miércoles, 2 de marzo de 2011

EL VASO MEDIO VACÍO

Como si no bastara con el reclamo de la gente por la inseguridad, por los miles de muertos en sus primeros cuatro años de su gobierno y con la creciente intensidad de las críticas a su manera de encarar el problema del narcotráfico, esta semana Felipe Calderón viaja a Washington D. C. para que Barack Obama, su principal aliado en su guerra contra los carteles, le aclare qué quiso decir cuando dijo que el asesinato del agente de Inmigración Jaime Zapata en México obligaba a un "cambio en las reglas del juego".

La inusual advertencia pública, que implicaba una crítica a la conducción del combate a las drogas en México, tuvo una respuesta inmediata e intemperada del presidente mexicano. Sin referirse directamente al caso de Zapata, Calderón defendió a sus tropas y se lanzó contra los diplomáticos estadounidenses, incluyendo al actual embajador en México, Carlos Pascual, acusándolos de dañar la relación distorsionando los hechos y desprestigiando sin razón a las autoridades mexicanas.
Y es en medio del evidente desencuentro actual entre ambos países donde ahora se da el sorpresivo anuncio de la visita de Calderón a Washington esta semana. A unos días de que tuviera lugar una redada en la que participaron más de tres mil autoridades federales, estatales y municipales conducida en las principales ciudades de Estados Unidos y en la que arrestaron a más de 450 sospechosos de estar vinculados a los carteles mexicanos y decomisaron grandes cantidades de drogas y armas de fuego para mostrar que "Estados Unidos no tolerará ataques contra sus agentes".
Así las cosas, Calderón debería llegar a Washington con sus propias sugerencias para cambiar las reglas del juego. Por ejemplo, si hace ya más de 40 años que empezó el combate contra las drogas y el consumo en Estados Unidos sigue igual, ¿no sería prudente convocar a una conferencia global para concertar los términos de lo que debería ser una nueva política para tratar el problema? Y que conste que no abogo por la legalización de las drogas, sino por una convocatoria a una conferencia mundial para explorar alternativas.
Si nada inhibe el apetito por las drogas de los norteamericanos, pero a las agencias antidrogas les toma una semana asestar golpes espectaculares como el de la semana pasada, ¿por qué no lo hacen todas las semanas si saben perfectamente dónde y cómo operan los carteles?
Al mismo tiempo, habría que exigirle a Obama que se faje los pantalones y enfrente a la Asociación Nacional del Rifle apoyando la propuesta elaborada por la AFT, que obligaría a los vendedores de armas a reportar ventas múltiples de armas largas a un mismo individuo.
Una propuesta de modestos alcances que inexplicablemente el presidente no quiso abanderar. Muy probablemente el arma que utilizó el asesino del agente Zapata fue comprada en Texas, Arizona o California.
Por su parte, Obama debería exigirles a los mexicanos una reforma integral de su sistema de justicia, que impida que criminales como el implicado en el caso de Zapata sean liberados porque la Procuraduría de Justicia no acredita adecuadamente sus acusaciones o por la corrupción de los jueces.
Otra sugerencia necesaria sería pedirle a Calderón que juntos, el Ejecutivo y el Congreso mexicano, promulguen una ley que permita a las autoridades civiles investigar con rigor y transparencia las acusaciones de violaciones de los derechos humanos en contra del ejército mexicano.
Si este es el sentido del cambio de reglas que Obama propone para combatir el vicio americano y sus consecuencias en América Latina y ahora también en Estados Unidos, bienvenido sea el anuncio. Reunirse para limar asperezas y continuar igual no es una opción respetable.


(Nota tomada del diario colombiano El Tiempo, autor: Sergio Muñoz Bata: "Cambio de las reglas del juego".)

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