lunes, 29 de julio de 2013

Javier Sologuren (1921/2004 )

 El dardo

El río sensible como cuello de mujer al peso de las joyas nocturnas.
El lujo terrenal de las tinieblas sobre los muros vegetales.
La inclinada mitad de la tierra que se ilumina al paso de una pantera.
La luna de encrespadas cañas en las heladas orillas fluviales.
La melancólica continuidad de las olas
desplegadas con silencioso impacto en la distancia.
Los lechos murmurantes de la luz en el follaje último del cielo.
El país amurallado por el lápiz tenaz de los planetas.
La habitación, los alimentos henchidos de mortal palidez.
La mano que gira las invisibles poleas del sueño.
La pluma donde no corre sino la sombra del mundo.
El ojo humano, el frío humano, la captación del olvido.


(texto tomado del sitio "otra iglesia es imposible")


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