lunes, 7 de noviembre de 2011

El ahuehuete y el bonsai

MÉXICO, D.F. Obra completa, edición de Serge I. Zaïtzeff, Fondo de Cultura Económica, 2011. Si resucitara Julio Torri, que en su larga vida (1889-1970) sólo quiso publicar Tres libros, y viera que ahora es autor de un volumen de 700 páginas, ¿qué pensaría?

–Tú eres un enemigo militante de las obras completas (“odiosamente completas”, decía Nervo, su futura víctima). Yo no. Me parece importante recopilar todo el trabajo de un autor. Estoy muy agradecido a Zaïtzeff.
–Yo también. ¿Quién no? Lo que ha hecho por Torri y por tantos otros escritores de su época es impagable. Sin él habría una laguna inmensa en el conocimiento de nuestra literatura. Todo eso está muy bien. El problema es Torri.
–No entiendo por qué.
–¿Qué es una “obra”? ¿Todo lo que escribió una persona o nada más lo que quiso publicar?
–La paradoja es que si eres sobrio y austero y te niegas a multiplicar al infinito la incontenible proliferación de los libros (y todavía dicen que se están acabando), cuando te mueres acumulan en tu sepulcro hasta la última brizna que escribiste. En cambio, si eres fecundo y dejas ochenta títulos, a la vuelta de unos años quedarán reducidos a tres o cuatro. Es decir, no hay salida: o te alfonsoreyan o te juliotorrizan.
–Hace veinte años hablabas de ellos en términos del ahuehuete y el bonsai. Ambos me parecen indispensables.
–Tal vez pero ahora el ahuehuete, que es hermoso, produce oxígeno y atrae la indispensable lluvia, tiene todas las de perder. Privado del ambiente lacustre en que nació, el llamado Ciprés de Moctezuma sigue el destino del tlatoani que le dio nombre y lo cultivó en Chapultepec. Muy bello y muy antiguo, sí, pero se está secando y estorba el paso a la anticuada modernidad. Vamos a talarlo para dejar paso a los vehículos. Un ahuehuete es un obstáculo a la vialidad y a los condominios y además no deja ganancias a los gobernantes ni a las constructoras.
–¿Qué vas a hacer? No puedes trasplantarlo y meterlo en la sala de tu casa. El bonsai, en cambio, se ve muy bien como centro de mesa e ilumina hasta el más diminuto apartamento.
–En ese lugar no hay sitio para las Obras completas de Alfonso Reyes.
–Entonces haces una antología de 200 páginas. El inabarcable Reyes queda reducido al “mínimo y dulce” Julio Torri.
–Bueno, puedes informatizarlo.
–Eso pensé hace muchos años. No me resultó. Tengo los disquets. Imposible leer tantos libros en pantalla.
–Parece que el destino de todas las innovaciones al respecto es el que asignaba Umberto Eco a la fotocopia: uno las acumula para no leerlas nunca. Piensa en todo el papel gastado en impresiones de computadora, reservadas para un momento de lectura que no llega nunca.
–¿Qué hacer?
–No lo sé. Ojalá lo supiera. Por lo pronto, la victoria es total para el autor parco que puedes leer en una o dos tardes y llevar contigo adondequiera. Lo leo un fin de semana y me siento conocedor y hasta especialista. En cambio nadie puede abarcar sino en años de lectura toda la producción de Reyes.
–Te sientes culpable de no haber leído la ingente producción de un gran autor. En consecuencia, tiendes a menospreciarlo, a librarte de él.
–Sí, pero es mucho lo que te pierdes con el desdén.
–Otro recurso omnipresente consiste en decir: “Es muy disparejo”.
–Todo el mundo es disparejo, hasta los escritores más parcos y más pulidos.
–Entonces eliges un solo libro: “Me gustó mucho Residencia en la tierra. Los otros setenta libros de Neruda no me interesan”.
–Y eso ya es un triunfo, una gran suerte. Para que exista un solo Neruda son necesarios 999 poetas muertos que nadie lee ni volverá a leer jamás.
