desamapro
Y la luna metálica
Se anegó en el silencio
-Yo aspiro tus palabras
Mas los trenes plagiarios
Son aleros para tus miradas
-¡La vida es un bostezo fugaz
De gasolina!
Con tus esponjas táctiles enjugas
Mi locura.
Y en el paisaje de tus pupilas
Todas las primaveras regresaron
UN DÍA ALFOMBRAREMOS LA VIDA
CON LOS PÉTALOS DISPERSOS
DE LAS CANCIONES NUEVAS.
("el estridentismo, antología", dif.cult.unam, méx., 1983)
La noche se emboscó en los árboles
Tras el ametrallaje del crepúsculo
Las estrellas llovieron sobre nuestro desamapro
Y la luna metálica
Se anegó en el silencio
-Yo aspiro tus palabras
Mas los trenes plagiarios
Son aleros para tus miradas
-¡La vida es un bostezo fugaz
De gasolina!
Con tus esponjas táctiles enjugas
Mi locura.
Y en el paisaje de tus pupilas
Todas las primaveras regresaron
UN DÍA ALFOMBRAREMOS LA VIDA
CON LOS PÉTALOS DISPERSOS
DE LAS CANCIONES NUEVAS.
("el estridentismo, antología", dif.cult.unam, méx., 1983)
miércoles, 8 de febrero de 2017
Huda al-Dagfag (1967 )
La raíz
Escribe tu último poema
y cálzalo con tu renuncia;
anuncia tu nueva derrota
y vuelve a empezar, que ese es tu sino.
Escribe tu poema en un deseo,
no temas,
con un bolígrafo
o un lápiz;
habita en él.
No se ha de convertir en un cuadro
cuyos colores habrán de revelar su naturaleza;
extiende, pues, todas tus lágrimas.
Que no haya tinta que las llore contigo.
Recoge lo poco que queda de tu ánimo
Y vuelca en él tu optimismo.
No busques las causas:
Tú eres una de ellas
y también la más ardua.
El dolor de la rebeldía que en ti bulle nunca se acostumbrará a ellos;
El dolor de la rebeldía que en ti bulle nunca dejará de combatirlos;
No te retires,
tus otras vidas,
les proporcionarán, a ellos,
escalas
con las que treparán hasta ti.
Te superarán,
vamos,
no te dejes llevar por la tentación del retorno al origen;
resiste a los niños que hay en ti.
Llévatelos,
no les concedas tregua.
¿Lo harás?
Sé que no.
Despliega la negrura de tu caída
sin hacerla seguir de deseo alguno.
Seguirás retrocediendo
si no eliges un lugar dónde detenerte;
modérate
para que no se te castigue.
O sumérgete
para que no te conviertas en otro.
Seguirás yendo hacia atrás;
escoge un colofón apropiado
y encórvate,
después extiéndete
para formar un círculo que de ti
se compadezca.
Pero sigue así, arqueado,
para luego estirarte.
Rasga tu último poema.
Y con…ti…nú…a
("no me quites paz", s/c a traductores)
Escribe tu último poema
y cálzalo con tu renuncia;
anuncia tu nueva derrota
y vuelve a empezar, que ese es tu sino.
Escribe tu poema en un deseo,
no temas,
con un bolígrafo
o un lápiz;
habita en él.
No se ha de convertir en un cuadro
cuyos colores habrán de revelar su naturaleza;
extiende, pues, todas tus lágrimas.
Que no haya tinta que las llore contigo.
Recoge lo poco que queda de tu ánimo
Y vuelca en él tu optimismo.
No busques las causas:
Tú eres una de ellas
y también la más ardua.
El dolor de la rebeldía que en ti bulle nunca se acostumbrará a ellos;
El dolor de la rebeldía que en ti bulle nunca dejará de combatirlos;
No te retires,
tus otras vidas,
les proporcionarán, a ellos,
escalas
con las que treparán hasta ti.
Te superarán,
vamos,
no te dejes llevar por la tentación del retorno al origen;
resiste a los niños que hay en ti.
Llévatelos,
no les concedas tregua.
¿Lo harás?
Sé que no.
Despliega la negrura de tu caída
sin hacerla seguir de deseo alguno.
