UNA MARCA
Siempre me desesperó tu mano encantadora por la cicatriz
desfigurando la palma
anulando al azar las líneas de herencia
con su señal.
Tú dirías, Pon tu mano
en la mía.
Pero yo la retiraría tímida, asombrada
de lo que incendiaría si
como la yegua que hiciste por sí misma respetable
como si en alas
la yegua con su rastro resbalara sobre el hielo
fuera de nuestra puerta
la yegua que tú herraste
con acero
extraído del fuego
con mano desnuda.
Hasta el día que dejé tu casa, mi mano
firme entre las tuyas
-el día que elegí para que me entregaras en matrimonio.
(texto tomado de internet, traducción: Uriel Martínez)
jueves, 29 de abril de 2010
domingo, 11 de abril de 2010
domingo 1
Además de escuchar al jazzista argentino Gato Barbieri, acometer sin rubor una siesta de más de una hora, elaborar un spaguetti rústico y mezcarlo con vegetales que se dan en abundancia en tierras semidesérticas del centro-norte de mi domicilio, este domingo lo he derrochado en el ocio y la vagancia en una celda de seis por cuatro, mientras las cortinas eran llevadas y traídas por un ventarrón impredecible
Eran casi las 16 horas cuando, obligado por el tedio, salí de casa con dos cintas, una del alemán Wim Wenders y otro de un talentoso cineasta mexicano, autor de la celebrada Temporada de patos, que, yo intuía, dejaría en casa de Laura, una mujer a merced de la limpieza de su casa, que poco a poco va acondicionando para cuando llegue el momento de la jubilación. Ahí, en un rincón, planea tener un estudio, no sé si con chimenea para los inviernos crudos, no sé si con una lámpara para los libros necesarios en la noche, las madrugadas y el café de las primeras horas de la mañana. Ahí, en esa casa, pasea y se echa cerca de las visitas, Harry, un hush puppies de mirada piadosa y orejas gachas, atento a la charla de los adultos.
Eran casi las 16 horas cuando, obligado por el tedio, salí de casa con dos cintas, una del alemán Wim Wenders y otro de un talentoso cineasta mexicano, autor de la celebrada Temporada de patos, que, yo intuía, dejaría en casa de Laura, una mujer a merced de la limpieza de su casa, que poco a poco va acondicionando para cuando llegue el momento de la jubilación. Ahí, en un rincón, planea tener un estudio, no sé si con chimenea para los inviernos crudos, no sé si con una lámpara para los libros necesarios en la noche, las madrugadas y el café de las primeras horas de la mañana. Ahí, en esa casa, pasea y se echa cerca de las visitas, Harry, un hush puppies de mirada piadosa y orejas gachas, atento a la charla de los adultos.
martes, 6 de abril de 2010
ventarrones
Sin que nadie los espere aparecen los ventarrones que botan de cuajo árboles, casas y sombreros. Hasta donde se sabe no han levantado de tierra niños, ancianos ni coches abandonados, pero tampoco se han llevado sueños, sólo la razón de alguien propenso a perder la cabeza, el piso y el sentido de la coherencia. Así, hemos visto a sujetos dedicados a la política, la mercadotecnia y la cultura que de un momento a otro son víctimas del mal tiempo, los azares de las preferencias electorales y, obvio, la falta de sentido común que vuelan por los aires y sus gritos, por lo común, incoherentes, perder piso y lanzar voces de auxilio sin que nadie los escuche, ya perdidos en la distancia...