lunes, 30 de diciembre de 2013
Leonora y los sueños
“Humberto, el niño más bonito de la ciudad, tenía ojos azules y chinos dorados”. “Humberto el bonito”, como “Juan sin cabeza” o “El monstruo de Chihuahua”, es uno de los cuentos para niños de Leche del sueño, un libro creado a partir de la libreta en la que la artista plástica británica Leonora Carrington guardó los cuentos que imaginaba e ilustraba para sus hijos. La libreta, que estuvo en poder del escritor chileno Alejandro Jodorowsky por veinte años, es recuperada ahora en una edición facsimilar, recientemente lanzada por el Fondo de Cultura Económica.
Dice Carrington que “Humberto el bonito” era también un poco antipático y le gustaba hacerle bromas a sus hermanas para ponerlas a llorar. Hasta que un día, una de ellas puso en la cama de Humberto un cocodrilo, que para sorpresa de esta cayó en el hechizo del niño y en vez de atacarlo le sonrió. “Desde entonces, Humberto y el cocodrilo son grandes amigos y, por supuesto, ahora el niño es todavía más antipático, pues siempre va a todas partes con él”, concluye el cuento.
Carrington perteneció al movimiento surrealista y vivió buena parte de su vida en México. En el prólogo a Leche del sueño , en una edición de 29 x 25 centímetros que viene en caja y con tapa de cuerina, Ignacio Padilla escribe: “Ella [Carrington] definitivamente estuvo presente cuando llegó la hora de que psicoanálisis y el arte pusieran al descubierto el secreto edificio del inconsciente, un edificio de perturbadora belleza que sigue recordándonos que no sólo somos nuestros sueños, sino que lo soñado dialoga con el niño que fuimos y que continuamos siendo”.
Lo bello de esta libreta es que el lector asiste a una de las formas del pensamiento de la artista, expuesto en su caligrafía clara y suelta. Sus tachaduras, las correcciones, sus subrayados, las mayúsculas y los puntos suspensivos que se fugan hacia el margen de la página, donde viven las ilustraciones, siluetas simples y a mano alzada en hojas arrugadas. Pero además, en el trazado de esos pequeños juegos íntimos y cotidianos, se perfila la Leonora mamá, que no por ello deja de ser la Leonora surrealista.
“Si el surrealismo y el cuento infantil son expresiones ordenadas de procesos caóticos, una libreta como esta, trazada por una artista como esta, debe por fuerza interpelarnos desde el punto preciso de la imaginación donde se encarna el trabajo artístico como ordenación sugerida del caos”, dice Padilla.
Hay un epílogo en el que Jodorowsky recuerda el día que conoció a Carrington, describe la naturaleza de su amistad y la comunión que llegaron a tener. Cuenta, también, que cuando él decidió regresar a París, tras una breve residencia en México, Carrington le regaló la libreta con la que entretenía a sus hijos de pequeños. Libreta que, pasados muchos años, él le devolvió a Gabriel Weisz, hijo de la artista. “Darle a ese niño adulto los cuentos, me hizo sentir como si extrajera de mi cuerpo una víscera sagrada que él necesitaba más que yo”, dice el escritor y psicomago.
En una breve nota que abre la edición, Gabriel Weisz le habla a su madre de tu y le dice, entre otras cosas: “Convertiste la calle y la casa en un lugar para fabricar ficciones, para que la imaginación pudiera desalojar lo cotidiano”. ¿Qué mejor regalo puede dársele a un hijo?
(reseña tomada del sitio "revista ñ", Clarín)
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