jueves, 26 de mayo de 2011

LEONORA CARRINGTON (1917- 2011 )

La pintora Leonora Carrington ha fallecido de una neumonía en un hospital de la ciudad de México a los 94 años. La surrealista Carrington convivió con nombres como André Breton, Pablo Picasso, Max Ernst, Salvador Dalí, Octavio Paz, Remedios Varo, Luis Buñuel y Joan Miró. Nacida en una familia de industriales textiles en Lancashire, Reino Unido, en 1917, vivía en el país norteamericano desde hace casi 70 años. La joven Leonora pasó por varias escuelas religiosas, pero no encajó en ninguna por su espíritu rebelde. Carrington estaba casada con Imre Weisz, fotógrafo de origen húngaro, con quien tuvo dos hijos.

Antes, la pintora y también escritora sostuvo una relación amorosa con Max Ernst (1891-1976), quien la llevó a vivir tres años a París, donde participó en 1938 en una magna exposición con otras figuras del movimiento. Poco después, los nazis invaden Francia y el pintor alemán es detenido y trasladado a un campo de concentración. Entonces ella, desesperada, huyó a España primero y luego a Lisboa, ciudad en la que conocería a un escritor mexicano, Renato Leduc, con quien se desposó y marchó a vivir a México en 1941. Solo dos años después se divorciaron.
La escritora Elena Poniatowska, su amiga durante más de 50 años, ganó hace unos meses el premio Bibliteca Breve 2011 de Seix Barral con un libro sobre la vida de la artista titulado Leonora. Cuando publicó su libro, Poniatowska -que la consideraba tan grande como Frida Kahlo- dijo que "a Leonora no le interesaba nada de lo que se escribía sobre ella". Incluso dudaba que su amiga fuera a leer la obr. La escritora contaba que a Carrington, cuando le hacían un homenaje, "la mataban" porque "la subían a un estrado", le hablaban de Max Ernst, "un tema del que ella está superaburrida", y encima no la dejaban fumar.

Solitaria y reservada

Mujer solitaria y muy reservada, Carrington le contó a su amiga vivencias aterradoras, como cuando ingresó en un manicomio en Santander porque había perdido la cabeza a raíz de que su amor, Max Ernst, fuera detenido en Francia y trasladado a un campo de concentración. Ella llegó a alquilar un apartamento cerca del campo de concentración para poder visitarlo.
"La novia del viento", como la llamaba Ernst, logró "desarrollar su lenguaje pictórico, determinado por diversos temas como el mito céltico, el simbolismo alquímico, el gnosticismo, la cábala, la psicología junguiana y el budismo tibetano", publicó en 2003 la revista Artstudio Magazine.
De ella dijo el Nobel mexicano Octavio Paz que era "un personaje delirante, maravilloso", "un poema que camina, que sonríe, que de repente abre una sombrilla que se convierte en un pájaro que se convierte después en pescado y desaparece", informa Efe.
Algunas de sus obras más conocidas son The Inn of the Dawn Horse (autorretrato), 1936-37; Green Tea, 1942; Temptation of St. Anthony, 1946; And Then We Saw the Daughter of the Minotaure, 1953; The Magus Zoroaster Meeting his Own Image in the Garden (Brothers in Babylone), 1960, y March Sunday, 1990. Mientras que entre sus libros destacan La Casa del miedo, Memoria oval, Memorias de abajo, La puerta de piedra, El séptimo caballo y La trompeta acústica.
Entre otros reconocimientos, la reina Isabel de Inglaterra la condecoró con la Orden del Imperio Británico. En 2005, cuando estaba a punto de cumplir 90 años, declaro: "La idea de pintar o escribir algo surge así nomás, como cocinar o coser algo. Es un momento y ya, viene de manera natural".
El pasado abril, en la apertura de una exposición de figuras de bronce de Carrington, su hijo Gabriel Weisz dijo que "hay un pensamiento sagrado que nada tiene que ver con la religión, ese pensamiento es el que brota en la pintura de Leonora. Es un sagrado invento que se acerca a la pasión de sentir y al descubrimiento de un ojo nuevo, el que tenemos escondido y hasta olvidado", según publicó La Jornada.


(Cuando se colocaron sobre Paseo de la Reforma de la ciudad de México algunas esculturas de Leonora Carrrington, no faltaron los vándalos que se llevaron algunas, localizados más tarde, la autora se comunicó con ellos para avisarles que si no las devolvían les caería una maldición. Así se recuperaron. Nota de Salvador Camarena, tomada del diario El País.)

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