Coño azul
Mi coño es negro como carbón
evaporado. Pero se vuelve azul a la luz
de la tele y de la luna.
La característica más peculiar que
explica su color y su forma
es
que tiene circulación lenta y
estremecida que va navegando hacia la
tinta de las venas y se abre al desamparo
de mi dormitorio como si
comprendiese que un dedo impenetrable,
masculino,
no pasara por él ni por las sábanas.
Sería una esperanza considerar
que sobre mi coño solitario aún pueden
caber volúmenes remotos
o
un pañuelo azul que penetrase las dos
mitades húmedas y abiertas y así pasar
esta tela azul, ensangrentada,
quedándose,
rompiéndome
porque mi coño ya es invencible,
mi enemigo.
Aislado del amor
cualquier coño es violento.
("no me quites paz")
martes, 31 de enero de 2017
lunes, 30 de enero de 2017
Consuelo Torres (1957 )
De la propensión a los accidentes
Me he estrellado contra el cielo esta mañana.
La palabra que no dije
se hizo cráter en el centro de mi boca.
Lo que queda de mi podrá recogerse con cuchara
una que los duendes usan para tragarse auroras y presagios
Les ha sido muy difícil identificarme.
El marfil que sustentaba mi vértice en el mundo
es ahora una espiral de sueños en soltura.
Ilusiones borrosas astillan mis pulmones
el cerebro está lleno de gorriones lastimados, pero vivos
y candiles encendidos para los ritos nobles.
Se me ha derramado la arena de los días
en castillos para nadie defendibles
y una mancha de señales emergentes
De tres neuronas salvadas del colapso
han salido carcajadas y un ruido de tambores.
Solo así han sabido
de quién es ese cadáver tan bonito.
("no me quites paz")
Me he estrellado contra el cielo esta mañana.
La palabra que no dije
se hizo cráter en el centro de mi boca.
Lo que queda de mi podrá recogerse con cuchara
una que los duendes usan para tragarse auroras y presagios
Les ha sido muy difícil identificarme.
El marfil que sustentaba mi vértice en el mundo
es ahora una espiral de sueños en soltura.
Ilusiones borrosas astillan mis pulmones
el cerebro está lleno de gorriones lastimados, pero vivos
y candiles encendidos para los ritos nobles.
Se me ha derramado la arena de los días
en castillos para nadie defendibles
y una mancha de señales emergentes
De tres neuronas salvadas del colapso
han salido carcajadas y un ruido de tambores.
Solo así han sabido
de quién es ese cadáver tan bonito.
("no me quites paz")
domingo, 29 de enero de 2017
Uriel Martínez (1950 )
La cuchara
Unos dicen que estoy irreconocible,
que al separarme de ti, fue abierta
la losa de mi libertad;
que mis ojos aprecian
al tapir, la hormiga, la araña
mínima.
Otros sostienen que en mí
ven o adivinan la ausencia
de un cáncer, nubes oscuras,
presagios ilegibles.
Unos más, por no guardar silencio,
adivinan en mis pasos
la complexión de mis pisadas,
la esclerosis temprana.
Aquellos que no me conocen
sin prejuicios me ceden
el asiento, el paso, la cuchara
que se le brinda a nadie.
Al moribundo por fin.
[Inédito]
Unos dicen que estoy irreconocible,
que al separarme de ti, fue abierta
la losa de mi libertad;
que mis ojos aprecian
al tapir, la hormiga, la araña
mínima.
Otros sostienen que en mí
ven o adivinan la ausencia
de un cáncer, nubes oscuras,
presagios ilegibles.
Unos más, por no guardar silencio,
adivinan en mis pasos
la complexión de mis pisadas,
la esclerosis temprana.
Aquellos que no me conocen
sin prejuicios me ceden
el asiento, el paso, la cuchara
que se le brinda a nadie.
Al moribundo por fin.
[Inédito]
sábado, 28 de enero de 2017
Carlos Pujol (1936/2012 )
De noche en los espejos
De noche en los espejos
hay como cataclismos de tiniebla,
se desmorona todo lo soñado
cuando apenas acaba de nacer.
Y salimos al alba
como ciegos que ven por vez primera.
Amanece sin prisa,
aún queda mucho tiempo por delante:
entre dos luces pueden verse aún
jirones de las sombras que llevamos.
("no me quites paz")
De noche en los espejos
hay como cataclismos de tiniebla,
se desmorona todo lo soñado
cuando apenas acaba de nacer.
Y salimos al alba
como ciegos que ven por vez primera.
Amanece sin prisa,
aún queda mucho tiempo por delante:
entre dos luces pueden verse aún
jirones de las sombras que llevamos.
("no me quites paz")
viernes, 27 de enero de 2017
Ana Cecilia Blum (1972 )
El jubilado
Esa mañana, cuando la luz se metía
entre las bancas, a través de los álamos
en el parquecito de Santa Fe
frente a la Basílica de San Francisco,
el jubilado me dijo
que a veces uno no desea morir
-sólo a veces-.
Cuando el esqueleto se despierta sin quejas
y en la terraza el sol entiende la piel de la vejez.
Cuando el menú del día está sabroso,
la pensión llega a tiempo, completa,
y la casa no insiste en caerse a pedazos.
Cuando la memoria recuerda solamente lo bueno, lo bueno;
los hijos vienen de visita,
los nietos cuelgan de la alegría, abren la nevera
y se comen hasta la soledad.
Cuando uno reposa contento, encantado
en las tintas de un buen libro,
o en los andamios de una gran película,
y entonces no hay apuro para encontrarse con Dios.
Cuando el día está bonito, sí, bonito
y no importa si el gobierno entero se va al carajo.
Eso, me dijo el jubilado,
en el parquecito de Santa Fe
frente a la Basílica de San Francisco,
que a veces uno no desea morir
-sólo a veces-.
("no me quites paz")
Esa mañana, cuando la luz se metía
entre las bancas, a través de los álamos
en el parquecito de Santa Fe
frente a la Basílica de San Francisco,
el jubilado me dijo
que a veces uno no desea morir
-sólo a veces-.
Cuando el esqueleto se despierta sin quejas
y en la terraza el sol entiende la piel de la vejez.
Cuando el menú del día está sabroso,
la pensión llega a tiempo, completa,
y la casa no insiste en caerse a pedazos.
Cuando la memoria recuerda solamente lo bueno, lo bueno;
los hijos vienen de visita,
los nietos cuelgan de la alegría, abren la nevera
y se comen hasta la soledad.
Cuando uno reposa contento, encantado
en las tintas de un buen libro,
o en los andamios de una gran película,
y entonces no hay apuro para encontrarse con Dios.
Cuando el día está bonito, sí, bonito
y no importa si el gobierno entero se va al carajo.
Eso, me dijo el jubilado,
en el parquecito de Santa Fe
frente a la Basílica de San Francisco,
que a veces uno no desea morir
-sólo a veces-.
("no me quites paz")
jueves, 26 de enero de 2017
Elmer Calderón Jaramillo (1962 )
Elegía para ella
Ayer eras una cordillera infinita,
unos musgos negros y erizados de frío,
una campesina haciendo canastos;
unas manos germinales desgranadas de sol,
o una garza descansando en un potrero.
Ayer ibas en mi morral entre palmas de cera,
relucías conmigo bajo el sol de enero,
mientras caía la tarde polvorienta
desde un silencio glacial, en las alturas.
