Edificio
En este edificio nuestros muertos
no se limitan a roncar. Tienen el privilegio
de renacer, de amar y de volver a morir.
Cada tarde suben en el ascensor, como los justos
suben camino del juicio ante Dios.
Y cada mañana bajan de nuevo, a incinerarse
en el horno de la caldera del edificio.
Por esto nuestro edificio emana un olor tan fuerte:
es el hedor que proviene de la cocina
de la muerte cotidiana. No de la otra.
Esa desprende un aroma excelso.
(texto tomado de "rima interna", de Martín López-Vega, El Cultural, traducción de él mismo.)
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