miércoles, 28 de diciembre de 2011

Martín Adán (1908/ 1985)

Dos fragmentos

Ramón se puso las gafas y quedó más zambo que nunca de faz y piernas. Dijo que sí y se llenó los bolsillos con las manos.Un lucero tembló en el cielo; otro lucero tembló más acá. El cielo estaba azul de noche, con hilachos de día, femenino, costureril. Las tijeras del viento sonaban como en una peluquería y uno no sabía si era el pelo de uno  lo que cortaban o la seda china del cielo. Humildemente, Ramón se despojó de esperanza, como si se hubiera despojado de su sombrero. -La vida y el que empezaba a vivir...Había que resignarse, cita Schopenhauer y resolló profundamente, como durmiendo-. Yo preferí Kempis a Schpenhauer. Nietzsche era un farsante. Ramón no había leído a Niezsche, pero sí había oído hablar del Superhombre. Él sabía que Superhombre era un alias de Firpo...


Ya ha principiado el invierno en Barranco; raro invierno, lelo y frágil, que parece que va a hendirse en el cielo y dejar asomar una punta de verano. Nieblecita del pequeño invierno, cosa del alma, soplos del mar, garúas de viaje en bote de un muelle a otro, aleteo sonoro de beatas retardadas, opaco rumor de misas, invierno recién entrado... El desayuno es una bola caliente en el estómago, y una dureza de silla de comedor en las posaderas, y unas ganas solemnes de no ir al colegio en todo el cuerpo...


(pasajes tomados de La casa de cartón, colección Lumía, Serie Narrativa, Textofilia, México, 2009.)

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