Ayer estabas entre mis manos
mientras caminaba entre unos pinos,
eras una mariposa cenicienta sobre un tronco,
y llenabas el camino breve hasta mi casa.
Ayer quise traerte hacia mis rejas
y te quedaste enredada en las breñas del follaje.
Pero andarás por ahí y eso me basta.
Que cerca siento tu alegría de canciones.
("revista corónica")
Ayer eras una cordillera infinita,
unos musgos negros y erizados de frío,
una campesina haciendo canastos;
unas manos germinales desgranadas de sol,
o una garza descansando en un potrero.
Ayer ibas en mi morral entre palmas de cera,
relucías conmigo bajo el sol de enero,
mientras caía la tarde polvorienta
desde un silencio glacial, en las alturas.
Ayer estabas entre mis manos
mientras caminaba entre unos pinos,
eras una mariposa cenicienta sobre un tronco,
y llenabas el camino breve hasta mi casa.
Ayer quise traerte hacia mis rejas
y te quedaste enredada en las breñas del follaje.
Pero andarás por ahí y eso me basta.
Que cerca siento tu alegría de canciones.
("revista corónica")
miércoles, 25 de enero de 2017
Cesare Pavese (1908/1950 )
El vino triste
Lo difícil es sentarse sin hacerse notar.
Lo demás viene por añadidura. Tres sorbos
y retorna el deseo de imaginarse solo.
Se abre de par en par un fondo de zumbidos distantes,
todo se dispersa y haber nacido y contemplar la copa
constituye un milagro. El trabajo
(el hombre solo no puede dejar de pensar en el trabajo)
vuelve a ser el antiguo destino que es hermoso sufrir
para poder pensar en él. Después los ojos clavan
su mirada en el aire, dolientes, cual si estuviesen ciegos.
Si este hombre se alza de nuevo y va a acostarse a su casa,
parece un ciego que ha extraviado el camino. Cualquiera
puede salir de un rincón y machacarlo a golpes.
Puede salir una mujer y tenderse en la calle,
joven y bella, bajo otro hombre, gimiendo
igual como gimió una mujer con él hace tiempo.
Pero este hombre no ve. Va a su casa a acostarse
y la vida no es más que un zumbido de silencio.
Al desnudar a este hombre, se encuentran miembros exhaustos
y pelo brutal, aquí y allá. ¿Quién diría
que por este hombre circulan venas tibias
en que hace tiempo quemaba la vida? Nadie creería
que una mujer hubiese acariciado, hace tiempo,
aquel cuerpo y besado aquel cuerpo, que tiembla,
y lo hubiese bañado con lágrimas, ahora que el hombre,
que ya ha llegado a su casa, no consigue dormir, pero gime.
Lo difícil es sentarse sin hacerse notar.
Lo demás viene por añadidura. Tres sorbos
y retorna el deseo de imaginarse solo.
Se abre de par en par un fondo de zumbidos distantes,
todo se dispersa y haber nacido y contemplar la copa
constituye un milagro. El trabajo
(el hombre solo no puede dejar de pensar en el trabajo)
vuelve a ser el antiguo destino que es hermoso sufrir
para poder pensar en él. Después los ojos clavan
su mirada en el aire, dolientes, cual si estuviesen ciegos.
Si este hombre se alza de nuevo y va a acostarse a su casa,
parece un ciego que ha extraviado el camino. Cualquiera
puede salir de un rincón y machacarlo a golpes.
Puede salir una mujer y tenderse en la calle,
joven y bella, bajo otro hombre, gimiendo
igual como gimió una mujer con él hace tiempo.
Pero este hombre no ve. Va a su casa a acostarse
y la vida no es más que un zumbido de silencio.
Al desnudar a este hombre, se encuentran miembros exhaustos
y pelo brutal, aquí y allá. ¿Quién diría
que por este hombre circulan venas tibias
en que hace tiempo quemaba la vida? Nadie creería
que una mujer hubiese acariciado, hace tiempo,
aquel cuerpo y besado aquel cuerpo, que tiembla,
y lo hubiese bañado con lágrimas, ahora que el hombre,
que ya ha llegado a su casa, no consigue dormir, pero gime.
("el poeta ocasional", trad. guillermo fernández)
martes, 24 de enero de 2017
Salvador Díaz Mirón (1853/1928 )
Deseos
Yo quisiera salvar esa distancia
ese abismo fatal que nos divide,
y embriagarme de amor con la fragancia
mística y pura que tu ser despide.
Yo quisiera ser uno de los lazos
con que decoras tus radiantes sienes;
yo quisiera en el cielo de tus brazos
beber la gloria que en los labios tienes.
Yo quisiera ser agua y que en mis olas,
que en mis olas vinieras a bañarte,
para poder, como lo sueño a solas,
¡a un mismo tiempo por doquier besarte!
Yo quisiera ser lino y en tu lecho,
allá en la sombra, con ardor cubrirte,
temblar con los temblores de tu pecho
¡y morir de placer al comprimirte!
¡Oh, yo quisiera mucho más! ¡Quisiera
llevarte en mí como la nube al fuego,
mas no como la nube en su carrera
para estallar y separarse luego!
Yo quisiera en mí mismo confundirte,
confundirte en mí mismo y entrañarte;
yo quisiera en perfume convertirte,
¡convertirte en perfume y aspirarte!
¡Aspirarte en un soplo como esencia,
y unir a mis latidos tus latidos,
y unir a mi existencia tu existencia,
y unir a mis sentidos tus sentidos!
¡Aspirarte en un soplo del ambiente,
y así verte sobre mi vida en calma,
toda la llama de tu pecho ardiente
y todo el éter del azul de tu alma!
Aspirarte, mujer... De ti llamarme,
y en ciego, y sordo, y mudo constituirme,
y en ciego, y sordo, y mudo consagrarme
al deleite supremo de sentirte
¡y a la dicha suprema de adorarte!
("a media voz")
Yo quisiera salvar esa distancia
ese abismo fatal que nos divide,
y embriagarme de amor con la fragancia
mística y pura que tu ser despide.
Yo quisiera ser uno de los lazos
con que decoras tus radiantes sienes;
yo quisiera en el cielo de tus brazos
beber la gloria que en los labios tienes.
Yo quisiera ser agua y que en mis olas,
que en mis olas vinieras a bañarte,
para poder, como lo sueño a solas,
¡a un mismo tiempo por doquier besarte!
Yo quisiera ser lino y en tu lecho,
allá en la sombra, con ardor cubrirte,
temblar con los temblores de tu pecho
¡y morir de placer al comprimirte!
¡Oh, yo quisiera mucho más! ¡Quisiera
llevarte en mí como la nube al fuego,
mas no como la nube en su carrera
para estallar y separarse luego!
Yo quisiera en mí mismo confundirte,
confundirte en mí mismo y entrañarte;
yo quisiera en perfume convertirte,
¡convertirte en perfume y aspirarte!
¡Aspirarte en un soplo como esencia,
y unir a mis latidos tus latidos,
y unir a mi existencia tu existencia,
y unir a mis sentidos tus sentidos!
¡Aspirarte en un soplo del ambiente,
y así verte sobre mi vida en calma,
toda la llama de tu pecho ardiente
y todo el éter del azul de tu alma!
