miércoles, 7 de noviembre de 2012

El País se desangra

Hace 22 años acudí al diario El País en solicitud de apoyo para crear un periódico en Guadalajara que fuera un “paisito”. Gracias a la generosidad de sus directivos, un grupo de tapatíos pudimos crear Siglo 21 que en efecto fue un pequeño paisito. No sólo por sus contenidos que fueron innovadores en el contexto del periodismo mexicano; también fue un paisito porque duró apenas seis años. Pero esa es otra historia.
El hecho es que durante sus 35 años de vida, el diario El País se convirtió en el referente periodístico del mundo iberoamericano y, sin duda, una de las cabezas editoriales más prestigiosas a nivel internacional. Hoy, El País está herido gravemente, quizá de muerte.
Y no tanto por sus problemas económicos o la huelga que ha estallado en su Redacción, sino por la crisis de valores éticos y libertarios que aqueja a la empresa, y que habían sido sus valores emblemáticos desde su fundación.
Como se sabe, este martes arrancó la primera huelga en la historia de este diario. 95 por ciento de la Redacción no acudió a las instalaciones, según reportes del Comité Profesional, y se duda que puedan imprimirse en condiciones regulares las ediciones de los tres días que durará la huelga. Este paro laboral obedece a las intenciones de la empresa de despedir a 149 que representan un tercio de la Redacción. Posteriormente la cifra ha sido reducida a 139 y la empresa ha mejorado las condiciones de despido, pero lejos de satisfacer las indemnizaciones que solicitan los trabajadores.
El tema podría ser preocupante pero explicable a luz de la crisis financiera que experimentan los diarios en todo el mundo. Pero en la ruptura de El País hay mucho más que un desencuentro de números entre el patrón y los trabajadores.
Ciertamente las mejores casa editoriales se han visto obligadas a reducir sus plantillas como resultado de la caída de lectores y anunciantes que ha provocado el advenimiento del mundo digital. Simple y sencillamente los jóvenes han dejado de leer diarios y revistas. The New York Times y Le Monde, o El Universal y Reforma aquí en México, como prácticamente todos los diarios, han disminuido sus nóminas. Los diarios se adelgazan en páginas y personal. El modelo de negocio que operó durante siglos ha dejado de funcionar.
El País mismo dio a conocer algunos números brutales al respecto: “La caída de la difusión en España en los últimos cinco años ha sido del 18%; en Estados Unidos, del 23%; en Reino Unido, del 20%; en Francia, 4%, y en Italia, del 19%. Desde 2008, año de inicio de la crisis económica, 67 cabeceras han cerrado en España y 8,000 periodistas han perdido su trabajo”.
El reclamo que propios y extraños hacen a El País es la manera con la que procedió a decidir y comunicar sus recortes: vertical y de forma autoritaria, según sus periodistas. El comportamiento de la empresa en los últimos años y en particular en esta coyuntura ha sido más propio de Wall Street o de la época franquista, dicen sus detractores, que de los criterios democráticos o humanitarios que propugna su ideario editorial.
El cambio de fondo se inicia con las desastrosas inversiones realizadas por el Grupo PRISA (propietario de El País, editorial Santillana, Cadena SER de radio, copropietario de Canal Plus y la W en México, entre otras) al intentar incursionar decididamente en la televisión de cable y en la expansión de radio a toda América Latina. El resultado es una deuda cifrada en 5 mil millones de dólares y que el grupo haya pasado de ser una empresa familiar (propiedad de los Polanco) a un consorcio dominado por bancos y fondos de inversión internacionales. El hombre fuerte y representante de estos grupos es Juan Luis Cebrián, director fundador del diario y CEO actual de PRISA. Para muchos, la trasmutación de El País de un diario emblemático alter ego de la democracia en España a una empresa contable y fría, es el reflejo de la transformación de Cebrián de periodista a tiburón financiero.
Las negociaciones con los trabajadores han sido conducidas por el actual director Javier Moreno, pero en un ambiente endurecido por el discurso del propio Cebrián. Los periodistas afirman que los recortes tan severos y las indemnizaciones castigadas son injustificadas porque si bien el grupo PRISA está en problemas, el diario El País ha sido rentable prácticamente hasta hace un año. Y personalizan la crítica al asegurar que los recortes son vergonzantes frente a los ingresos anuales de Cebrián que superan los 8 millones de euros.
El clima de hostilidad se incrementó en los últimos días ante la negativa de la empresa de publicar en el propio diario las posiciones y argumentos de los periodistas. Esto incluye la censura a la carta que algunos de los más prestigiados colaboradores externos y columnistas enviaron a la Redacción (léase al final).
En suma, es difícil predecir qué sucederá en los próximos días en el diario. Para profesionales y lectores voraces como el que escribe, leer El País cada día ha sido un deleite (cada mañana reviso los diarios mexicanos por obligación, y al terminar leo El País como premio). No carecía de errores de enfoque en temas polémicos, por supuesto, y se advertía que su línea editorial cada vez estaba más influida por los intereses económicos del grupo PRISA. Pero seguía siendo el mejor diario escrito en español.
Seguramente su crisis laboral habrá de resolverse de una manera u otra. La pregunta de fondo es si la calidad editorial terminará lastimada. Y peor aún, si sus páginas seguirán inspirando la legitimidad y el respeto que han merecido universalmente estas tres décadas.
 
 
(Análisis de Jorge Zepeda Patterson tomado del sitio "sinembargo".) 

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