martes, 1 de abril de 2014

Mark Strand (1934 )

El espejo



Un cuarto blanco, una fiesta,
yo de pie con algunos amigos
bajo el gran espejo enmarcado en oro
ligeramente inclinado
sobre la chimenea.
Tomábamos whisky
y algunos de nosotros, sin sentir dolor,
intentábamos descifrar
el tono exacto del amarillo
en nuestros vasos a través de los rayos del sol.
Cerré mis ojos por un instante,
luego miré el espejo:
una mujer vestida de verde, reclinada
contra una pared lejana.
Parecía distraída,
los dedos de una mano
jugueteaban con su collar
y sus ojos grandes miraban el espejo,
no a mí, sino detrás de mí, en un espacio
que podría estar lleno de alguien
por llegar, en ese momento
estaría comenzando el viaje
que al final lo llevaría hacia ella.
Luego, de pronto, mis amigos
dijeron que era hora de moverse.
Esto sucedió hace años,
y aunque he olvidado
a dónde fuimos y quiénes éramos,
aún recuerdo el momento en que alcé la mirada
y vi a la mujer mirarme asombrada al pasar a mi lado
en un sitio que solo puedo imaginar,
y es siempre como una punzada,
como si solo en ese momento emergiera
de las profundidades del espejo
al cuarto blanco, sin aliento y ansioso,
solo para descubrir, ya tarde,
que ella no estaba allí.




(fuente: "la biblioteca de marcelo leites", trad: Jeannette L. Clariond) 

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