Aspirarte, mujer... De ti llamarme,
y en ciego, y sordo, y mudo constituirme,
y en ciego, y sordo, y mudo consagrarme
al deleite supremo de sentirte
¡y a la dicha suprema de adorarte!
("a media voz")
lunes, 23 de enero de 2017
Abelardo Linares (1952 )
Bajo las luces rojas
Sus cuerpos bajo aquella luz rojiza,
su desnudo irreal entre la rasa niebla.
Fosforescía el cuarto, altas paredes
con blancos azulejos. Pensé: es un hospital,
quizás la habitación de revelado
de un amigo fotógrafo. Pero aquellas dos lunas
gemelas en un cielo azul cobalto
eran de otra galaxia, y miré el firmamento
y no reconocí ninguna estrella
que antes que yo miraran otros ojos humanos.
Era un bárbaro rito el que cumplían
ante mí aquellos cuerpos. Pude apenas saber
de una desolación y una belleza
que el deseo no nombra, y sentí que espiaba
el fondo más secreto de mí mismo.
Goce o dolor, su voz se rompía en mi pecho,
aunque al oído fuera indescifrable.
Mirándose a los ojos durmieron en su abrazo.
Ciego ascendía un sol agonizante
Y era fría su luz en el alba indecisa.
Bajo aquella luz roja, en un mundo ya muerto
como yo mismo vi borrarse a los amantes.
("a media voz")
Sus cuerpos bajo aquella luz rojiza,
su desnudo irreal entre la rasa niebla.
Fosforescía el cuarto, altas paredes
con blancos azulejos. Pensé: es un hospital,
quizás la habitación de revelado
de un amigo fotógrafo. Pero aquellas dos lunas
gemelas en un cielo azul cobalto
eran de otra galaxia, y miré el firmamento
y no reconocí ninguna estrella
que antes que yo miraran otros ojos humanos.
Era un bárbaro rito el que cumplían
ante mí aquellos cuerpos. Pude apenas saber
de una desolación y una belleza
que el deseo no nombra, y sentí que espiaba
el fondo más secreto de mí mismo.
Goce o dolor, su voz se rompía en mi pecho,
aunque al oído fuera indescifrable.
Mirándose a los ojos durmieron en su abrazo.
Ciego ascendía un sol agonizante
Y era fría su luz en el alba indecisa.
Bajo aquella luz roja, en un mundo ya muerto
como yo mismo vi borrarse a los amantes.
("a media voz")
domingo, 22 de enero de 2017
Uriel Martínez (1950 )
ÚLTIMA HORA. CIERRA LIBRERÍA
para Layo y Janial
1.
Cuando estaba por concretarse el proyecto de la librería "La Azotea", se me grabó lo dicho por un editor que fue de los primeros en escuchar la buena nueva, ¿Es el mejor momento para abrirla?, supuse que nunca llegará el momento ideal para echar a andar un proyecto independiente; y menos en un país sin lectores. Así que la abrí con la intención de amarrar contratos con proveedores que desconfían de ambulantes, manteros, pregoneros y otros. La idea original era abarcar, además de la distribución de libros no comerciales, música ajena al canon impuesto por los medios y películas de cine de autor, con la desventaja de que sólo obtenía un 10 por ciento de descuento en ambos géneros. CD y DVD. Pronto me percaté que era un error no especializarme en la venta de libros de texto, de autoayuda, de best-sellers, de metafísica, de yoga, de meditación, de aromaterapia, flores de Bach y de leyendas de Dogville. Pero el terco no quería repetir catálogos del librero-empresario; y siguió montado en su pegaso.
2.
Me bastaba saber que aunque ya fallecido, contaba con la simpatía del narrador amigo Severino Salazar, de quien no se distribuían sus libros en el primer cuadro de la aldea. Así que me entregué a vestir el espacio en alquiler aquel mes de agosto del año 2007. Aquí sendos grabados de Oliverio Hinojosa y Manuel Felguérez, allá dos fotos enmarcadas, tiestos con tierra negra, carteles del pintor Rufino Tamayo, Museo del Estanquillo, de películas acerca del asesino de John Lennon. En suma, un espacio espiritual según la observación de un amigo, Tapia. Me senté a esperar clientes y a leer, a explorar la internet donde abrí dos blogs de literatura. Tarde o temprano me percaté que daba lo mismo abrir a las diez o a las 13 horas, de todos modos llegaban: 1) aquellos que solicitaban apoyo para reliquias, una intervención quirúrgica delicada, un sepelio de un familiar o la oferta de un plan funerario de usted y los suyos, un contrato de equis cablera; y 2) aquellos que habían heredado una biblioteca del abuelo y les urgía deshacerse de los libros estorbosos y pesados y pedían a gritos que les comprara la herencia jamás deseda. "Pero La Azotea no es librería de viejo", me defendía. Así pasó una década, sin percatarme de la necesidad de renovarse o morir, de reinventar el negocio o de cerrar, llanamente.
3.
Las primeras rupturas se dieron con los proveedores de música y cine. Sucedió que en una feria del libro del pueblo en el espacio de la instancia cultural del gobierno (IZC), vi que ofertaban cintas del catálogo de uno de mis proveedores, a un precio inferior al mío. Llamé. Me explicaron que a raíz de un convenio -no comunicado con La Azotea- se acordó el envío de una dotación absoluta del catálogo. Me despedí con una mentada de madre a los de la distribuidora Zafra. Algo semejante sucedió con Zima, distribuidora que inundó las cadenas de supermercados con sus títulos; y después con una microempresa de Colombia. Me concreté a la venta de libros. Los stocks se reducían y, por ende, la gama clientelar.
4.
Desde antes de instalar la librería hubo aquellos que deseaban sofocar cualquier iniciativa propia. Mientras distribuía una revista editada en la ciudad de México, "Equis", quisieron arrebatarme la representación: con una llamada, que fue grabada y que luego escuché, denunciaron que la venta de suscripciones y al menudeo tenían un costo más alto. Posteriormente, ya instalada La Azotea, negociaron con Pentagrama la presentación de novedades musicales y videos en una librería del centro histórico. Me valió madres el ensayo de boicot y proseguí mi trabajo independiente, hasta el distanciamiento definitivo con la productora, quien ya había perdido con la separación del cantante Óscar Chávez del catálogo.
5.
El año 2016 fue fatal: dispuse de mis ahorros para la vejez hasta quemar las naves. No fue la primera y espero no sea la última, ya en la Comarca Lagunera -Coahuila y Durango-, había vivido una racha parecida. Viví años y meses al día. ¿Qué más da? La Azotea, libros de altura, se metamorfosea: ya es virtual.
6. Desde aquí, deseo que empresas que ofrecen suscripciones a un vasto catálogo de películas (DVD), lleven a la quiebra a mis exproveedores -Zafra y Zima e Ilanga-, me refiero a Netflix y Claro Video más las que se acumulen en la quincena.
Dogville, enero 2017
para Layo y Janial
1.
Cuando estaba por concretarse el proyecto de la librería "La Azotea", se me grabó lo dicho por un editor que fue de los primeros en escuchar la buena nueva, ¿Es el mejor momento para abrirla?, supuse que nunca llegará el momento ideal para echar a andar un proyecto independiente; y menos en un país sin lectores. Así que la abrí con la intención de amarrar contratos con proveedores que desconfían de ambulantes, manteros, pregoneros y otros. La idea original era abarcar, además de la distribución de libros no comerciales, música ajena al canon impuesto por los medios y películas de cine de autor, con la desventaja de que sólo obtenía un 10 por ciento de descuento en ambos géneros. CD y DVD. Pronto me percaté que era un error no especializarme en la venta de libros de texto, de autoayuda, de best-sellers, de metafísica, de yoga, de meditación, de aromaterapia, flores de Bach y de leyendas de Dogville. Pero el terco no quería repetir catálogos del librero-empresario; y siguió montado en su pegaso.
