lunes, 23 de julio de 2012

El País y el silencio

Estoy fortísimamente conmocionado y avergonzado: Cada día son desahuciadas y expulsadas de su vivienda 510 familias, como bien informa hoy mismo este periódico recogiendo cifras oficiales. Cada día, es decir, todos los días.
¿Cómo es posible que permanezcamos indiferentes o refugiados en la abstracta pena ante este crimen de Estado? ¿Cómo es posible que no desahuciemos de inmediato a una clase política y un Gobierno que lo permiten sin mover un dedo del poder que les hemos otorgado? ¿Cómo no ha estallado la revolución antes, ni después, de que esta noticia aparezca? ¿Cómo es posible que lo soportemos, cómo es posible que seamos tan viles? ¿Cómo es posible que permitamos que los bancos y banqueros sumidos en el desagüe del desgobierno y la malversación que nos ha llevado a la ruina consumen diariamente esta indecencia moral y comercial? ¿Qué es de esas familias al día siguiente y siguiente y siguientes de esa pena de muerte y sufrimiento a la que les hemos condenado sin nunca más saber de ellos? Yo abjuro de la España que tolera esto. Abjuro de sus políticos, a riesgo de ser catalogado de fascista por los pulcros y sabios popes comentaristas. Yo no juego a esta guillotina del amor. Yo no quiero caridad para ellos, los desahuciados. No quiero penas, no quiero absentismos políticos. Quiero que desahucien a todo el Gobierno y a su presidente y al rey de España de sus viviendas y pernocten desde hoy en la puta calle o en los albergues municipales si encuentran sitio. Quiero que se cumpla la Constitución, y, si no, me declaro antidemócrata. Quiero que al Presidente del Gobierno se le caiga la cara de vergüenza cada vez que la asome. Quiero que duerma en la calle entre cartones. Quiero que la vivienda sea el primer objetivo nacional, quiero que sea el primer rescate. Quiero que se pare esta barbarie, quiero que no echen ni a un español más de su casa. Quiero que quien quiera gobernar lo asuma como su primer empeño, hipotecando en ello su propia vivienda sin dación alguna. Quiero que los diputados, todos los diputados, de España cambien hoy mismo cuantas leyes hipotecarias o no sean preciso. Quiero que tengan decencia y no miren para otros asuntos. Quiero que se aplaudan entre ellos y en pie cuando las cambien. En la tribuna de invitados estaremos todos los españoles aplaudiéndoles también. ¿Es posible que unos banqueros con sus letras pequeñas y sus argucias y avaricias puedan más que todos nosotros? ¿Es posible que al Gobierno aún le parezcan poco los ibis y tasas con que nos acorralan para encima desahuciarles? ¿Es posible que esto ocurra en un país con cinco millones y medio de viviendas vacías? ¿Pero qué mierda de país es éste?


(¿Cabe la sistemática crítica de un diario español a un lider de izquierda que habría perdido las elecciones en México, cuando en la esquina de sus oficinas los deshauciados claman y maldicen a los bancos españoles que en el primer semestre del año 2012, "acarrearon" -como en la época dorada de la Conquista- millones de euros de los ahorradores esquilmados?, ¿acaso el cerebro de ese medio impreso y electrónico no ha pensado -es una suposición- que entre las plumas que le escriben y corrigen sus discursos al "Copetes", están destacados intelectuales orgánicos mexicanos colaboradores y columnistas de ese diario gachupín? Digo, por Dios. Nota de Arturo González, "La guillotina del amor", en Público on line.)

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