domingo, 1 de agosto de 2010

EL REGRESO

Regresas a casa como se llega
a ciudad Cementerio: despacio
callado, con los cirios elocuentes
desbordados.

Vuelves a tu feudo donde
nadie habita: los libros sellados,
las puertas empolvadas,
la tarde cargada de presagios.

Escuchas las campanadas inexorables
como plazos marcados hace siglos
por un dios obstinado, sordo
y ciego a todo.

Cuando cruzan las ambulancias
con el hombre decapitado
y sin entrañas: sabes que es otra
premonición que nadie advierte.

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