jueves, 8 de septiembre de 2011

CARTA A FERNANDO VALLEJO

Está muy bien ese premio, ya les tienes garantizado un show canino en Guadalajara. Llegarás con una veintena de canes a recordar que un hombre no vale un solo minuto de dolor de un perro. En parte le hallamos razón a tu cinismo (que viene de ci-ni-kan, κυνικός, de can, del clan de los perros). Esto no se arregla sino volviendo a las cavernas. Y volveremos. Pero entre cosas más aberrantes que el dolor de tus perros se cuenta la fabricación de envases de gaseosa, la extinción de los peces de río y las maquilas de manufactura China. Cada una es a su manera un ensayo general del fin del mundo. Notable avance sociológico el que no sean ya los nazis, ni los marfileros del Congo, ni los cruzados de camándula al pecho, ni las legiones del imperio romano quienes amenazan la vida. Esto me recuerda una historia que debes saber, pero que traigo a colación sólo por usar uno de tus recursos literarios, el anacoluto: Cesar describió en la guerra de las Galias el procedimiento para someter a los pueblos bárbaros: había que sitiar la ciudad hasta que la población acorralada por la sed y el hambre abriera las puertas; luego había que pasar cuchillo a los hombres y a los niños y esclavizar a las mujeres; finalmente, quemar la ciudad y, una vez quemada, esparcir sal sobre las ruinas para que ningún árbol retoñara en ella. Pero aun así había una pena mayor contra los pueblos que no se sometieran al mandato imperial: pasar a cuchillo hasta el último infante que hablara la lengua. Destruyendo la lengua, destruían la memoria y el pasado, y moldearían un pueblo nuevo sobre sus hembras fecundas. Tú has defendido tu lengua materna como sólo lo hace quien sabe que la estamos disolviendo ante un decreto imperial: con el ejemplo del uso. Has hecho una decena de novelas tal vez obscenas, exhibiéndote tú, y exhibiendo a los tuyos, pero no pornográficas, porque la pornografía es la ilustración del sexo explícito y la obscenidad la exposición de imágenes que producen estupor, si hemos de aceptar los términos de Coetzee. Has hecho dos biografías sobre dos dobles tuyos, ambos poetas, ambos desarraigados, y ya anticipaste la tercera sobre otro doble, un gramático. Has escrito sobre la ciencia, y sobre la iglesia católica, en términos despectivos, altisonantes. Dijiste que no escribirías más literatura tras tu último libro, pero aun así esperamos tener tus palabras hasta cuando ya no puedas. Quisiéramos saber cuál es tu opinión sobre los gatos, por ejemplo. ¿No merecen un panegírico por mitigar la soledad de los hombres, tanto o igual que el que amerita un perro? ¿Y qué tal tu definición de la globalización, cuando todo lo que crea el hombre se envejece hoy en un día? Te voy a contar una historia que parece sacada de la novela que te hizo famoso en los años 90s: en Colombia, los ladrones empezaron a matar a la gente para robarles el teléfono celular. Ante tales niveles de atrocidad, las trasnacionales de telefonía han acordado inutilizar los 50 millones de teléfonos robados. La legislación colombiana lo avaló, en la lógica autóctona del “si hay sicarios, prohibiremos las motos”. Sí, matan por robarte el celular, y las trasnacionales de teléfonos proponen bloquearlos para siempre, pero no explican qué hace un celular en el mercado costando un millón de pesos, dos salarios mínimos, no dicen por qué para un pueblo de arrastrados el celular se ha vuelto una huella de distinción y un producto de la canasta familiar. Los ladrones también saben de antropología del mercado. Nadie le preguntó a los sultanes de la telefonía por qué un celular con todas las funciones tecnológicas se promociona en las propagandas de televisión y de radio como un artículo de primera necesidad y distintivo de clase y al mismo tiempo se pone a la venta como un artículo suntuario de precio astrofísico. Esta perversión del mercado que alienta el delito pero luego lo encubre con nobles propósitos, es una de las manifestaciones más asquerosa del capitalismo salvaje. ¿Qué piensas tú de la era del capital? ¿Qué le dices a los vendedores de libros que temen al fin del formato y ponen en venta los dispositivos eléctricos enviados desde Estados Unidos? ¿Has