sábado, 23 de noviembre de 2013

Coca a la vista

La leche del pobre

En memoria de don Santiago Ramírez, último zapatero de la Condesa.

Lo intentaron decir en 1964 Juan Rulfo y Rubén Gámez en La fórmula secreta, una película que vio censurado su título original: Coca-Cola en la sangre.
“Yo la única película que hice se llamó La fórmula secreta. Originalmente se llamaba Coca-Cola en la sangre, pero le quitaron ese título porque pensaban que nadie iba a verla. Es la historia de un hombre al que le están inyectando Coca-Cola en lugar de suero y cuando empieza a perder el conocimiento siente unos chispazos de luz y la Coca-Cola le produce unos efectos horribles, y entonces tiene una serie de pesadillas y en algunas ocasiones habla contra todo”.
Eso dijo Juan Rulfo en la Universidad Central de Venezuela el 13 de marzo de 1974. En La fórmula secreta un mexicano es conducido dentro de un túnel “como si hubiera caído en la sonda de un remolino”.
Muchos de los espectadores entenderían muy bien la película si la vieran ahora, pero otros tal vez no alcanzarían a descifrar su mundo de referencias porque la profusión de marcas transnacionales en los anuncios espectaculares y en la televisión se acepta con aletargada naturalidad.
La Coca-Cola ha estado entre nosotros desde que nacimos, no importa a qué generación pertenezcamos: en las calles, los periódicos, las carreteras, en los pueblos más apartados de la sierra, en Chínipas, por ejemplo, o en Sahuaripa, con más incidencia que el logotipo del PRI. Tiene carbonato y sirve para sustituir el agua de los ríos que causan enfermedades gastrointestinales en las comunidades rurales. México es el país en que más se vende la “champaña negra”, como le dicen los italianos.
No se sabe si su fórmula sigue siendo secreta o un mito que mantienen sus fabricantes de Atlanta. Lo cierto es que contiene mucha azúcar, agua, coca descocainada, dióxido de carbono, ácido de limón o ácido ortofósforo, según el Diccionario de errores alimenticios más populares que publicaron en Alemania Uddo Pollmer y Susanne Warmuth. Para su aroma lleva tinturas de algarroba, hojas de “coca sin cocaína”, extracto de nuez moscada y agentes activos de miristicina y elemicina.
Estas sustancias se transforman en el hígado en anfetaminas como la MNDA, que químicamente está relacionada con la droga éxtasis, y cuyos efectos son los mismos que causa la mariguana: relaja y proporciona una agradable sensación. Se necesitan conocimientos de química para añadirle cafeína, que la tiene, entre otros ingredientes como destilados de lima, cacao, tinturas de hojas de mandarina y una pizca de jengibre. Los autores del Instituto Europeo de Alimentos advierten que la “chispa de la vida” contiene asimismo extractos de corteza de árbol de mimosa, canela, vainilla y un par de gotas de aceites etéricos especiales. Por cada litro de agua va un gramo de esta mezcla.
Las serpenteantes letras rojo “coca cola” del logotipo ya estaban en 1892, hace más de cien años, cuando la empresa invirtió 300 mil dólares en la prensa, en un millón de calendarios, en ceniceros, en diez millones de cajetillas de cerillos, en cinco millones de placas para los muros. “La repetición publicitaria habrá de penetrar como una gota de agua en una roca. Si se golpea ininterrumpidamente, el clavo se instalará en el cerebro”, decía uno de los publicistas de la época.


(Si levantas la vista para ver el reloj de catedral, antes habrás visto un espectacular del refresco que ha llevado a considerar la obesidad y la gordura un problema de seguridad nacional; si volteas a ver una ambulancia de la Cruz Roja que pasa gritona, habrás identificado sus colores con los emblemas de la Coca-Cola; si ves a la distancia el Cristo del Cerro de las Noas -en Torreón, Coahuila-, tus ojos, aunque no quieras, habrán divisado en la distancia cualquier slogan de esa empresa refresquera -ya en camiones repartidores, en los muros de adobe y ladrillo, en los rótulos de las narcotienditas, en los uniformes de los empleados de Sanborn's, en las placas con los nombres de calles y avenidas de cualquier ciudad de México-, etcétera.Quizá esto explique la amenaza silenciosa, o sea, la Diabetes. Nota de Federico Campbell, "Azúcar", en el sitio "río doce".)

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