2.
Me bastaba saber que aunque ya fallecido, contaba con la simpatía del narrador amigo Severino Salazar, de quien no se distribuían sus libros en el primer cuadro de la aldea. Así que me entregué a vestir el espacio en alquiler aquel mes de agosto del año 2007. Aquí sendos grabados de Oliverio Hinojosa y Manuel Felguérez, allá dos fotos enmarcadas, tiestos con tierra negra, carteles del pintor Rufino Tamayo, Museo del Estanquillo, de películas acerca del asesino de John Lennon. En suma, un espacio espiritual según la observación de un amigo, Tapia. Me senté a esperar clientes y a leer, a explorar la internet donde abrí dos blogs de literatura. Tarde o temprano me percaté que daba lo mismo abrir a las diez o a las 13 horas, de todos modos llegaban: 1) aquellos que solicitaban apoyo para reliquias, una intervención quirúrgica delicada, un sepelio de un familiar o la oferta de un plan funerario de usted y los suyos, un contrato de equis cablera; y 2) aquellos que habían heredado una biblioteca del abuelo y les urgía deshacerse de los libros estorbosos y pesados y pedían a gritos que les comprara la herencia jamás deseda. "Pero La Azotea no es librería de viejo", me defendía. Así pasó una década, sin percatarme de la necesidad de renovarse o morir, de reinventar el negocio o de cerrar, llanamente.
3.
Las primeras rupturas se dieron con los proveedores de música y cine. Sucedió que en una feria del libro del pueblo en el espacio de la instancia cultural del gobierno (IZC), vi que ofertaban cintas del catálogo de uno de mis proveedores, a un precio inferior al mío. Llamé. Me explicaron que a raíz de un convenio -no comunicado con La Azotea- se acordó el envío de una dotación absoluta del catálogo. Me despedí con una mentada de madre a los de la distribuidora Zafra. Algo semejante sucedió con Zima, distribuidora que inundó las cadenas de supermercados con sus títulos; y después con una microempresa de Colombia. Me concreté a la venta de libros. Los stocks se reducían y, por ende, la gama clientelar.
4.
Desde antes de instalar la librería hubo aquellos que deseaban sofocar cualquier iniciativa propia. Mientras distribuía una revista editada en la ciudad de México, "Equis", quisieron arrebatarme la representación: con una llamada, que fue grabada y que luego escuché, denunciaron que la venta de suscripciones y al menudeo tenían un costo más alto. Posteriormente, ya instalada La Azotea, negociaron con Pentagrama la presentación de novedades musicales y videos en una librería del centro histórico. Me valió madres el ensayo de boicot y proseguí mi trabajo independiente, hasta el distanciamiento definitivo con la productora, quien ya había perdido con la separación del cantante Óscar Chávez del catálogo.
5.
El año 2016 fue fatal: dispuse de mis ahorros para la vejez hasta quemar las naves. No fue la primera y espero no sea la última, ya en la Comarca Lagunera -Coahuila y Durango-, había vivido una racha parecida. Viví años y meses al día. ¿Qué más da? La Azotea, libros de altura, se metamorfosea: ya es virtual.
6. Desde aquí, deseo que empresas que ofrecen suscripciones a un vasto catálogo de películas (DVD), lleven a la quiebra a mis exproveedores -Zafra y Zima e Ilanga-, me refiero a Netflix y Claro Video más las que se acumulen en la quincena.
Dogville, enero 2017
sábado, 21 de enero de 2017
Jorge Teillier (1935/1996 )
Ella estuvo entre nosotros
Ella estuvo entre nosotros
lo que el sol atrapado por un niño en un espejo.
Pero sus manos alejan los malos sueños
como las manos de la lluvia
las pesadillas de las aldeas.
Sus manos que podían dar de comer
a la noche convertida en paloma.
Era bella como encontrar
nidos de perdices en los trigales.
Bella como el delantal gastado de una madre
y las palabras que siempre hemos querido escuchar.
Cierto: estuvo entre nosotros
lo que el sol en el espejo
con que un niño juega en el tejado.
Pero nunca dejaremos de buscar sus huellas
en los patios cubiertos por la primera helada.
Sus huellas perdidas
tras una puerta herrumbrosa
cubierta de azaleas.
("no me quites paz")
Ella estuvo entre nosotros
lo que el sol atrapado por un niño en un espejo.
Pero sus manos alejan los malos sueños
como las manos de la lluvia
las pesadillas de las aldeas.
Sus manos que podían dar de comer
a la noche convertida en paloma.
Era bella como encontrar
nidos de perdices en los trigales.
Bella como el delantal gastado de una madre
y las palabras que siempre hemos querido escuchar.
Cierto: estuvo entre nosotros
lo que el sol en el espejo
con que un niño juega en el tejado.
Pero nunca dejaremos de buscar sus huellas
en los patios cubiertos por la primera helada.
Sus huellas perdidas
tras una puerta herrumbrosa
cubierta de azaleas.
("no me quites paz")
viernes, 20 de enero de 2017
Concha Lagos (1907/2007 )
Quiero mirar estatuas
Iremos por las calles que ya nos vieron antes;
el aire distraído para que nadie sepa
que la historia prosigue con capítulos nuevos.
Quiero mirar estatuas, balcones encendidos,
volver a la baranda del beso y de la noche.
Quiero decir tu nombre en calles solitarias
sintiendo la cintura frágil bajo el abrazo.
Otra vez como ayer con tu verso en el vino,
otra vez a tus ojos en igual frente a frente,
otra vez, otra y otra. Para siempre otra vez.
("no me quites paz")
Iremos por las calles que ya nos vieron antes;
el aire distraído para que nadie sepa
que la historia prosigue con capítulos nuevos.
Quiero mirar estatuas, balcones encendidos,
volver a la baranda del beso y de la noche.
Quiero decir tu nombre en calles solitarias
sintiendo la cintura frágil bajo el abrazo.
Otra vez como ayer con tu verso en el vino,
otra vez a tus ojos en igual frente a frente,
otra vez, otra y otra. Para siempre otra vez.
("no me quites paz")
jueves, 19 de enero de 2017
Aurora Luque (1962 )
Fluir en la corriente...
Fluir en la corriente sagrada de los versos
de una noche a otra noche
y ser atropellada, ser mordida
por la negra belleza que estalla en las palabras.
Y qué saturación sentir el aire
de otros mundos, la hoja que temblaba
en la lluvia con sol, los astros asomados
a la leve escritura,
un aroma olvidado de la infancia
o un placer sumergido
en las aguas más hondas de la vida:
carne que se entreviese
-erótico fulgor rosado y denso-
bajo el encaje oscuro del poema.
("no me quites paz")
Fluir en la corriente sagrada de los versos
de una noche a otra noche
y ser atropellada, ser mordida
por la negra belleza que estalla en las palabras.