–Respecto a las disparidades, las reseñas del excelente Torri que figuran en esta Obra completa son pésimas y están escritas en un lenguaje burocrático.
–Se ve que las hacía con tanto desgano como sus clases. En este campo es imposible situarlo al mismo nivel que a Alfonso Reyes. Pero no importa. Lo que vale la pena rescatar de cada escritor son sus aciertos y sus buenos momentos. Para errores y fracasos me basta y sobra con los míos.
–Creo recordar entre brumas algo que también decías en aquella nota del ahuehuete y el bonsai: dentro de las Obras completas de Reyes hay un Torri que podemos rescatar y situarlo a la misma altura que su amigo.
–Sí, el que hizo tantos poemas en prosa y ensayos y narraciones en miniatura.
–México es el país de las miniaturas, la tierra de las pirámides y las pulgas vestidas.
–Pocos han sabido vestir pulgas como Reyes y Torri. La prosa que escriben entre los veinte y los treinta años, entre 1911 y 1919, digamos, es una maravilla. En esas páginas termina la literatura del modernismo, a la que tanto debemos, y comienza la literatura del siglo veinte.
–Estoy de acuerdo aunque no me gustan las afirmaciones absolutas. Por ejemplo, se ha hecho un lugar común afirmar que Reyes y Torri inician la corriente fantástica en la narrativa mexicana. No es verdad: el que la empieza es Amado Nervo.
–Sí pero nadie lo lee por culpa de las obras completas.
–Por lo demás, no lo son nunca. A este tomazo habría que añadir su Breviario sobre la literatura española.
–Pedro Henríquez Ureña infundió en sus discípulos –Reyes y Torri pero también Salvador Novo y Daniel Cosío Villegas y en Argentina Borges, nadie menos– que si recibías del pueblo tu posibilidad de escribir y leer deberías compensarlo socializando tus conocimientos. La divulgación era y es un deber y una necesidad.
–Qué lástima que después haya triunfado el miedo de ser tachado de divulgador. El especialista tiene razón en defender los saberes que tanto trabajo le ha costado adquirir, no en pugnar porque no llegue a otros fuera del claustro. Un erudito en Lope de Vega puede sonreír ante los trabajos en este aspecto de Reyes. Sin embargo, no le haría nada mal ilustrarse en otros de sus libros acerca de lo que por su misma especialidad ignora.
–Crónicas, artículos, traducciones, antologías, conferencias. Gracias a PHU no se encerraron en su obra llamada de creación. El trabajo divulgador y antologador de Borges es inconmensurable. Y quizá sin él no hubiera llegado a ser lo que es. Considera nada más el efecto de su Antología de la literatura fantástica en la narrativa hispanoamericana. La parte en dos épocas: antes y después de 1940.
–Y no te olvides de Torri como editor en los ahora reeditados “clásicos verdes” de Vasconcelos y en la colección Cvltvra que logró la permanencia de las letras en unos años de barbarie, de todos modos no comparable con la que estamos viviendo.
–Y que te hacen preguntarte para qué sirve la literatura si no logra impedir la violencia ni el salvajismo.
–Ningún poema logra detener a una AK47. Ninguna novela podrá impedir que el mundo entero se deleite con la repetición al infinito de la tortura y el linchamiento de Gadafi. Pero su función es otra. Lanzarse contra la literatura por su incapacidad de frenar todos esos horrores es como pedir la supresión de la medicina porque no ha logrado curar ni el cáncer ni el catarro.
–De acuerdo. Nadie que haya leído a Reyes y a Torri va a torturar ni a decapitar a nadie.
–Ojalá. Pero como decía Freud acerca de la pena de muerte, habría que preguntarles su opinión a los señores asesinos.


(Ensayo de José Emilio Pacheco reproducido de la revista Proceso on line.)

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