El Bosco
El Diablo hocicudo,
ojipelambrudo,
cornicapricudo,
perniculimbrudo
y rabudo,
zorrea,
pajarea,
mosquiconejea,
humea,
ventea,
peditrompetea
por un embudo.
Amar y danzar,
beber y saltar,
cantar y reír,
oler y tocar,
comer, fornicar,
dormir y dormir,
llorar y llorar.
Mandroque, mandroque,
diablo palitroque,
¡Pío, pío, pío!
Cabalgo y me río,
me monto en un gallo
y en un puercoespín,
en burro, en caballo,
en camello, en oso,
en rana, en raposo
y en un cornetín.
Verijo, verijo,
diablo garavijo.
¡Amor hortelano,
desnudo, oh verano!
Jardín del Amor.
En un pie el manzano
y en cuatro la flor.
(Y sus amadores,
céfiros y flores
y aves por el ano.)
Virojo, pirojo,
diablo trampantojo.
El diablo liebre,
tiebre,
notiebre,
sepilipitiebre,
y su comitiva
chiva,
estiva,
sipilipitriva,
cala,
empala,
desala,
traspala,
apuñala
con su lavativa.
Barrigas, narices,
lagartos, lombrices,
delfines volantes,
orejas rodantes,
ojos boquiabiertos,
escobas perdidas,
barcas aturdidas,
vómitos, heridas,
muertos.
Predica, predica,
diablo pilindrica.
Saltan escaleras,
corren tapaderas,
revientan calderas.
En los orinales
letales, mortales,
los más infernales
pingajos, zancajos,
tristes espantajos
finales.
Guadaña, guadaña,
diablo telaraña.
El beleño,
el sueño,
el impuro,
oscuro,
seguro
botín,
el llanto,
el espanto
y el diente
crujiente
sin
fin.
Pintor en desvelo:
tu paleta vuela al cielo,
y en un cuerno,
tu pincel baja al infierno
("trianarts")
lunes, 30 de marzo de 2020
sábado, 28 de marzo de 2020
Horacio Castillo (1934/2010 )
Generación
Animales de carne y hueso, con un poco de luz irremediable
[en los ojos,
a veces nos creíamos criaturas heroicas
y corríamos a las plazas. Escuchábamos
bellísimas palabras, las voces se otorgaban idéntico calor
y sentíamos el placer de la acción.
Pero luego, entre ruinas, comiendo el pan del sobreviviente,
comprendíamos. Y al salir el sol,
mientras los escarabajos emergían de las piedras,
avivábamos el fuego para ahuyentar la peste
y llorábamos por la siguiente generación.
("el trabajo de las horas")
Animales de carne y hueso, con un poco de luz irremediable
[en los ojos,
a veces nos creíamos criaturas heroicas
y corríamos a las plazas. Escuchábamos
bellísimas palabras, las voces se otorgaban idéntico calor
y sentíamos el placer de la acción.
Pero luego, entre ruinas, comiendo el pan del sobreviviente,
comprendíamos. Y al salir el sol,
mientras los escarabajos emergían de las piedras,
avivábamos el fuego para ahuyentar la peste
y llorábamos por la siguiente generación.
("el trabajo de las horas")
viernes, 27 de marzo de 2020
Raúl Henao (1944 )
El loco
¿No son los rostros en la multitud
rostros de mi propio sueño y locura?
En mi presencia el espíritu del vino
trueca la alquería del mercader
en columna de fuego,
el taller del plomero
en estrella matutina,
las calles en rios de dorada cerveza.
En la brújula loca de mis palabras
se conjuran por igual el manantial
y la hoguera, la ceniza y el diamante.
Soy colmena en boca de león
lámpara que flota en la marejada.
Soy bufón de mi enamorada la espiga.
He pagado mi boleto de vuelta al barquero infernal.
En la luna de marzo comeré mi porción de rosas.
("poemaspoetas")
¿No son los rostros en la multitud
rostros de mi propio sueño y locura?
En mi presencia el espíritu del vino
trueca la alquería del mercader
en columna de fuego,
el taller del plomero
en estrella matutina,
las calles en rios de dorada cerveza.
En la brújula loca de mis palabras
se conjuran por igual el manantial
y la hoguera, la ceniza y el diamante.
