jueves, 3 de febrero de 2011

BERTOLUCCI, 1972

La actriz Maria Schneider, fallecida hoy a los 58 años víctima de un cáncer, trabajó a lo largo de su carrera con bastantes cineastas emblemáticos: Michelangelo Antonioni, Jacques Rivette, Claude Chabrol, Franco Zeffirelli... Sin embargo, su trayectoria interpretativa quedó asociada para siempre a un solo papel: el que interpretó en el largometraje de Bernardo Bertolucci El último tango en París. En la película encarnaba a Jeanne, una joven atada a Paul (Marlon Brando), varón maduro de 45 años, por un pacto de sexo estricto. Ambos intentan poner en práctica el ideal de mantener relaciones carnales sin mezclarlas otro tipo de emociones o de informaciones (deciden que ni siquiera deben revelarse sus propios nombres).

La desgracia de que su trayectoria artística quedara vinculada a aquel personaje tuvo, incluso, un agravante: que dentro de la película una sola escena es la que ha quedado grabada para los restos en el inconsciente colectivo de las diversas generaciones que se han ido acercando a ella. Es el momento de deseo desaforado en que Marlon Brando decide sodomizarla ayudado por el efecto lubricante de un paquete de mantequilla. Cuenta la leyenda que lo que reflejan los fotogramas ocurrió realmente. Schneider ya no consiguió sacudirse la fama que le reportó aquel trabajo.
Tenía tan sólo 19 años cuando rodó El último tango en París y desde aquel momento caminó siempre sobre el filo de la navaja, entre drogas y depresiones. Ella, ya envuelta en un halo de malditismo, reveló en alguna ocasión que aquella película había influido muy negativamente en su estabilidad psíquica posterior. Fue una especie de trauma que la acompañó toda su vida.
Schneider ya no quiso volver a desnudarse delante de las cámaras. Aún así quedó convertida, junto a otras actrices como Brigitte Bardot, en un símbolo de la liberación sexual. Professione: reporter, de Antonioni , Merry Go-Round, de Rivette, L'imposteur, de Luigi Comencini, o La Baby-sitter, de René Clément, fueron algunas de sus principales apariciones en la gran pantalla.


(México, 1972: los intelectuales se dividían en dos, aquéllos que habían visto en Europa "El último tango en París", de Bertolucci y los que escuchaban la sinopsis que anclados vivían en el Tercer Mundo. El uruguayo Jorge Ruffinelli fue de los afortunados que la vio y escribió una nota, en que advertía que nunca llegaría a México la película rodeada de un aura negra, en ese entonces el paisano de Benedetti vivía en Xalapa, Veracruz. Pero la película fue exhibida al poco tiempo en la Cineteca Nacional. A partir de ahí, el aura saltó de la cinta a la actriz, de quien incluso se dijo era lesbiana, no talentosa. La historia retrataba a más de una generación que se identificaba con el actor y la actriz, manejados magistralmente por el italiano Bertolucci. Nota tomada de El Cultural, suplemento de El Mundo.)

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