sábado, 3 de agosto de 2013
LUIS BUÑUEL
Hace una semana estuve en la ciudad de México tres días y tres noches. La primera noche, mientras leía una novela echado en la cama King Size, en un paisaje adormecido por la quietud -ya había pasado en la calle el vendedor de tamales en su triciclo y ya había muerto en Dogville el pregonero de principios de siglo, Rufis Taylor-, escuché de pronto los jadeos característicos de la mujer que es poseída sin desconsuelo en la habitación de al lado. Ya no pude continuar la lectura de esa historia que se desarrollaba en un paisaje desértico de Israel. Me vi obligado a cerrar el libro con un separador en la página hasta ese momento recorrida morosamente.
Decidí encender la tele para combatir la cauda de imágenes que me sugerían los quejidos flamencos de al lado. Busqué y busqué con el mando el canal 22. Sin haber visto nunca la película que en ese momento corría, la identifiqué, simplemente por el reparto encabezado por Ernesto Alonso. Como las buenas películas, era una historia rodada en blanco y negro en una escenografía casi teatral, con las escenas en exteriores muy cuidadas, con un guión cercano a la composición dramática propia del teatro aristotélico: unidad de tiempo, espacio y circunstancia.
Otro hallazgo: la trama me recordó la noveleta de Felisberto Hernández, "Las Hortensias", que cuenta la historia de un hombre enamorado de las gemelas que lo desairan; que luego se consigue una especie de maniquíes desinflables a los que rellena de agua caliente para acariciarlas y sentir sus besos de fuego. En la historia del canal oficial, el 22, el escultor encarga un maniquí semejante a la mujer que pretende. Ahí encontré, en la cinta hallada casi a mitad de su inicio, parte de las obsesiones de su director, Luis Buñuel: el fetichismo que me remitió a la pata de palo de "Tristana" y al calzón nudoso de la heroína de "Ese oscuro objeto del deseo". Era la película el resultado de la adaptación de la novela de Rodolfo Usigli, "Ensayo de un crimen", que destacó en su tiempo -los años 50- como dramaturgo. Novela que no he leído ni tengo en mi acervo.
(texto tomado del muro del autor)
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