miércoles, 3 de septiembre de 2014

Marguerite Yourcenar (1903/1987 )

El poema del yugo


Las mujeres de mi tierra cargan un yugo
     en los hombros;
Su corazón lento y pesado oscila
     entre esos polos;
A cada paso, dos grandes cubos rasos de leche
     golpean contra sus rodillas;
El alma maternal de vacas, la espuma de la hierba mascada
     salpica de olas empalagosas y dulce.
Soy semejante a la criada de la granja;
A lo largo del dolor que me avanza con paso firme;
El cubo del lado izquierdo está lleno de sangre;
Puedes beberla y saciarte de ese jugo poderoso.
La cubeta del costado derecho está rasa de hielo;
Puedes ladearte y contemplar tu rostro cansado.
Así voy entre mi destino y mi fortuna;
Entre mi sangre, líquido caliente, y mi amor, nítida muerte.
Y cuando esté segura que ni el espejo ni la pócima
Puedan ya distraer o colmar tu corazón salvaje,
No destrozaré el espejo resignado;
No volcaré el cubo o toda mi sangrada vida.
Cargando mi cubeta de sangre, iré en la noche negra
Con los ojos muertos que, ellos al menos, vendrán a beberla.
Pero con mi balde de hielo iré hacia las olas.
El gemido de las pequeñas olas será menos dulce
     que mis sollozos;
Un gran rostro pálido aparecerá en la duna,
Y ese espejo que ya no quieres reflejará el semblante
     sosegado de la luna.


(fuente: Papel poesía, no.1, septiembre 1999, Zacatecas. Traductor: Uriel Martínez.)

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