martes, 22 de marzo de 2011

LA MENDICIDAD EN MÉXICO

El problema no es solamente del gobierno, aunque le toque actuar en consecuencia junto con la Aduana Fronteriza de cuyos espacios se apoderan. Algo incumbe a las almas generosas que en aras de tranquilizar la conciencia o ser compasivas, fomentan la mendicidad, práctica en la que incurren los desacostumbrados al trabajo (recibir órdenes, sujetarse a un horario, ganar poco… ) y padres irresponsables que sin menoscabo exhiben a sus hijos y tienden la mano aunque en ello les lleve horas de asolearse, sufrir calor, aire, frío y peor, perder la dignidad al recibir insultos que no pocas veces les lanzan quienes al contrario de los altruistas los ven como estorbo o adefesio en la vía pública.

Son los pedigüeños apostados en los puentes internacionales, concretamente el de Córdova, donde hay niños lisiados sostenidos por un adulto o en silla de ruedas, con letreros que solicitan la ayuda para “mis pampers”; músicos que en otras circunstancias se escucharían mejor; ancianos desvalidos o ciegos; mujeres en estado de gravidez sujetando a un infante para quien piden ayuda. Hay también menores pidiendo para “mis útiles” y como detalle folclórico, mujeres y niñas tarahumaras a quienes antes sólo se les veía ofreciendo canastas, yerbas medicinales y pinole.
No son uno, ni dos… son muchos mezclados con vendedores de flores, churros, agua, artesanías, periódicos y demás, a su vez posesionados de los puentes, cuya osadía les permite, a veces, avanzar unos metros al lado norteamericano. El espectáculo simplemente deprime, duele y molesta, y es otra de las imágenes negativas que la ciudad proyecta.Es precisamente en esas inmediaciones por donde se pretende empezar a cambiar la imagen de Juárez, con un concierto a cargo de figuras mundiales que hasta ahora no se ha dicho si tendrán la valentía de pasar de la joroba del Puente Libre y si advertidos de nuestra circunstancia se animarán a hacer un recorrido para conocer los pocos atractivos que quedan, pregunta oficiosa dado el terror a la inseguridad y a la contaminación de nuestra idiosincrasia que despertamos en los de afuera.
Como sea, los indigentes en los puentes internacionales y en los principales cruceros citadinos, son muestra del detrimento y a su vez, parte de los agobios que se tienen encima, tantos que ya ni siquiera atención se pone en personas que sin provocar conflictos violentos (eso se cree) se suman a la cadena de males que debieran evitarse ergo demandan silenciosamente cumplimiento de los derechos constitucionales sobre alimentación, salud, trabajo, educación.
Con ellos no se tomaron la foto los actuales gobernantes y sus precedentes tampoco. Curiosamente no se les ve en los grandes mítines políticos donde las ofertas de mejoría se hacen sin distinción, aunque sí deben estar incluidos en los 43 millones de mexicanos en pobreza extrema. Los sociólogos, trabajadores sociales, derechohumanistas y quienes se desgarran las vestiduras por el prójimo no han puesto sus ojos en ellos ni se hacen portavoces de sus necesidades. Sólo los miran centenares de automovilistas que hacen su trayecto de El Paso a Juárez todos los días.
Hay aquí organizaciones altruistas para todos los males o percances que pueda sufrir y enfrentar cualquier persona: niños de la calle, con cáncer, con parálisis o alguna deformidad o simplemente desvalidos frente al abandono de quienes los procrearon; apoyos para becas así como instituciones de bienestar para los ancianos y para los indígenas. A través del redondeo en los centros comerciales se pide contribución para muchas de esas organizaciones y los juarenses responden. Contamos escuelas superiores que con frecuencia levantan encuestas y hacen estudios sobre la pobreza, pero todavía no hay alguna que haga algo en torno a pordioseros y los indague para precisar si realmente están en los extremos en que se exhiben explotando la generosidad de la gente.
Autoridades y sector privado están preocupadas por la imagen de la ciudad enturbiada por hechos de violencia y gastan millones en campañas para mejorarla; sin embargo, no hacen nada por eliminar el espectáculo de la indigencia subida de tono en espacios tan susceptibles como los puentes internacionales.
La solución no está, como seguramente piensan las autoridades, en retirarlos con la fuerza policíaca como tantas veces lo han hecho. Está en hacer algo por cada uno de ellos canalizándolos a las instituciones de beneficencia a las que más se apoyaría si realmente se viera interés en solucionar este problema social perceptible incluso al interior de centros comerciales donde también se les ve pidiendo “para comer”.


(Quizá la mendicidad sea tan ancestral como el hombre. Lo cierto es que no se necesita vivir en una urbe fronteriza como Ciudad Juárez ni industriosa como Guadalajara o Monterrey, la plaga de langostas de los pordioseros abunda a donde vayas. Desde aquél que llega con una bolsa vacía de suero para diálisis, aquella mujer que no puede pagar la estancia de un niño hospitalizado, hasta aquel que va a viajar al poblado vecino y distante una hora o la indígena que pide una moneda o un trozo de pan. ¿Falta de oportunidades para estudiar, ausencia de ofertas de empleo o simple comodidad o pura poltronería? Todo junto.Nota de Adela S. González, Diario de Juárez.)

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