domingo, 9 de octubre de 2011

Zorra mil veces

Hay barreras inquebrantables. Y formas de actuar que te definen a pesar de todo. Aunque pidas disculpas, aunque llores amarga e intensamente, aunque jures que nunca más, ya hay un dato que sobrevuela su cabeza y que tiene más peso que todo lo mejor de ti. Al menos en la intimidad, y en el camino que recorréis día a día, que se encarga de poner a prueba las mejores intenciones.

Vulnerar la confianza es quebrantar la ley, es atacar a una convivencia que necesita exactamente lo contrario: fortalecer poco a poco lo que resulta más débil, mimarlo, reforzar lo positivo, ponerse en el lugar del otro para entender las demás opciones, esperar, ceder, acompañar. Conceptos muy amplios pero a la vez muy concretos, si existe un ser humano al que amas, y donde debes aplicarlos.
Algo no funciona cuando la rabia te lleva a escupir sobre su alma palabras concebidas sólo para herir y que cumplen su objetivo con creces. Porque esas palabras sacadas de contexto tienen significados tan variados como las circunstancias que las rodean, como la mismísima identidad. Es realmente aterrador, que una relación que nace para vivir el amor y disfrutarlo se desarrolle a través de rincones oscuros que te dejan tiritando y que no permiten, bajo ningún concepto, volver a empezar. Ya no. No hay marcha atrás. Ante la falta de respeto hay que cerrar la puerta y echar a andar.
La Audiencia provincial de Murcia se atreve a revocar una condena por amenazas a un hombre que llamó 'zorra' a su mujer, además de amenazar con verla en 'una caja de pino'. El juez del Olmo asegura que la palabra zorra no siempre entraña 'desprecio o menosprecio a la dignidad de la mujer' porque incluye otros significados que se refieren a una 'persona astuta' o que 'actúa con especial precaución'. Sí señor. Tanta astucia y tanta precaución que no supo que estaba durmiendo con su enemigo. Con alguien capaz de desear verla bajo tierra y de soñar con lo peor. Aunque fuera durante un instante. Como dijo Steve Jobs en la Universidad de Stanford, “si vives cada día como si fuera el último de tu vida, algún día tendrás razón”. Porque esto se acaba. En algún momento dejas de morder la manzana y paras de reír. Y de llorar. Desapareces. Por eso, no podemos tolerar ni un insulto, ni media sombra de una mano, ni un instante perdido en buscar otro significado a lo que sólo tiene una definición. Falta de respeto. O más. Violencia de género. Llámame zorra. Pero será la primera y la última vez que lo hagas.


(Si mal no recuerdas, la última vez que te dijeron "zorra" fue en Monclova, Coahuila, en el Museo Pape, no era en el contexto de "puta" sino en el sentido de "cabrona", "cruel", "fría y calculadora". Creo que hasta hoy te percatas que era en sentido de elogio. Y ni modo. Gracias, Javier. Nota de Cayetana Guillén Cuervo, tomada del blog 'ellas' de El Mundo.)

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