oído el argumento imbécil de Bill Gates, que no sabe usar photoshop, pero aseguró que no descansaría hasta acabar con la tala de bosques? Sí, acabar con la tala de bosques para potenciar la explotación de Coltan, que yace también en los bosques. Acabar con la industria del libro para suplantarla por la industria de los dispositivos electrónicos y su salvaje obsolescencia. La industria editorial se amilanó ante la pujancia electrónica de los Estados Unidos y hoy en las ferias de libro (como en esa en que te darán el premio Juan Rulfo) es usual ver stands cargados solo de Kindle y de e-reader, supuestas bibliotecas electrónicas, que son borrables, que desaperecen si se va la luz o si un frustrado radical pone una bomba en Silicon Valley. Si yo fuera dictador, además de asesinar a quinientos millones de habitantes, mandaría prohibir los Kindle y los e-book. También los blackberry, y los dispositivos electrónicos desechables fabricados por millones. ¿Y tú qué harías de ser dictador, Fernando Vallejo? ¿Sabes acaso lo que es Facebook? ¿Sabes lo que ha hecho internet con la imaginación de los niños y los colegiales y las amas de casa? Ha provocado una concentración disminuida. Los índices de consumo de internet en Colombia son ridículos aun, como para que sean una muestra de la tecnolatrización global, pero aquí también las cifras demuestran que en internet se afianza una clase dominante que conduce los consumos, que sesga la información y censura los contenidos. Y esta clase acaba de firmar una ley para que los usuarios de internet puedan ser judicializados por retransmitir información peligrosa para los gobiernos “legítimos”. Los índices de internet están siendo analizados por el número de usuarios y no por el uso que hacemos de la tecnología. La triste realidad es que mientras los usuarios aumentan por millones, sólo aumentan por cuatro cifras la educación universitaria. Sólo 5 de cada 20 tiene acceso a computador personal, y 10 de cada 100 tiene acceso a banda ancha. Si un millón de colombianos lo único que sabe de internet es encender el computador y conectarse a Facebook, no hay nada qué hacer, seguimos en el tercer mundo. Internet es un monopolio económico que está centralizando todas las otras extensiones mediáticas (tv, cine, libros, prensa, radio). Mientras la información se concentra en Silicon Valley, legislamos para la servidumbre, prohibimos la piratería y la libre circulación del conocimiento, si es eso lo que circula. Cesar y sus legionarios han vuelto con sal y cuchillos. Estamos ante el mayor poder de control de censura y conocimiento que haya existido. Pero insistimos en creer que los dictadores árabes se van del trono con un simple tuiteo. ¿Qué piensas, Vallejo, de la palabra tuiteo, que aceptó la Real Academia como la versión en nuestro idioma de un mensaje enviado a través de la red twitter? ¿Qué piensas de esta expresión que capturé al vuelo hace solo un mes, a la salida de la casa de poesía Silva, la casa de la poesía como la llamas tú, donde acababa de presentarse el poeta Cees Nooteboom: “mándame un feisbukazo” (¿facebookazo?), pronunciada por un alevino de poeta. ¿Qué te dice la poesía actual? ¿Qué te dice este presente donde los premios literarios son una gaveta más del mercado? Me gustaría saberlo para extraer de tu pensamiento una moral y cruzarla con Schopenhauer, Céline y Thomas Bernhard. ¿Qué piensas de paso de estos escritores a cuya obra tanto adeuda la tuya? ¿Lo aceptas? ¿Los leíste? No te cuesta nada decirlo. Si es cierto, en algunos aspectos los superaste. Si es falso, no hay nada de qué avergonzarse, porque hay muchos casos de inspiración simultánea, de sincronicidad junguiana.


Un saludo, de parte de tu lector, Stanislaus Bhor


(el colombianomexicano Vallejo, que vive en unión libre con el escenógrafo David Antón desde hace un tiempo, amante de los perros como yo de mi vecina Luna -una perrita imprudente que me siguió a la parada del camión, donde la lastimaron y estuvo en cuarentena por malcriada y juguetona-, nombre quizá en homenaje a JL Borges, recibió esta cálida misiva, que se tomó del blog ElMagazín del diario El Espectador, de Colombia.)

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