viernes, 15 de marzo de 2013
Álvaro Solís (1974 )
La noche entera
(fragmento)
Apoyado en la ventana te esperé la noche entera.
La noche era un camino que no se podía recorrer con calma,
extendía sus fronteras hacia donde no era posible esperar.
Porque el corazón no puede soportar las heridas que produce la esperanza,
la noche era un sesgo que nunca aprendí a tomar con sigilo.
Tú me atormentabas diciendo que llegarías más tarde
con la indiferencia que se da la hora a algún desconocido.
Mi corazón era un volcán extinto que de repente exhala pequeñas fumarolas recordando
el tiempo de erupción.
Pero aquel día mi paso fue más lento, y llegué tarde,
me esperabas con los jeans color rosa y tu cinta para el cabello y tus zapatos,
y tu bolso de mano y tu llavero y los rasgos de tu blusa y tu indiferencia del mismo color.
Parecías no advertir que te miraba, y pensé que estabas sola, que no esperabas,
que estabas muy lejos de casa, de los sabores resecos del invierno,
que no pertenecías a nadie, ni a ti misma,
mientras te maquillabas sin prisa mirándote al espejo y agachabas la cabeza como
avergonzada.
Ese día llegué tarde pero hicimos el amor con toda calma,
luego te pusiste mi camisa color vino
y pedimos comida china, relucían tus blancas piernas donde yo recostaba mi cabeza
para recordar tu gesto entristecido de la espera.
Porque la noche extiende sus dominios sobre todos los que anhelan el retorno de alguien
que nunca volverá,
mi corazón contiene aún las furias de aquel mar que siempre nos fue inalcanzable.
Nunca miramos el mar,
nunca entrecerramos los ojos para mirar el mar de abril.
(texto tomado de la e-review "Punto de Partida", no. 145.)
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