Y qué saturación sentir el aire
de otros mundos, la hoja que temblaba
en la lluvia con sol, los astros asomados
a la leve escritura,
un aroma olvidado de la infancia
o un placer sumergido
en las aguas más hondas de la vida:
carne que se entreviese
-erótico fulgor rosado y denso-
bajo el encaje oscuro del poema.
("no me quites paz")
miércoles, 18 de enero de 2017
Eliseo Diego (1920/1994 )
Comienza un lunes
La eternidad por fin comienza un lunes
y el día siguiente apenas tiene nombre
y el otro es el oscuro, el abolido.
Y en él se apagan todos los murmullos
y aquel rostro que amábamos se esfuma
y en vano es ya la espera, nadie viene.
La eternidad ignora las costumbres,
le da lo mismo rojo que azul tierno,
se inclina al gris, al humo, a la ceniza.
Nombre y fecha tú grabas en un mármol,
los roza displicente con el hombro,
ni un montoncillo de amargura deja.
Y sin embargo, ves, me aferro al lunes
y al día siguiente doy el nombre tuyo
y con la punta del cigarro escribo
en plena oscuridad: aquí he vivido.
("no me quites paz")
La eternidad por fin comienza un lunes
y el día siguiente apenas tiene nombre
y el otro es el oscuro, el abolido.
Y en él se apagan todos los murmullos
y aquel rostro que amábamos se esfuma
y en vano es ya la espera, nadie viene.
La eternidad ignora las costumbres,
le da lo mismo rojo que azul tierno,
se inclina al gris, al humo, a la ceniza.
Nombre y fecha tú grabas en un mármol,
los roza displicente con el hombro,
ni un montoncillo de amargura deja.
Y sin embargo, ves, me aferro al lunes
y al día siguiente doy el nombre tuyo
y con la punta del cigarro escribo
en plena oscuridad: aquí he vivido.
("no me quites paz")
martes, 17 de enero de 2017
Alda Merini (1931/2009 )
Acaríciame...
Acaríciame, amor,
pero como el sol
que toca la dulce frente de la luna.
No vengas a molestarme también tú
con esas necias búsquedas de lo divino.
Dios llegará al alba
si estoy entre tus brazos.
("otra iglesia es imposible", versión carlos vitale)
Acaríciame, amor,
pero como el sol
que toca la dulce frente de la luna.
No vengas a molestarme también tú
con esas necias búsquedas de lo divino.
Dios llegará al alba
si estoy entre tus brazos.
("otra iglesia es imposible", versión carlos vitale)
lunes, 16 de enero de 2017
Ana Montojo (1949 )
El presente
Hoy todo lo que escriba será un plagio
del anónimo verso endecasílabo
que tu aliento derrama por mi espalda
para borrarme el nombre y la conciencia,
las edades, las culpas y los miedos,
el pasado evidente y el futuro
que no quiero soñar por si se rompe.
Sólo soy este instante adormecido
en el cálido abrazo del presente.
("rua das pretas")
Hoy todo lo que escriba será un plagio
del anónimo verso endecasílabo
que tu aliento derrama por mi espalda
para borrarme el nombre y la conciencia,
las edades, las culpas y los miedos,
el pasado evidente y el futuro
que no quiero soñar por si se rompe.
Sólo soy este instante adormecido
en el cálido abrazo del presente.
("rua das pretas")
domingo, 15 de enero de 2017
Valeria Assensa Parisi (1968 )
Mi madre...
mi madre se fue
con 42 años
y 35 kilos de cáncer
primero perdió
el apéndice
luego sus ovarios
y con ellos
la salud
el pelo
las fuerzas
el hambre
el trabajo
las ganas
el miedo
a partir
mi madre se fue
más liviana
que el aire
("estación quilmes")
mi madre se fue
con 42 años
y 35 kilos de cáncer
primero perdió
el apéndice
luego sus ovarios
y con ellos
la salud
el pelo
las fuerzas
el hambre
el trabajo
las ganas
el miedo
a partir
mi madre se fue
más liviana
que el aire
("estación quilmes")
sábado, 14 de enero de 2017
Czeslaw Milosz (1911/2004 )
Encuentro
Estuvimos paseando a través de los campos
en un vagón al amanecer.
Una herida rosa roja en la oscuridad.
Y de pronto una liebre atravesó la carretera.
Uno de nosotros la señaló con la mano.
Eso fue hace tiempos. Hoy ninguno de ellos está vivo,
Ni la liebre, ni el hombre que hizo el ademán.
Oh, amor mío, dónde están ellos, a dónde han ido?
El destello de una mano, la línea de un movimiento,
el susurro de los guijarros.
Pregunto no con tristeza, sino con asombro.
("laura giordani", versión de rafael díaz borbón)
Estuvimos paseando a través de los campos
en un vagón al amanecer.
Una herida rosa roja en la oscuridad.
Y de pronto una liebre atravesó la carretera.
Uno de nosotros la señaló con la mano.
Eso fue hace tiempos. Hoy ninguno de ellos está vivo,
Ni la liebre, ni el hombre que hizo el ademán.
Oh, amor mío, dónde están ellos, a dónde han ido?
El destello de una mano, la línea de un movimiento,
el susurro de los guijarros.
Pregunto no con tristeza, sino con asombro.
("laura giordani", versión de rafael díaz borbón)
viernes, 13 de enero de 2017
Juan Carlos Mestre (1957 )
Hospital de anónimos
Los agonizantes preguntan a los lagartos, preguntan por el éxito de los gusanos y los planetas y por las manzanas que nunca volverán a ver. Nada los protege del verano extranjero , nada tampoco de la imparcialidad de los jóvenes y los amores ficticios ante las recompensas de los ancianos. Los agonizantes piensan en las criaturas infantiles y en los esqueletos de paloma en el museo de lo que vendrá. Piensan en los duraznos y piensan en las colmenas. Piensan en los jueces implicados en la farsa de la verdad y en los paritorios de las ratas. Y tiemblan, y oyen el argumento de los obreros violentados por la codicia de lo que no descendió del Monte. Los agonizantes meditan en sus íntimas camas sobre el silencio verdaderamente humano. Cierran los ojos como las reses al oír ladrar los viejos perros del matadero. Ya no lloran para seguir el ejemplo de los muertos y de los teatros vacíos. No piensan en el refugio de esquiadores, ni en la soleada mañana de los hombres ricos. Los agonizantes respiran junto a las máquinas como el gas habita en los sótanos. Ya se sabe todo lo demás, la eternidad de los fruteros, las rosas vulgares.
("trianarts")
Los agonizantes preguntan a los lagartos, preguntan por el éxito de los gusanos y los planetas y por las manzanas que nunca volverán a ver. Nada los protege del verano extranjero , nada tampoco de la imparcialidad de los jóvenes y los amores ficticios ante las recompensas de los ancianos. Los agonizantes piensan en las criaturas infantiles y en los esqueletos de paloma en el museo de lo que vendrá. Piensan en los duraznos y piensan en las colmenas. Piensan en los jueces implicados en la farsa de la verdad y en los paritorios de las ratas. Y tiemblan, y oyen el argumento de los obreros violentados por la codicia de lo que no descendió del Monte. Los agonizantes meditan en sus íntimas camas sobre el silencio verdaderamente humano. Cierran los ojos como las reses al oír ladrar los viejos perros del matadero. Ya no lloran para seguir el ejemplo de los muertos y de los teatros vacíos. No piensan en el refugio de esquiadores, ni en la soleada mañana de los hombres ricos. Los agonizantes respiran junto a las máquinas como el gas habita en los sótanos. Ya se sabe todo lo demás, la eternidad de los fruteros, las rosas vulgares.