Seguirás retrocediendo
si no eliges un lugar dónde detenerte;
modérate
para que no se te castigue.
O sumérgete
para que no te conviertas en otro.
Seguirás yendo hacia atrás;
escoge un colofón apropiado
y encórvate,
después extiéndete
para formar un círculo que de ti
se compadezca.
Pero sigue así, arqueado,
para luego estirarte.
Rasga tu último poema.
Y con…ti…nú…a
("no me quites paz", s/c a traductores)
martes, 7 de febrero de 2017
Erika Martínez (1979 )
La barriada
Padre, hoy duermo en casa de la abuela, que vive en una barriada miserable donde cada crimen es archivado como caso paranormal. La abuela sabe que tiene tres hijos pero no los recuerda. Por la tarde se ensimisma y borda gritos de vencejo.
Tu hermano el loco se partió el cuello contra el fondo del pasillo, después de una carrera aplaudida desde la puerta por los críos del vecindario. Los miembros se le enredan improbables alrededor del cuerpo, como ramas de bonsái, y nadie quiere sacudirle el polvo del abrigo.
A la mesa está sentado tu hermano el ciego, que tiene un agujero en la barriga. Cuando come, los garbanzos se le cuelan, caen rodando y escriben en braille sobre el suelo: Yo nunca he hecho daño. La abuela suspira.
Tú estás muerto, padre, pero también estás vivo porque te puedo llamar para contarte que los tres cadáveres de los que hablo no aparecen solo en este poema.
La barriada donde vive la abuela, ahora que todo lo pierdo, se llama miedo de clase.
("imán")
Padre, hoy duermo en casa de la abuela, que vive en una barriada miserable donde cada crimen es archivado como caso paranormal. La abuela sabe que tiene tres hijos pero no los recuerda. Por la tarde se ensimisma y borda gritos de vencejo.
Tu hermano el loco se partió el cuello contra el fondo del pasillo, después de una carrera aplaudida desde la puerta por los críos del vecindario. Los miembros se le enredan improbables alrededor del cuerpo, como ramas de bonsái, y nadie quiere sacudirle el polvo del abrigo.
A la mesa está sentado tu hermano el ciego, que tiene un agujero en la barriga. Cuando come, los garbanzos se le cuelan, caen rodando y escriben en braille sobre el suelo: Yo nunca he hecho daño. La abuela suspira.
Tú estás muerto, padre, pero también estás vivo porque te puedo llamar para contarte que los tres cadáveres de los que hablo no aparecen solo en este poema.
La barriada donde vive la abuela, ahora que todo lo pierdo, se llama miedo de clase.
("imán")
lunes, 6 de febrero de 2017
Coral Bracho (1951 )
Que caiga esa lluvia fina
En esta oscura verdad
que abre sus mantos y sus ebrias mareas para protegernos,
que abre sus alas tristes para ahuyentarnos,
para decir que sí
que caiga esa lluvia fina frente al umbral;
que caiga como aleteo, como irrupción brevísima.
Como un mensajero que, empapado y ardiendo en fiebre,
viene de lejos.
Trae los pliegos, trae las palabras.
Pero el dibujo de la lluvia se extiende
y no deja oír. No deja ver
lo que está sucediendo. Y es que
lo que se acerca,
lo que nos habla
y nos agarra de los hombros con fuerza,
lo que nos grita y nos sacude es la lluvia,
es el confín que se desdibuja.
Tiritamos, ardiendo, frente a esa puerta,
frente a ese puente levadizo que nadie baja.
Nadie se apresta a oír.
Esta verdad oscura, esta oscilante levedad
como el murmullo de un sinfín de murciélagos,
todos tanteando,
todos brotando a un tiempo en las despiertas
galerías de la sangre, todos tratando
de salir de las torres.
Para decir que sí,
que caiga esa lluvia fina contra el umbral,
que caiga sobre los muros;
que los vaya borrando.
(muro fb daniel montoly)
En esta oscura verdad
que abre sus mantos y sus ebrias mareas para protegernos,
que abre sus alas tristes para ahuyentarnos,
para decir que sí
que caiga esa lluvia fina frente al umbral;
que caiga como aleteo, como irrupción brevísima.
