martes, 8 de febrero de 2011

TEPEHUANOS INVISIBLES

Llegan arrasando con todo. Unos y otros. Primero vinieron por las cosechas, luego por las mujeres jóvenes, algunas todavía niñas; después por los campesinos y sus líderes. Se apoderan de sus tierras, ranchos y casas. Hasta que hay alguien que les planta cara.

Estaban cansados de la extorsión constante. Celebraron la Navidad con una temperatura bajo cero. Era 26 de diciembre y un comando de 10 hombres con ropa militar y encapuchados llegó al poblado Tierras Coloradas en el municipio de El Mezquital a unas doce horas de camino a la ciudad de Durango. No era la primera vez que los hombres del Chapo Guzmán se acercaban para amenazar a sus pobladores.
Esta vez el líder de la comunidad tepehuana, Vicente Cabada Chamorro les hizo frente. No se lo esperaban. Corrieron cuando Vicente les empezó a disparar. Creyeron que se sometería. Lo pagó caro. Murió en el ataque, pero antes alcanzo a matar a uno de ellos.
Los indígenas sabían que los hombres del Cártel de Sinaloa volverían a vengar a su hombre. Se pusieron de acuerdo y alrededor de 50 familias se fueron al monte. La zona boscosa de la Sierra de Durango ha sido su casa por generaciones, así que decidieron irse con lo puesto, dejando a alguno para vigilar sus pertenencias. Hicieron bien. Dos días después la gente del Chapo volvió. Esta vez eran entre 60 y 70 hombres que predieron fuego a 37 casas y 27 vehículos. Arrasaron con todo: clínica, escuela, tienda Conasupo...
Estuvieron vagando por la Sierra, luego acordaron irse rumbo a la capital. Llegaron el 6 de enero y contaron su historia a las autoridades. El gobierno dijo que era un problema entre cárteles rivales, ya que los campesinos habían vendido droga a los Zetas y por eso los del Cártel del Golfo se vengaron.
En esta zona, como en muchas otras de México son los cárteles los que colocan a las autoridades. Los capos ponen y quitan alcaldes, gobernadores, directores de penales, jefes de policía, mandos militares... el dinero de la droga compra voluntades.
La Fiscalía de Durango reconoció finalmente la agresión el 12 de enero y desde entonces prometieron ayudar a los indígenas. Han pasado varias semanas desde entonces y nada se ha hecho. No han cumplido. Los indígenas mexicanos (el 12 por ciento de la población) son invisibles, no están representados en las instituciones y el racismo lo padecen de muchas formas.
Impasibles, indolentes, las autoridades observan como los tepehuanos deambulan en la capital del Estado sin tener a dónde ir. La mayoría no habla español. Otros en cambio, decidieron volver a la Sierra: “Están debajo de los pinos, por ahí en las cuevas, por allá a la intemperie pues”, dice Alejandro Aguilar, quien sustituyó a Vicente.
Lo perdieron todo. Su pueblo se reduce ahora a un montón de escombros y se añade a la larga lista de pueblos fantasmas.


(El blog 'agresiones cotidianas', de Sanjuana Martínez, se publica en el diario El País, donde da cuenta de la violencia de cada día contra las mujeres, los niños y los indígenas, en este caso contra los índigenas diseminados en distintos puntos de la sierra de Durango, que desde tiempos inmemoriales han sufrido despojo por parte de los mestizos, criollos y ahora los distintos grupos del cártel de las drogas, también distribuídos en el territorio mexicano y con la complicidad y complacencia de políticos de distintas siglas.)

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