("trianarts")
jueves, 12 de enero de 2017
Jotamario Arbeláez (1940 )
La lectura en tinieblas
Mi padre no me dejaba leer la Biblia
ni el Manifiesto Comunista
para que no gastara la poca luz
que podía pagar para la casa.
Me quitaba el bombillo y dormía con él bajo la almohada
remordiéndole la conciencia
pero al pie de la cama de mi cuarto también roncaba la nevera
e instalado a los pies de mi cama con la nevera abierta
leía de la medianoche al canto del gallo
de la crucifixión de San Pedro cabeza abajo,
del intento de lapidación de Pablo en Listra
y de la pasada por la espada de Santiago en los Hechos de los Apóstoles,
de las tribulaciones de Panait Istrati,
las duras prisiones de Nazim Hikmet
y las torturas de Julius Fucik en su reportaje al pie del patíbulo,
hasta que se me helaban los huesos.
("círculo de poesía")
Mi padre no me dejaba leer la Biblia
ni el Manifiesto Comunista
para que no gastara la poca luz
que podía pagar para la casa.
Me quitaba el bombillo y dormía con él bajo la almohada
remordiéndole la conciencia
pero al pie de la cama de mi cuarto también roncaba la nevera
e instalado a los pies de mi cama con la nevera abierta
leía de la medianoche al canto del gallo
de la crucifixión de San Pedro cabeza abajo,
del intento de lapidación de Pablo en Listra
y de la pasada por la espada de Santiago en los Hechos de los Apóstoles,
de las tribulaciones de Panait Istrati,
las duras prisiones de Nazim Hikmet
y las torturas de Julius Fucik en su reportaje al pie del patíbulo,
hasta que se me helaban los huesos.
("círculo de poesía")
miércoles, 11 de enero de 2017
Wislawa Szymborska (1923/2012 )
Bajo una pequeña estrella
Que me disculpe la coincidencia por llamarla necesidad.
Que me disculpe la necesidad, si a pesar de ello me equivoco.
Que no se enoje la felicidad por considerarla mía.
Que me olviden los muertos que apenas si brillan en la memoria.
Que me disculpe el tiempo por el mucho mundo pasado por alto a cada segundo.
Que me disculpe mi viejo amor por considerar al nuevo el primero.
Perdonadme, guerras lejanas, por traer flores a casa.
Perdonadme, heridas abiertas, por pincharme en el dedo.
Que me disculpen los que claman desde el abismo el disco de un minué.
Que me disculpe la gente en las estaciones por el sueño a las cinco de la mañana.
Perdóname, esperanza acosada, por reírme a veces.
Perdonadme, desiertos, por no correr con una cuchara de agua.
Y tú, gavilán, hace años el mismo, en esta misma jaula,
inmóvil mirando fijamente el mismo punto siempre,
absuélveme, aunque fueras un ave disecada.
Que me disculpe el árbol talado por las cuatro patas de la mesa.
Que me disculpen las grandes preguntas por las pequeñas respuestas.
Verdad, no me prestes demasiada atención.
Solemnidad, sé magnánima conmigo.
Soporta, misterio de la existencia, que arranque hilos de tu cola.
No me acuses, alma, de poseerte pocas veces.
Que me perdone todo por no poder estar en todas partes.
Que me perdonen todos por no saber ser cada uno de ellos, cada una de ellas.
Sé que mientras viva nada me justifica porque yo misma me lo impido.
Habla, no me tomes a mal que tome prestadas palabras patéticas y que me esfuerce
después para que parezcan ligeras.
("trianarts", trad. abel murcia y gerardo beltrán)
Que me disculpe la coincidencia por llamarla necesidad.
Que me disculpe la necesidad, si a pesar de ello me equivoco.
Que no se enoje la felicidad por considerarla mía.
Que me olviden los muertos que apenas si brillan en la memoria.
Que me disculpe el tiempo por el mucho mundo pasado por alto a cada segundo.
Que me disculpe mi viejo amor por considerar al nuevo el primero.
Perdonadme, guerras lejanas, por traer flores a casa.
Perdonadme, heridas abiertas, por pincharme en el dedo.
Que me disculpen los que claman desde el abismo el disco de un minué.
Que me disculpe la gente en las estaciones por el sueño a las cinco de la mañana.
Perdóname, esperanza acosada, por reírme a veces.
Perdonadme, desiertos, por no correr con una cuchara de agua.
Y tú, gavilán, hace años el mismo, en esta misma jaula,
inmóvil mirando fijamente el mismo punto siempre,
absuélveme, aunque fueras un ave disecada.
Que me disculpe el árbol talado por las cuatro patas de la mesa.
Que me disculpen las grandes preguntas por las pequeñas respuestas.
Verdad, no me prestes demasiada atención.
Solemnidad, sé magnánima conmigo.
Soporta, misterio de la existencia, que arranque hilos de tu cola.
No me acuses, alma, de poseerte pocas veces.
Que me perdone todo por no poder estar en todas partes.
Que me perdonen todos por no saber ser cada uno de ellos, cada una de ellas.
Sé que mientras viva nada me justifica porque yo misma me lo impido.
Habla, no me tomes a mal que tome prestadas palabras patéticas y que me esfuerce
después para que parezcan ligeras.
("trianarts", trad. abel murcia y gerardo beltrán)
martes, 10 de enero de 2017
Clemente Rebora (1885/1957 )
De la imagen tensa
De la imagen tensa
vigilo el instante
con inminencia de espera –
y no espero a nadie:
en la sombra encendida
espío la campanilla
que imperceptible expande
un polen de sonido –
y no espero a nadie:
entre cuatro muros
estupefactos de espacio
más que un desierto
no espero a nadie.
Mas debe venir,
vendrá, si resisto
a florecer sin ser visto,
vendrá de improviso,
cuando menos lo advierto.
Vendrá casi perdón
de cuanto hace morir,
vendrá a cerciorarme
de su tesoro y el mío,
vendrá a resarcir
mis penas y las suyas,
vendrá, quizá ya viene
su susurro.
("periodico de poesía", trad. diego tapia)
De la imagen tensa
vigilo el instante
con inminencia de espera –
y no espero a nadie:
en la sombra encendida
espío la campanilla
que imperceptible expande
un polen de sonido –
y no espero a nadie:
entre cuatro muros
estupefactos de espacio
más que un desierto
no espero a nadie.
Mas debe venir,
vendrá, si resisto
a florecer sin ser visto,
vendrá de improviso,
cuando menos lo advierto.
Vendrá casi perdón
de cuanto hace morir,
vendrá a cerciorarme
de su tesoro y el mío,
vendrá a resarcir
mis penas y las suyas,
vendrá, quizá ya viene
su susurro.
("periodico de poesía", trad. diego tapia)
lunes, 9 de enero de 2017
Leonard Cohen (1934/2016 )
Esperando a Marianne
Perdí un teléfono
con tu aroma adentro
Estoy viviendo junto a la radio
todas las estaciones a la vez
pero elijo una canción de cuna polaca
la elijo entre toda la estática
se desvanece espero sigo el ritmo
regresa casi dormida
Te llevaste acaso el teléfono
sabiendo que lo olfatearía
con obsesión
quizá calentaría el plástico
para juntar todas las migajas de tu aliento
Y si no vuelves
cómo llamarás para decir
que no volverás
para que pueda al menos discutir.
