El chamán
El chamán que camina por mi espalda
no aparece, aunque el viento me avisa
que ya viene.
Cuando llega en la bruma del sueño
coloca piedras de río en la espina
y los omóplatos, antes que surjan alas.
En párpados me aplica ungüentos,
debajo de la lengua pedernales
y en los oídos un código secreto.
Cuando el chamán se cansa
de conjuros, cuando se extinguen
inciensos, se acomoda quedo y duerme.
De pronto habla o musita partituras,
un modo de trance, una evocación
que desconozco, una lengua no aprendida.
Luego como llega se desvanece
y aunque pronto será de día
su noche me alcanza y me toca.
Demonios, chamanes, duendes u ángeles, necesarios para calmar la sed que consumé a nuestro cuerpo en las noches de soledad.
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