Dos jóvenes, que supongo son sus hermanas,
la ayudan a llegar a la puerta abiertaque conduce a las salas de reconocimiento.
Cada una se dobla bajo el peso de un brazo
y camina con el porte recto y resistente
del coraje. A lo que debe parecer
una gran distancia, una enfermera sujeta la puerta,
sonriendo y dando ánimos.
¡Cuánta paciencia despliega en las almidonadas velas blancas
de su uniforme!. Bajo su gracioso gorro de lana
la enferma se esfuerza para ver
el balanceo de sus pies, cómo se arrastraban
mientras recibe el peso de su cuerpo.
No hay ni inquietud ni impaciencia
ni rabia a la vista. La gracia
llena el molde limpio de este momento
y guardan silencio las hojas de todas las revistas.
(texto tomado del blog "por hache o por be", traducción de Hilario Barrero.)
Un poema que a mi me estremece.
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