viernes, 6 de noviembre de 2015

Elena Annibali (1978 )

La casa de la niebla



I
señor, vos le diste a mi hermano un ford falcon rojo
para llegar a la casa de la niebla

y después qué

le dijiste?
le explicaste que el camino estaba cortado?
¿que el motor estaba roto?
¿que todo estaba roto?
¿que no había vuelta?

¿qué hiciste, cómo
para convencerlo?

para que te diera la mano
se sentara en la sillita de mentira
dejara que la oscura hostia de tu nombre
le llegara a la boca

¿o le metiste una piedra?
o una moneda, un gancho,
un papelito

de dónde lo enmudeciste, lo hiciste
olvidar
olvidarnos

qué señas le habrás hecho para que en vez de volver a casa

apagara el motor del falcon
se escurriera de la sedosa perfección del cuero
de la música en la radio
del ronroneo cachondo del auto
y se bajara con vos
para ir adónde

¿a cazar pajaritos?
¿a ver el dorado pasto extinguirse tras el fuego del invierno?
¿a romper el cristal del agua para que beban las crías?

o era verano, quizá, por entonces
y le diste el agua peligrosa de tu cielo

entradora, el agüita, sí
clarita, el agua, bueno
pero detrás de eso vos sabés que un agua así da más sed uno se

entierra más en el pozo
y más
hasta echarse tierra en el lomo

y ni el ángel constante y poderoso de los molinos de viento

puede salvarte
no

¿sabías que mi hermano iba a decir sí?

cuando viste el polvito que levantaba el falcon rojo en el

camino no pensaste dejarlo ir?

aunque sea, señor, porque él era toda belleza,
a esa edad,
toda alegría
toda
razón de ser


("marcelo leites")

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