jueves, 27 de septiembre de 2012

Tennessee Williams (1911/1983 )

Historia de una vida

Después de que os habéis ido a la cama juntos por primera vez,
sin la ventaja o desventaja de un previo conocimiento,
la otra persona a menudo te dice:
"Háblame de ti, quiero conocerte a fondo,
cuéntame tu vida". Y tú piensas que a lo mejor
quieren realmente, sinceramente,
conocer la historia de tu vida, así pues enciendes
un cigarrillo y comienzas a contársela, los dos
tendidos juntos, en posiciones totalmente relajadas
como una pareja de muñecos de trapo que un niño aburrido ha tirado sobre la cama.

Les cuentas tu historia, o tanta parte de ella
como el tiempo o un justo grado de prudencia te permiten, y ellos exclaman
oh, oh, oh, oh, oh,
cada vez un poco más débilmente hasta que el oh
es apenas un aliento audible, y entonces, desde luego,

ocurre alguna interrupción. Lentos camareros de hotel que suben
con una cubitera de hielos derretidos, o uno de los dos que se levanta a orinar
y se contempla, con leve asombro, en el espejo del baño.

Después, de lo primero que te das cuenta, antes de que hayas tenido tiempo
de retomar el hilo de la apasionante historia de tu vida,
es de que te están contando su vida, exactamente lo que habían querido hacer desde
           el principio,

y tú estás exclamando: oh, oh, oh, oh, oh,
cada vez un poco más débilmente, la última vocal al final
apenas un suspiro audible,
mientras el ascensor, a medio camino del pasillo la primera a la izquierda,
exhala un último, largo, hondo suspiro de agotamiento
y deja de respirar para siempre. ¿Entonces?

Bien, uno de los dos se queda dormido
y el otro hace lo mismo con un cigarrillo encendido entre los labios,
y así es cómo alguna gente muere achicharrada en las habitaciones de los hoteles.


(texto tomado de Barrero, Hilario,  Brooklyn en blanco y negro, Diario 2008-2009, ediciones Universos, col. Universos narrativos, no.5, impreso en España, 2011. Traducción del propio autor.)

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