Soy colmena en boca de león
lámpara que flota en la marejada.
Soy bufón de mi enamorada la espiga.
He pagado mi boleto de vuelta al barquero infernal.
En la luna de marzo comeré mi porción de rosas.
("poemaspoetas")
miércoles, 25 de marzo de 2020
Juan L. Ortiz (1896/1978 )
Fui al río...
Fui al río, y lo sentía
cerca de mí, enfrente de mí.
Las ramas tenían voces
que no llegaban hasta mí.
La corriente decía
cosas que no entendía.
Me angustiaba casi.
Quería comprenderlo,
sentir qué decía el cielo vago y pálido en él
con sus primeras sílabas alargadas,
pero no podía.
Regresaba
—¿Era yo el que regresaba?—
en la angustia vaga
de sentirme solo entre las cosas últimas y secretas.
De pronto sentí el río en mí,
corría en mí
con sus orillas trémulas de señas,
con sus hondos reflejos apenas estrellados.
Corría el río en mí con sus ramajes.
Era yo un río en el anochecer,
y suspiraban en mí los árboles,
y el sendero y las hierbas se apagaban en mí.
Me atravesaba un río, me atravesaba un río!
(del muro fb de john better)
Fui al río, y lo sentía
cerca de mí, enfrente de mí.
Las ramas tenían voces
que no llegaban hasta mí.
La corriente decía
cosas que no entendía.
Me angustiaba casi.
Quería comprenderlo,
sentir qué decía el cielo vago y pálido en él
con sus primeras sílabas alargadas,
pero no podía.
Regresaba
—¿Era yo el que regresaba?—
en la angustia vaga
de sentirme solo entre las cosas últimas y secretas.
De pronto sentí el río en mí,
corría en mí
con sus orillas trémulas de señas,
con sus hondos reflejos apenas estrellados.
Corría el río en mí con sus ramajes.
Era yo un río en el anochecer,
y suspiraban en mí los árboles,
y el sendero y las hierbas se apagaban en mí.
Me atravesaba un río, me atravesaba un río!
(del muro fb de john better)
lunes, 23 de marzo de 2020
Margaret Randall (1936 )
Dibujándolo un sombrero
Cómo hacer que todos se olviden de quién sos
hablando todo el tiempo de eso.
Cómo hacer para que todos se acuerden
exactamente de quién sos
sin mencionar eso jamás.
Eso:
el elefante en la sala
o escondido en el dibujo del Principito,
dibujándolo un sombrero ante los ojos sin imaginación.
Orgulloso, brilla sobre tu piel.
Nadie puede borrarlo.
Se lo honra en todos los idiomas,
protagonista por fin,
como él mismo, del show.
("altazor", versión sandra toro)
Cómo hacer que todos se olviden de quién sos
hablando todo el tiempo de eso.
Cómo hacer para que todos se acuerden
exactamente de quién sos
sin mencionar eso jamás.
Eso:
el elefante en la sala
o escondido en el dibujo del Principito,
dibujándolo un sombrero ante los ojos sin imaginación.
Orgulloso, brilla sobre tu piel.
Nadie puede borrarlo.
Se lo honra en todos los idiomas,
protagonista por fin,
como él mismo, del show.
("altazor", versión sandra toro)
sábado, 21 de marzo de 2020
Uriel Martínez (1950 )
foto de carlos segura pérez
HERIDAS LATENTES:
JUAN TOVAR,
ARMANDO GARCÍA Y DARÍO GALICIA
Uriel Martínez
1.
Hace cuarenta años subió por vez primera a
escena la obra La madrugada, corrido de la muerte y atroz asesinato del
General Francisco Villa, original del dramaturgo Juan Tovar (Puebla, 1941-2019), pieza en que desde la
primera página el autor fija su "arte poética", a propósito de su
visión social del papel que cumple el teatro en la memoria del pueblo. Ahí
confiesa: "Representar el pasado es repasar el presente. Contamos
historias viejas para ir corriendo la nueva, como la máscara nos otorga cara
con qué mirarnos a la luz del sol que es otro cada día". Es
decir, repasamos el pasado como necesidad de entender el presente y para
trazarnos un futuro más claro, quizá producto de la reflexión y asimilación de
hechos sucedidos en nuestra historia. En el caso de esta obra, revisar
críticamente el fenómeno social más destacado en las primeras décadas del siglo
XX, la Revolución Mexicana a partir del liderazgo de uno de sus caudillos más
entrañables: Doroteo Arango.
