domingo, 3 de julio de 2011

SICILIA Y LOS CHACALES

El miedo recorre Durango, se anida en los pueblos, ciudades, casas y personas. Matan y matan y tenemos miedo decir que nos están matando, somos como mansos corderos caminando hacia los verdugos. Nadie se atreve a hablar, porque los que lo han hecho, fueron asesinados en esta enmarañada red de complicidades, donde parece que la autoridad juega el rol del hampa y ésta el de la autoridad pero sin ley.

Nadie quiere hablar porque tiene familia, esposa, hijos y hasta nietos y andamos a ciegas en esta selva de criminales; por ello guardamos silencio aceptamos silenciosamente lo inmundo.

En esta desolación, fue un consuelo que llegara a Durango el poeta Javier Sicilia. La gente esperó cuatro horas para verlo y escuchar su mensaje. El pueblo ahí reunido no era como los que acuden a los mitines de los partidos. Autómatas que van por una paga y a gritar y aplaudir mecánicamente a ídolos de barro pestilente.

La gente que acudió a la cita con Javier Sicilia estaba viva, aunque muertos de miedo, pero ahí estaba cargando sus dolores, con heridas sin cicatrizar. Hijos llorando al padre que se lo llevaron y no saben si está muerto; la esposa clamando por aquel que fue arrancado del hogar y apareció como fiambre entre escombros y basura; La madre vieja y encorvada con un dolor inmenso que se le salía del cuerpo, por aquel hijo que fue hecho pedazos. Las consignas que gritaban les salían del alma, de muy adentro, al igual que las lagrimas que no podían contener. Lo que expresaban lo sentían. Cuánto dolor cerca de tanto dolor. Clamores y clamores aquella masa humana parecía un solo cuerpo, hermanada por heridas y dolores. Esta experiencia fue algo estrujante, brutal.

¿Porqué fueron estas gentes a ver a Sicilia? ¿Qué les movía, para que aguantaran cuatro horas de espera? Un poco de consuelo, alguien que los escuchara y comprendiera; alguien que comprendiera un idioma que no encierra las palabras. Alguien que los mirara a los ojos y mirara el infinito dolor de su alma. Era su única petición y su única esperanza, después de que el gobierno de aquí y de allá les volvió la espalda y se tapó los oídos y la boca. Todos los partidos les volvieron la espalda; todos los políticos les volvieron la espalda.

Para la clase política esta clase de dolores no estaba en su agenda. Nadie los escucho; Nadie los consoló. solo se tragaban su dolor en silencio.

Sicilia, un hombre maduro y mesurado, habló y lloró con aquellos llantos, juntaron sus dolores y coraje, porque todos tenían la misma herida y los mismos dolores. Como aquel niño que lo abrazo y el poeta dijo yo perdí un hijo y el niño expresó, yo perdí a mis padres. Era imposible contenerse ante estos cuadros, donde la realidad supera la ficción. El poeta no tuvo una respuesta para aquella señora que en una pancarta le expresó: "si te matan al esposo eres viuda; si te matan un padre eres huérfano, pero si te matan un hijo... ¿Cómo me llamo? solo abrazos y sollozos fue la respuesta.

Sicilia ya no hizo exhortaciones al corazón de los responsables, habló de resistencia civil. Quizá esta marcha le haga comprender que los chacales no tienen corazón y que el camino está en juntarnos todos y extirpar lo podrido, esta enfermedad que padecemos amerita de una cirugía mayor.
 
 
(Si nos atenemos al análisis del autor de esta editorial, Gabino Martínez Guzmán, los chacales abundan en las distintas iglesias, en todos los medios electrónicos y escritos, incluído el diario La Jornada y sus soldaditos de plomo y pomo, en Los Pinos y anexas. Nota reproducida del blog Libertad de expresión.)

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