Como un mensajero que, empapado y ardiendo en fiebre,
viene de lejos.
Trae los pliegos, trae las palabras.
Pero el dibujo de la lluvia se extiende
y no deja oír. No deja ver
lo que está sucediendo. Y es que
lo que se acerca,
lo que nos habla
y nos agarra de los hombros con fuerza,
lo que nos grita y nos sacude es la lluvia,
es el confín que se desdibuja.
Tiritamos, ardiendo, frente a esa puerta,
frente a ese puente levadizo que nadie baja.
Nadie se apresta a oír.
Esta verdad oscura, esta oscilante levedad
como el murmullo de un sinfín de murciélagos,
todos tanteando,
todos brotando a un tiempo en las despiertas
galerías de la sangre, todos tratando
de salir de las torres.
Para decir que sí,
que caiga esa lluvia fina contra el umbral,
que caiga sobre los muros;
que los vaya borrando.
(muro fb daniel montoly)
domingo, 5 de febrero de 2017
Uriel Martínez (1950 )
LOS INDESEABLES
1.
Con todos los pronósticos en contra en agosto del año 2007 se abrió la librería La Azotea, libros de altura, sin patrocinio alguno, como una acción de vida filantrópica. De todos los indeseables que se acercaron, el más enigmático de todos fue un gato callejero del que no me percaté en qué momento invadió el espacio. Una mañana, al abrir la puerta metálica de entrada, "sentí" que alguien estaba ahí. Luego de percibir la presencia de un ser real, un invasor, un precarista, vi la tierra de un tiesto revuelta, excavada y la planta panda como en la temporada de ventarrones -que en Dogville son inmisericordes-; dirigí la mirada como el paneo de una cámara de cine en una cinta de terror, inmóvil mi cuerpo, hasta que lo vi. El animal me veía, echado de perfil sobre una fila de libros en la parte superior de un librero. "Quítate de ahí", le ordené, "vas a apestar los libros". Siguió inmóvil, como si procesara la orden cortante y seca. Me acerqué a la mesa de novedades donde tengo, además, un calendario triangular por mes, una libreta de ventas, un vaso-lapicero y suplementos pendientes de revisión. Revisé el cuaderno de tareas, la bitácora del día y los libros que llevaría esa mañana para entregar. Antes de salir le advertí: "Te vas antes de mi regreso, ¿me oíste?" El forastero no parpadeaba mientras me veía y escuchaba las palabras de bienvenida.
2.
Recién abierta la librería apareció un ratón pequeño. Aparición que atribuí a que ahí cerca, recién inaugurada una fonda, se fumigó el local y el roedor salió huyendo de un exterminio seguro. La primera vez que percibí su presencia fue en la lectura de una obra de Ian McEwan, de reojo registré vagamente un desplazamiento -imaginé que era una hoja seca de árbol esa temporada de vientos incómodos-; no le di importancia. Pero días después me percaté de quien era. Consulté a un conocido antes de comprar una ratonera y un veneno encontrado en el supermercado. Cada mañana me acercaba a la trampa, ahí estaba el migajón de pan untado con la carnada mortal. La carnada disminuía sin que el mecanismo de la trampa se accionara en mi ausencia. "El ratón irá secándose por dentro", me dijo mi asesor, "no dejes de cambiarle el pan y el veneno." Hasta que un día encontré, detrás de las cajas de cartón de embalaje, el pellejo del indeseado. Pude también conseguir un gato para que con su sola presencia ahuyentara al roedor pero de sólo pensar que impregnaría el negocio de pelos y del olor característico de heces, preferí la ratonera.
3.
Una visita diametralmente opuesta era la perrita de mis vecinas, Luna. Observé que cada vez que me veía, soltaba un chorro de orines. Al principio sus necesidades fisiológicas las expelía a la entrada del edificio de donde ella y yo vivíamos; según la distancia, yo le llamaba por su nombre y ella arrojaba de gusto, supongo, la fuente del riñón. Hasta que una mañana apareció -el negocio nunca tuvo canceles ni muros de cristal- y expelió y expelió hasta formar un charco de orines. "Es la última vez que vienes y me haces esto", cogí una escoba y una cubeta de agua. Empecé a lavar mientras Luna veía y escuchaba mi llamada de atención. Luego apliqué un chorro de cloro y pasé el trapeador. Pero la mancha de orines no cedía. "Vete a tu casa". Con los ojos atentos detrás del greñero que los cubrían, me obedeció. Con el paso del tiempo, el sol y el viento, la marca canina se desvaneció.