("periódico de poesía", trad. lucrecia arcos álvarez)
Perdí un teléfono
con tu aroma adentro
Estoy viviendo junto a la radio
todas las estaciones a la vez
pero elijo una canción de cuna polaca
la elijo entre toda la estática
se desvanece espero sigo el ritmo
regresa casi dormida
Te llevaste acaso el teléfono
sabiendo que lo olfatearía
con obsesión
quizá calentaría el plástico
para juntar todas las migajas de tu aliento
Y si no vuelves
cómo llamarás para decir
que no volverás
para que pueda al menos discutir.
("periódico de poesía", trad. lucrecia arcos álvarez)
domingo, 8 de enero de 2017
Uriel Martínez (1950 )
El incendio
en la cervecería de la esquina
conocí a gilberto, ahí donde
ahora es tienda de juguetes
asiáticos
en esa casa de puertas grandes
vivió páez, mi
compañero de escuela
que luego quedó ciego
en aquel punto estuvo
el bar Numancia en donde
era frecuente ver a
julio, muerto en la frontera
¿ves aquella farmacia?
pues ahí fue el bar Ritz,
a donde yo iba
algunas noches.
Sé que esto no te dice nada
pero un buen día llegaron malos
tiempos y todo desapareció,
como un mal presagio.
[Inédito]
en la cervecería de la esquina
conocí a gilberto, ahí donde
ahora es tienda de juguetes
asiáticos
en esa casa de puertas grandes
vivió páez, mi
compañero de escuela
que luego quedó ciego
en aquel punto estuvo
el bar Numancia en donde
era frecuente ver a
julio, muerto en la frontera
¿ves aquella farmacia?
pues ahí fue el bar Ritz,
a donde yo iba
algunas noches.
Sé que esto no te dice nada
pero un buen día llegaron malos
tiempos y todo desapareció,
como un mal presagio.
[Inédito]
sábado, 7 de enero de 2017
William Ospina (1954 )
Teléfono
A medianoche, en Nueva York,
ella, emergiendo de los mares del sueño,
escucha esa palabra cargada de agua azul
como otro sueño: Adriático,
y sobre un ajedrez de hierro y luna
acaso ve las naves.
("un libro por centavo", no.28, pdf)
Lucila Godoy
Ven y dale otra vez tu calor a mis labios
antes que sean ceniza,
y contempla conmigo la bóveda del cielo
antes de que se arruinen sus cadastros,
y miremos la luna blanca y perfecta
que un día yacerá en pedazos sobre la llanura,
y miremos el sol antes de que se desangre
en el atormentado crepúsculo del mundo.
Ven y acaricia mi cabeza
donde se habrán de destejer los abismos,
llena con tu hermosura mis pupilas
que verán disgregarse los Palacios,
toma en las tuyas tibias mis manos blancas
que un día no hallarán asidero en lo inmenso,
pon tu cabeza en mi pecho, oye cantar a mi corazón
que un día en su quietud matará a las estrellas.
Oye otra vez mi voz en el viento,
aún puedo nombrar los limones y el vino
que al final se unirán en su amargura,
ven y contemos todavía los hilos de la luz de septiembre
antes de que los corte la tijera de octubre.
Hay un gran espectáculo en el cielo: una nube,
gózala junto a mí antes que arrecie el viento.
Acércate y desnúdame de estos pesados mantos
antes que el tiempo me desnude de mí,
toca mi arcilla estremecida
antes que sea tristeza en el tiempo.
Mis senos tiemblan para ti, cruel amigo,
y no los cubres con tus manos ardientes,
ven y cierra los ojos junto a mí, siente el bosque
lleno de mi perfume,
antes que este esplendor sea despojo.
Qué triste es ver que es inútil la luna,
ese ciego cristal resplandeciente,
que por el bosque huyen las voces recias de los cazadores
y no hay quien tome a la agitada liebre,
qué tristes las ciudades llenas de tristes rostros,
porque el único rostro fue al destierro.
En tu exilio de huesos, en tu exilio de sombras,
en tu pecho de hierba, en tu silencio,
compadece a esta pájara cautiva en la tremenda jaula del mundo,
entre el mar y la estrella,
amigo mío diluido en la muerte,
mientras yo miro como abeja enferma
la rosa inhabitable.
(ibid)
A medianoche, en Nueva York,
ella, emergiendo de los mares del sueño,
escucha esa palabra cargada de agua azul
como otro sueño: Adriático,
y sobre un ajedrez de hierro y luna
acaso ve las naves.
("un libro por centavo", no.28, pdf)
Lucila Godoy
Ven y dale otra vez tu calor a mis labios
antes que sean ceniza,
y contempla conmigo la bóveda del cielo
antes de que se arruinen sus cadastros,
y miremos la luna blanca y perfecta
que un día yacerá en pedazos sobre la llanura,
y miremos el sol antes de que se desangre
en el atormentado crepúsculo del mundo.
Ven y acaricia mi cabeza
donde se habrán de destejer los abismos,
llena con tu hermosura mis pupilas
que verán disgregarse los Palacios,
toma en las tuyas tibias mis manos blancas
que un día no hallarán asidero en lo inmenso,
pon tu cabeza en mi pecho, oye cantar a mi corazón
que un día en su quietud matará a las estrellas.
Oye otra vez mi voz en el viento,
aún puedo nombrar los limones y el vino
que al final se unirán en su amargura,
ven y contemos todavía los hilos de la luz de septiembre
antes de que los corte la tijera de octubre.
Hay un gran espectáculo en el cielo: una nube,
gózala junto a mí antes que arrecie el viento.
Acércate y desnúdame de estos pesados mantos
antes que el tiempo me desnude de mí,
toca mi arcilla estremecida
antes que sea tristeza en el tiempo.
Mis senos tiemblan para ti, cruel amigo,
y no los cubres con tus manos ardientes,
ven y cierra los ojos junto a mí, siente el bosque
lleno de mi perfume,
antes que este esplendor sea despojo.
Qué triste es ver que es inútil la luna,
ese ciego cristal resplandeciente,
que por el bosque huyen las voces recias de los cazadores
y no hay quien tome a la agitada liebre,
qué tristes las ciudades llenas de tristes rostros,
porque el único rostro fue al destierro.
En tu exilio de huesos, en tu exilio de sombras,
en tu pecho de hierba, en tu silencio,
compadece a esta pájara cautiva en la tremenda jaula del mundo,
entre el mar y la estrella,
amigo mío diluido en la muerte,
mientras yo miro como abeja enferma
la rosa inhabitable.
(ibid)
viernes, 6 de enero de 2017
Zbigniew Herbert (1924/1998 )
Dos gotas
Los bosques ardían-
y ellos
en sus cuellos enredaban los brazos
como ramos de rosas
la gente corría a los refugios
él decía que su esposa tenía cabellos
en los que uno podía esconderse
cubiertos con una sola manta
musitaban impúdicas palabras
la letanía de los amantes
Si la cosa se ponía fea
saltaban en los ojos del otro
y los cerraban con fuerza
con tanta fuerza que no sintieron el fuego
que alcanzaba sus pestañas
hasta el final fueron audaces
hasta el final fueron fieles
hasta el final fueron parecidos
como dos gotas
detenidas al borde de la cara.