Su autor precisa su visión de hechos sucedidos hace más de un siglo: “La
Revolución no murió de muerte natural. La mataron a mansalva, y la embalsamaron
con tan mala maña que ya es pura pudrición. Y todavía su alma en pena alumbra
la noche de los corazones. Cada generación trae su nostalgia de ese momento en
que la tierra se quiso libre y jugó el todo por el todo.” (1)
A lo largo de cuatro décadas, Juan Tovar desarrolló una saga sobre la
historia de su país: ya se ocupaba de Antonio López de Santa Anna en ” Manga de
Clavo”, de Antonieta Rivas Mercado en”
El destierro”, del México prehispánico en” Las adoraciones”. Puede afirmarse
que Tovar tomó la estafeta que le heredaron dramaturgos como Rodolfo Usigli con
” El gesticulador” (1938) y Sergio Magaña con “Moctezuma II” (1953) y “Los
signos del zodíaco” (1951). Piezas que trazaron un hito en la primera mitad del
siglo pasado.
Dentro de su quehacer como docente, Juan Tovar
impartió cursos para actores en formación,
guionistas de cine y televisión y de dramaturgia. En la década de 1980 estuvo
al frente de un taller de composición
dramática en la UAM a donde asistió Armando García (Trancoso, Zacatecas, 1952-2013),
quien pronto iniciaría la aventura escritual de “ María Santísima”, quien a su
vez retoma episodios de la historia para recrearlos en ”Dónde quedó la
Revolución Mexicana” , ya como entrenador actoral en la Universidad de
Chapingo. Pero de qué trata “María Santísima”. El poeta David Huerta escribió:
2.
“Nadie sabe dónde
están los habitantes del pueblo de María Santísima. De un día a otro han
abandonado sus casas. Han dejado vacía la iglesia del lugar.” Ellos , los
prófugos, han llegado al desierto. Pero el desierto no tiene fin, es inmenso
como el mar y vivo, cambiante como el mar, es un ancho camino en que se cruzan
todos los abismos; es el dominio del
vendaval y la duna; la pesadilla de la arena quemante, infierno de día y
ventisca de noche. Guiados por Jacinto, el líder mesiánico, tras ellos van el
cacique del pueblo y el obispo de la región y sus guardias blancas. Los
peregrinos buscan la tierra prometida, una utopía llamada Herida de Cristo. Esa
es la meta trazada antes de huir de su pueblo. (2)
Corría
el año de 1986 cuando ocurrió la consagración de Armando García como dramaturgo,
a sus 34 años de edad. A partir de “María Santísima”, bajo la dirección de Luis
de Tavira, se le comparó con Miguel de Cervantes por las afinidades entre su
obra y “El cerco de Numancia”, con Juan Rulfo y sus criaturas que huyen del
hambre y la miseria en “Nos han dado la tierra” y “¡Diles que no me maten!”,
con García Márquez y las escenas líricas; la fusión en el espectáculo de teatro, danza,
cine y composiciones plásticas que remitían al Francisco Goitia de “Tata
Jesucristo”, a lienzos de Manuel Rodríguez Lozano y Ricardo Martínez. Según Severino Salazar (3): la puesta en
escena de MS se convirtió inmediatamente
en un éxito de taquilla y de crítica.
Como señaló el
crítico Bruce Swansey en su momento (4): “El encuentro entre Armando y De
Tavira sin duda es afortunado: texto y montaje colaboran en un proceso que
atrapa el delirio, el desierto, la utopía libertaria y crean un escenario en el
que mágicamente aparecen y desaparecen –devorados por la arena- sillas,
palomas, cadáveres”.
Después de su
intervención actoral en “La madrugada”, de ocuparse como docente en el Centro
Nacional de las Artes (Cenart), en el Instituto de las Artes de la universidad
de Hidalgo y en la de Chapingo y de haber colaborado como creador en el grupo
de danza Barro Rojo, Armando García Martínez murió a los 61 años de cáncer en
los huesos. Era el 30 de abril del año 2013. Dejó sus manuscritos inéditos del
drama aquí comentado y de “Antígona”, una paráfrasis del clásico griego y de
“Dónde quedó la Revolución Mexicana”, además de cuentos, poemas y de crítica.