4.
Ese mismo día que apareció el gato gris de manchas negras y ojos ágata, a mi regreso al mediodía, hora de abrir, lo busqué de nuevo. Recorrí los libreros, busqué detrás de las filas de libros, me asomé al cuarto del aparato de música y a la bodega de cartón y ánforas de agua destilada, al wc. "Dónde andas", pregunté en voz alta. El invasor se hallaba detrás de un atril de madera donde exhibía libros. Me veía atentamente. Me acerqué. "Ya te dije que te vayas, no quiero animales en mi negocio". Levanté la cortina metálica principal. Era cerca del mediodía, cuando pasan colegiales de regreso a casa. Estaba sentado a la mesa de lectura y de apuntes cuando le ofrecí a una madre de familia el gato. Hizo cara de espanto, al igual que sus dos hijos uniformados, "No nos gustan los gatos". Supuse alguna alergia, como es común en aquellos que prefieren otros animales de compañía.
5.
No me di por derrotado. El último intento que hice por deshacerme del invasor, antes del oscurecer y ya bajada la cortina, fue colocar un cenicero de cristal limpio, al borde exterior de la puerta de entrada con leche y migajas de pan. "Chito, chito, chito", repetí varias veces hasta que el minino atendió la invitación -llevaba varios días sin alimento alguno, supuse. Cuando vi que empezaba a beberse la leche, cerré la puerta de acceso, eché llave y subí al tercer piso, donde vivo hace cerca de dos décadas. Antes de conciliar el sueño alcancé a escuchar los maullidos del animal que se había quedado sin techo. Una descarga eléctrica me recorrió la espina dorsal. La mañana siguiente, temprano, vi el cenicero limpio, sin migajas ni leche. El indeseable había desaparecido.
6.
Mucho tiempo después, quizá nueve años cumplidos con el negocio de libros, en una plática con una amiga, supe que son los muertos cercanos a nosotros quienes nos envían animales de compañía en un intento de comunicación y diálogo. Recordé al minino de ojos ágata primero; y luego me acordé del ratón envenenado.
Dogville, febrero 2017
sábado, 4 de febrero de 2017
Jack Gilbert (1925/2012 )
Errar y volar
Todos olvidan que Ícaro también ascendió.
Es igual cuando el amor se acerca a su final,
o cuando el matrimonio fracasa y todos dicen
«ellos sabían que era un error», que «jamás
funcionaría» todos dicen. Que ella era
lo bastante mayor para comprender. Pero lo
que vale la pena lo vale aunque esté mal hecho.
Como estar ahí, en ese océano del verano
al otro lado de la isla mientras
el amor se apagaba en ella, las estrellas
ardían con tanto exceso en esas noches que
nadie pudo decirte que no perdurarían.
Cada mañana, ella dormía en mi cama
como una visitación, era su dulzura
como antílope inmóvil en la niebla temprana.
Cada tarde la veía volver a través
del páramo ardiente, después de nadar,
y veía la luz del mar a su espalda y el cielo enorme
al otro lado del paisaje. La escuchaba hablar
mientras almorzábamos. ¿Cómo pueden decir
que el matrimonio fracasó? Como aquellos que
regresaron de Provenza (cuando aún era Provenza)
y dijeron que era hermosa pero su comida grasienta.
Creo que Ícaro no fracasó en su caída,
se iba aproximando a la consumación de su triunfo.
("el poeta ocasional", trad. pablo de cuba soria)
Todos olvidan que Ícaro también ascendió.
Es igual cuando el amor se acerca a su final,
o cuando el matrimonio fracasa y todos dicen
«ellos sabían que era un error», que «jamás
funcionaría» todos dicen. Que ella era
lo bastante mayor para comprender. Pero lo
que vale la pena lo vale aunque esté mal hecho.