("infierno alegre", s/c al traductor)
Los bosques ardían-
y ellos
en sus cuellos enredaban los brazos
como ramos de rosas
la gente corría a los refugios
él decía que su esposa tenía cabellos
en los que uno podía esconderse
cubiertos con una sola manta
musitaban impúdicas palabras
la letanía de los amantes
Si la cosa se ponía fea
saltaban en los ojos del otro
y los cerraban con fuerza
con tanta fuerza que no sintieron el fuego
que alcanzaba sus pestañas
hasta el final fueron audaces
hasta el final fueron fieles
hasta el final fueron parecidos
como dos gotas
detenidas al borde de la cara.
("infierno alegre", s/c al traductor)
jueves, 5 de enero de 2017
Lêdo Ivo (1924/2012 )
Las necesidades
Una puerta cerrada no es suficiente para que un hombre
esconda su amor. También necesita una puerta abierta
para poder partir y perderse entre la multitud cuando ese amor estalle
como un barril de pólvora en el arsenal alcanzado por el rayo.
No basta un techo para que un hombre se proteja
del calor y de la tempestad. Para huir del relámpago,
cuando la lluvia cae en el silencio del mundo
abierto como una fruta entre dos estruendos,
él necesita un cuerpo tendido sobre la cama,
un cuerpo al alcance de su mano
todavía temerosa de avanzar en la oscuridad.
En la noche que declina, en el día que nace,
el hombre necesita de todo: del amor y del rayo.
("neorrabioso", trad. guadalupe grande y juan carlos mestre)
Una puerta cerrada no es suficiente para que un hombre
esconda su amor. También necesita una puerta abierta
para poder partir y perderse entre la multitud cuando ese amor estalle
como un barril de pólvora en el arsenal alcanzado por el rayo.
No basta un techo para que un hombre se proteja
del calor y de la tempestad. Para huir del relámpago,
cuando la lluvia cae en el silencio del mundo
abierto como una fruta entre dos estruendos,
él necesita un cuerpo tendido sobre la cama,
un cuerpo al alcance de su mano
todavía temerosa de avanzar en la oscuridad.
En la noche que declina, en el día que nace,
el hombre necesita de todo: del amor y del rayo.
("neorrabioso", trad. guadalupe grande y juan carlos mestre)
miércoles, 4 de enero de 2017
Conceição Lima (1961 )
Ignominia
Mientras la hoja del alfanje avanzaba
Sobre el miedo atrincherado
El mundo desperezaba un párpado,
Vacilaba.
Y cuando el ojo de la cámara
Rasgó por fin el silencio
Un metódico vendaval ensangrentó
Para siempre las aguas y los campos.
Las altas conciencias que en el universo
El caos ordenan
Rescataron el sosiego en la fluidez
De urgentes relatorios
Y en la incierta estadística de los esqueletos.
("no me quites paz", s/c al traductor)
Mientras la hoja del alfanje avanzaba
Sobre el miedo atrincherado
El mundo desperezaba un párpado,
Vacilaba.
Y cuando el ojo de la cámara
Rasgó por fin el silencio
Un metódico vendaval ensangrentó
Para siempre las aguas y los campos.
Las altas conciencias que en el universo
El caos ordenan
Rescataron el sosiego en la fluidez
De urgentes relatorios
Y en la incierta estadística de los esqueletos.
("no me quites paz", s/c al traductor)
martes, 3 de enero de 2017
Frank Stanford (1948/1978 )
Todos los que están muertos
Cuando un hombre ya sabe que otro
lo anda buscando,
el hombre no se oculta.
No se espera
a pasar otra noche
con su esposa
o a acostar a sus hijos.
Se pone una camisa limpia y un traje oscuro,
y va a la barbería
para dejar que otro lo rasure.
Cierra los ojos,
se recuerda a sí mismo cuando niño, desnudo
y recostado en una roca junto al agua.
El hombre pide, luego, la loción especial.
Los viejos se colocan junto a la silla, en fila,
y el barbero rocía un poco a cada uno
de ellos en las manos.
Cuando un hombre ya sabe que otro
lo anda buscando,
el hombre no se oculta.
No se espera
a pasar otra noche
con su esposa
o a acostar a sus hijos.
Se pone una camisa limpia y un traje oscuro,
y va a la barbería
para dejar que otro lo rasure.
Cierra los ojos,
se recuerda a sí mismo cuando niño, desnudo
y recostado en una roca junto al agua.
El hombre pide, luego, la loción especial.
Los viejos se colocan junto a la silla, en fila,
y el barbero rocía un poco a cada uno
de ellos en las manos.
("el poeta ocasional", tr. hernán bravo varela)
lunes, 2 de enero de 2017
Alejandro Romualdo (1926/2008 )
Sobre la infancia
La infancia nos llena la cabeza de luciérnagas
de polvo las rodillas y los ojos nos cubre
dulcemente. La infancia nos llena las manos
de globos y limosnas; la boca, de pitos y azucenas
y nos cubre las espaldas con sus plumas de cigüeña.
En la infancia son monarcas los ratones y los dientes.
¡Oh la infancia, la hora blanca del reloj,
el tierno silabario, el bonete de los ángeles y el duende!
Uno se siente nuevo, herido por un corcho,
muerto heroicamente sobre un caballo de madera:
amo mi infancia, mi corazón en pantalones cortos.
("vallejo y co.")
La infancia nos llena la cabeza de luciérnagas
de polvo las rodillas y los ojos nos cubre
dulcemente. La infancia nos llena las manos
de globos y limosnas; la boca, de pitos y azucenas
y nos cubre las espaldas con sus plumas de cigüeña.
En la infancia son monarcas los ratones y los dientes.
¡Oh la infancia, la hora blanca del reloj,
el tierno silabario, el bonete de los ángeles y el duende!
Uno se siente nuevo, herido por un corcho,
muerto heroicamente sobre un caballo de madera:
amo mi infancia, mi corazón en pantalones cortos.
("vallejo y co.")
domingo, 1 de enero de 2017
Gonzalo Rojas (1917/2011 )
A veces pienso quién
A veces pienso quién, quién estará viviendo ronco de mi
juventud
con sus mismas espinas, liviano y vagabundo,
nadando en el oleaje de las calles horribles, sin un
cobre,
remoto, y más flexible: con tres noches radiantes en las
sienes
y el olor de la hermosa todavía en el tacto.
Dónde andará, qué tablas le tocará dormir a su coraje,
qué sopa devorar, cuál será su secreto
para tener veinte años y cortar en sus llamas las
páginas violentas.
Porque el endemoniado repetirá también el mismo
error
y de él aprenderá, si se cumple en su mano la
escritura.
("antología personal", coed. premi-unam, méx., 1988)
A veces pienso quién, quién estará viviendo ronco de mi
juventud
con sus mismas espinas, liviano y vagabundo,
nadando en el oleaje de las calles horribles, sin un
cobre,
remoto, y más flexible: con tres noches radiantes en las
sienes
y el olor de la hermosa todavía en el tacto.
Dónde andará, qué tablas le tocará dormir a su coraje,
qué sopa devorar, cuál será su secreto
para tener veinte años y cortar en sus llamas las
páginas violentas.
Porque el endemoniado repetirá también el mismo
error
y de él aprenderá, si se cumple en su mano la
escritura.
("antología personal", coed. premi-unam, méx., 1988)