sábado, 20 de abril de 2013

J.M.Coetzee: la censura en Sudáfrica

Esta noche les voy a hablar sobre la censura, que para los escritores sudafricanos fue un hecho corriente hasta alrededor de 1990, cuando se empezó a desmantelar la legislación creada por el gobierno del apartheid. Bajo dicha legislación, para que un libro se pusiera a la venta debía contar con la aprobación de un comité anónimo de censores -anónimo en el sentido de que sus identidades no se daban a conocer-. La censura era el telón de fondo sobre el que se movía todo artista sudafricano: novelistas, dramaturgos, poetas, cineastas.
Como era de esperar, desarrollé un interés por la censura; no sólo por el sistema sudafricano sino por la censura como fenómeno histórico general. En su momento escribí un libro sobre el tema, que se publicó en Estados Unidos con el título Giving Offense (y más tarde en castellano como Contra la censura). Allí me refería a los efectos de la censura estatal no sólo en Sudáfrica sino también en la entonces Unión Soviética y en Europa del Este.
Mi interés en el tema resurgió recientemente cuando apareció un libro sobre el sistema de censura sudafricano llamado The Literature Police, de Peter McDonald, que es profesor en la Universidad de Oxford. La investigación que McDonald y un colega sudafricano llamado Hermann Wittenberg realizaron en los archivos de los censores ha sido toda una revelación, no sólo para mí sino para otros escritores sudafricanos de mi generación, ya que nos brindó una perspectiva íntima de cómo fueron observadas nuestras actividades por las autoridades de la época. Cuando digo “mi generación” me refiero a los escritores que llegaron a la madurez durante las casi cuatro décadas del gobierno del Partido Nacional, y ejercieron su profesión bajo la mirada del estado de apartheid.
Primero voy a explicar brevemente cuál era el propósito del sistema de censura sudafricano y cómo funcionaba. En la década de 1970, cuando empecé a publicar, el estado sudafricano estaba pasando de lo que yo llamaría la fase utópica del apartheid a lo que llamaría su fase realpolitik.
En la fase utópica, el partido gobernante creía que podía construir un muro alrededor del país para aislarlo del mundo, y luego, dentro de ese muro protector, organizar y dirigir una sociedad que se adaptaría lo más cercanamente posible -dado que el hombre es descarriado por naturaleza- a lo que dicho gobierno entendía como el mandato de Dios (siendo su Dios el Dios protestante de Calvino).
En la fase realpolitik, el partido bajó sus pretensiones. Se vio implicado en el escenario africano de guerra mundial -a veces guerra fría, a veces guerra abierta-, una guerra en la que la Sudáfrica blanca todavía podía a llegar a usar sus recursos minerales estratégicos para negociar un lugar en el bando ganador, que por supuesto sería el bando de Estados Unidos.
Uno de los instrumentos de control estatal, durante estas dos fases, fue la censura. (Recordemos que estamos hablando de una era pre-electrónica, en la que el único método de transmisión de textos era la impresión; un método incómodo, como vemos ahora en retrospectiva, que puede ser fácilmente interrumpido o suspendido). Los objetivos de este sistema de censura eran dos: primero, asegurar que la nación -refiriéndose en primer lugar a la nación blanca- no fuera infectada por lo que se consideraba la decadencia moral de Occidente, sino que por el contrario permaneciera fuerte, viril y confiada. Segundo, asegurar que la propaganda comunista no ingresara al país para brindar ayuda, consuelo e instrucciones a las fuerzas de la oscuridad.
En otras palabras, la censura tenía dos brazos: un brazo moral y un brazo político. Dada su visión del mundo en blanco y negro, del bien contra el mal, el estado sudafricano consideraba que ambos brazos se fortalecían mutuamente.
Durante la primera etapa, la utópica, el énfasis estaba puesto en la moralidad, en proteger a la población de las malas influencias morales. Durante la segunda etapa, la de la realpolitik, la buena salud moral ya no constituía un asunto urgente, en tanto y en cuanto la Sudáfrica blanca se mantuviera en el poder.
Hasta hace poco, la mayoría de los libros en inglés que se distribuían en Sudáfrica eran publicados en Inglaterra: la industria editorial local, al menos en lengua inglesa, era débil. Incluso la ficción sudafricana se exportaba a Londres en crudo (es decir, los manuscritos), y allí se pasaba a formato de libro y se reexportaba a Sudáfrica. Como se imaginarán, el hecho de que un editor en Londres decidiera si el manuscrito de un autor sudafricano debía o no debía publicarse tenía amplias consecuencias. De esta manera, por ejemplo, ciertos matices de lenguaje que sólo un sudafricano entendería quedaban fuera del texto, así como la mezcla de idiomas tan característica de la vida cotidiana en Sudáfrica. Lo que querían las editoriales inglesas, y lo que por lo tanto solía ofrecérseles, era una visión de la vida en Sudáfrica que tuviera toques de color local pero sobre todo fuera accesible al lector internacional.
Aclaro que esos tiempos han pasado. La situación del escritor en Sudáfrica ha cambiado para mejor, y se ha desarrollado una fuerte industria editorial local.
Quiero agregar también que la Sudáfrica de los ‘60 y los ‘70 no era en modo alguno el único estado que se esforzaba por controlar la moral pública a través de la censura. Australia, otra ex colonia británica en el remoto hemisferio sur, otorgaba enormes poderes a sus oficiales de aduana para que escudriñaran los libros sospechosos que entraban al país y los destruyeran con pretextos morales.
En Sudáfrica la ley requería que los importadores de cualquier clase de material semiótico, desde libros y películas hasta remeras con leyendas, presentaran dicho material ante las autoridades para que se verificara que el contenido no fuera inmoral o subversivo. El sistema lo manejaba un organismo llamado Directorio de Publicaciones, que en el caso de los libros derivaba los que entraban al país a uno u otro de sus comités de peritos lectores, conocidos también como censores, para su escrutinio. Mientras exploraba el sistema de censura, me fui interesando cada vez más en esos censores: en quiénes eran, cómo habían sido acercados al sistema y qué pensaban que estaban logrando.


(trozo de una ponencia por leerse la semana entrante en Argentina, reproducida del sito "revista ñ", Clarín, Buenos Aires.)

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