Como estar ahí, en ese océano del verano
al otro lado de la isla mientras
el amor se apagaba en ella, las estrellas
ardían con tanto exceso en esas noches que
nadie pudo decirte que no perdurarían.
Cada mañana, ella dormía en mi cama
como una visitación, era su dulzura
como antílope inmóvil en la niebla temprana.
Cada tarde la veía volver a través
del páramo ardiente, después de nadar,
y veía la luz del mar a su espalda y el cielo enorme
al otro lado del paisaje. La escuchaba hablar
mientras almorzábamos. ¿Cómo pueden decir
que el matrimonio fracasó? Como aquellos que
regresaron de Provenza (cuando aún era Provenza)
y dijeron que era hermosa pero su comida grasienta.
Creo que Ícaro no fracasó en su caída,
se iba aproximando a la consumación de su triunfo.
("el poeta ocasional", trad. pablo de cuba soria)
viernes, 3 de febrero de 2017
Aldo Luis Novelli (1957 )
Noúmeno
camino por el muelle
entre hombres oscuros
con capas lluviosas
bajo la luna
y la luz amarillenta de un farol de kerosene
arrojan preguntas
inefables
al infinito líquido de mil formas/
mientras encarnan sus anzuelos
con trozos de ángeles caídos
o pequeñas sirenas brillantes/
a veces logran sacar de las fauces marinas
estrellas ilusorias arpías basiliscos o grifos.
alguno dice haber pescado
un unicornio de agua salada
que tiene clavado en la pared de su pieza.
pero todos regresan
noche tras noche
a interrogar al cielo
o discutir con poseidón
por su alquimia personal/
su razón de ser
fuera del mundo cotidiano.
todos regresan
una y otra vez
por el gran pez.
hasta que la muerte los sorprende
escudriñando la infinitud
en actitud oratoria.
("medusaria")
camino por el muelle
entre hombres oscuros
con capas lluviosas
bajo la luna
y la luz amarillenta de un farol de kerosene
arrojan preguntas
inefables
al infinito líquido de mil formas/
mientras encarnan sus anzuelos
con trozos de ángeles caídos
o pequeñas sirenas brillantes/
a veces logran sacar de las fauces marinas
estrellas ilusorias arpías basiliscos o grifos.
alguno dice haber pescado
un unicornio de agua salada
que tiene clavado en la pared de su pieza.
pero todos regresan
noche tras noche
a interrogar al cielo
o discutir con poseidón
por su alquimia personal/
su razón de ser
fuera del mundo cotidiano.
todos regresan
una y otra vez
por el gran pez.
hasta que la muerte los sorprende
escudriñando la infinitud
en actitud oratoria.
("medusaria")
jueves, 2 de febrero de 2017
Javier Sicilia (1956 )
Dolor
No recuerdo a qué vine,
el sol quema y no hay sombra,
como si el tiempo, lejos de casa, se hubiera detenido
y no hubiese camino de regreso.
Hay una larga calle que sube serpenteando hacia otra calle
y los ojos no brillan.
Me dijeron que aquel que estaba vivo ha muerto.
No hay agua aquí ni árboles
ni siquiera un vestigio de su paso,
sino calor y cemento,
cables y edificios
y la calle que sube serpenteando hacia otra calle.
Si hubiera un árbol,
si tan sólo un árbol,
me echaría a su sombra a sentir,
pero hay tanto calor
y los pies se me incendian en los zapatos;
si sólo hubiera un árbol en la calle,
si tan sólo una brisa donde mirar su espalda alejándose, alejándose;
si hubiera un árbol,
si tan sólo una brisa
y no el árido y seco serpentear de la calle que lleva hacia otra calle,
si sólo hubiera un árbol,
un signo sobre el tiempo,
un vestigio de hierba, una brisa;
no el espejismo roto donde miran los ojos el vacío,
sino el simple destello de la hierba en la calle
y la brisa que anunciaba su paso,
pero aquí sólo hay calles
y el destello de los días que han extraviado el tiempo.
Aún no ha oscurecido,
pero dicen que aquel que estaba vivo ha muerto,
y pronto llegará la noche.
He leído tu carta,
me escribes que no has hecho el amor desde hace mucho,
pero que hallas tu vientre henchido y habitado como entonces.
Debería bastarme para sentirme alegre y regresar a casa,
pero perdí el camino
y la calle que sube desemboca a otra calle
y el dolor es tan seco que los pies no responden al asfalto.
No ha oscurecido aún, María,
pero dicen que aquel que estaba vivo ha muerto
y pronto llegará la noche.
No recuerdo a qué vine
ni qué ciudad es ésta entre las calles;
ya no sé a quién esperas en tu vientre vacío;
la calle sube serpenteando
y el viento silba en la iglesia desierta.
No recuerdo a qué vine.
Aún no ha oscurecido,
pero dicen que pronto llegará la noche.
("rua das petras")
No recuerdo a qué vine,
el sol quema y no hay sombra,
como si el tiempo, lejos de casa, se hubiera detenido
y no hubiese camino de regreso.
Hay una larga calle que sube serpenteando hacia otra calle
y los ojos no brillan.
Me dijeron que aquel que estaba vivo ha muerto.
No hay agua aquí ni árboles
ni siquiera un vestigio de su paso,
sino calor y cemento,
cables y edificios
y la calle que sube serpenteando hacia otra calle.
Si hubiera un árbol,
si tan sólo un árbol,
me echaría a su sombra a sentir,
pero hay tanto calor
y los pies se me incendian en los zapatos;
si sólo hubiera un árbol en la calle,
si tan sólo una brisa donde mirar su espalda alejándose, alejándose;
si hubiera un árbol,
si tan sólo una brisa
y no el árido y seco serpentear de la calle que lleva hacia otra calle,
si sólo hubiera un árbol,
un signo sobre el tiempo,
un vestigio de hierba, una brisa;
no el espejismo roto donde miran los ojos el vacío,
sino el simple destello de la hierba en la calle
y la brisa que anunciaba su paso,
pero aquí sólo hay calles
y el destello de los días que han extraviado el tiempo.
Aún no ha oscurecido,
pero dicen que aquel que estaba vivo ha muerto,
y pronto llegará la noche.
He leído tu carta,
me escribes que no has hecho el amor desde hace mucho,
pero que hallas tu vientre henchido y habitado como entonces.
Debería bastarme para sentirme alegre y regresar a casa,
pero perdí el camino
y la calle que sube desemboca a otra calle
y el dolor es tan seco que los pies no responden al asfalto.
No ha oscurecido aún, María,
pero dicen que aquel que estaba vivo ha muerto
y pronto llegará la noche.
No recuerdo a qué vine
ni qué ciudad es ésta entre las calles;
ya no sé a quién esperas en tu vientre vacío;
la calle sube serpenteando
y el viento silba en la iglesia desierta.
No recuerdo a qué vine.
Aún no ha oscurecido,
pero dicen que pronto llegará la noche.
("rua das petras")
miércoles, 1 de febrero de 2017
Mercedes Álvarez (1979 )
Por mi manía de remendar siempre la ropa...
Por mi manía de remendar siempre la ropa
me abandonaron muchos hombres
por coser los agujeros de las medias
por pegar coderas en mi pulóver
y no desprenderme de mis atuendos
-a veces casi harapos-.
Querían comprarme blusas, faldas
un vestido nuevo pero yo desconfiaba
pensaba
que querían sorprenderme
a medio vestir
en el probador de una tienda
o calzarme el zapato como a Cenicienta
y yo quería ser Santa Clara
y aferrarme al orden natural de las cosas.
Tardé años en entender.
Pero nunca dejé que me vistieran.
("otra iglesia es imposible")
Por mi manía de remendar siempre la ropa
me abandonaron muchos hombres
por coser los agujeros de las medias
por pegar coderas en mi pulóver
y no desprenderme de mis atuendos
-a veces casi harapos-.
Querían comprarme blusas, faldas
un vestido nuevo pero yo desconfiaba
pensaba
que querían sorprenderme
a medio vestir
en el probador de una tienda
o calzarme el zapato como a Cenicienta
y yo quería ser Santa Clara
y aferrarme al orden natural de las cosas.
Tardé años en entender.
Pero nunca dejé que me vistieran.
("otra iglesia es imposible")