3.
Conocí al poeta
Darío Galicia en la Facultad de Filosofía y Letras (UNAM) alrededor de 1975,
ambos coincidíamos en los talleres de poesía impartidos en la misma
Universidad, coordinados por los chiapanecos Óscar Oliva y Juan Bañuelos. Él
tendría 22 años y el cuerpo espigado y armonioso como aquellos que se han
entrenado en la danza; portaba bufanda y vestía pantalón de pechera (overol) de
mezclilla azul. Leía a Virginia Woolf y a Sylvia Plath en tanto asistía a
Letras Inglesas. Usufructuó la beca Salvador Novo para poetas jóvenes y pronto
sufrió dos aneurismas cerebrales. Ahí empezó la decadencia de su salud y de su
cuerpo e inteligencia brillante; y nació gradualmente su leyenda.
Se
decía que Darío había sufrido una lobotomía a petición de sus padres para
borrarle sus inclinaciones a la poesía y las sexuales. Estuvo desaparecido de
los corredores de FyL una temporada. Cuando apareció ya no era aquel muchacho
de porte de dandy con un cigarrillo en la punta de los dedos, de cuellos altos,
de mascada o bufanda. Ahora tenía un ojo semicerrado y hablaba y caminaba
lento. Quizá un día se recobraría.
El poeta Darío Galicia (1953-2019)
publicó en vida dos poemarios, “Historias cinematográficas” (BUAP, 1987) y “La
ciencia de la tristeza” (UNAM, 1994), posteriormente reunidos en un solo
volumen en 2019 en Barcelona (Ediciones sin fin) con este último título.
Crecía la leyenda negra del poeta de padres humildes y ancianos: vivía en
una vecindad, hijo de una madre costurera y un papá taxista, quienes lo
encerraban en un clóset como castigo a su vocación. Se le había visto
fugazmente en el centro histórico de la ciudad de México, a las puertas de una
librería donde gritaba: “Yo soy Carlos
Monsiváis” o “Yo soy Carlos Fuentes”; y
proseguía su camino con sus bolsas y sus pertenencias. Se le había observado
entrar en un café y restaurante Sanborn’s
en actitud de quien busca a alguien o busca un lugar para sentarse
(quizá a pedir un vaso de agua). Antes de recibir un desaire de las meseras o
de una queja de algún cliente, el poeta abandonaba el lugar.
Aquél Darío Galicia Piñón fue comparado con un dandy que se le vio un día
atravesar las Islas de Ciudad Universitaria antes de dirigirse a la delegación Iztapalapa, donde vivió sus últimos
años, aquejado de diabetes:
“Suyo es el testimonio de que a las 9 de la noche ‘el humo de
las fábricas cercanas/ ha llenado mi habitación’. Unidades habitacionales destartaladas,
el drenaje corroído por la iniquidad, el rencor social picándolo todo. Óscar
Wilde en Iztapalapa, a merced de conejos y chacales…” (5)
El poeta “renació” de modo efímero gracias al fotógrafo
Javier Narváez que lo capturó vagando por el Centro Histórico, la escritora Ana
V. Clavel hizo un reportaje de investigación (6), con gran impacto en las redes
sociales y quien propuso hacer aportaciones voluntarias para el Darío en
desgracia y con una salud precaria. Ese mismo años, 2019, se le organizó una
comida por la escritora y sus antiguos amigos Infrarrealistas. El poeta recibió
una máquina manual Olivetti Lettera y una carta de su amiga poeta, actriz y
bailarina Vera Larrosa. Como regalo de cumpleaños. Era 24 de julio, su
cumpleños 66, sin saberlo fue a un tiempo la despedida pues falleció en un
hospital público el 30 de diciembre de ese año.
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
(1)
Tovar,
Juan,“La madrugada, El destierro, Las adoraciones”, edición Universidad Autónoma Metropolitana, col.
Molinos de Viento, México, 1981.
(2) Huerta, David, “Peregrinos
alucinados”, revista Proceso, México, 6 septiembre 1986.
(3) Salazar, Severino, “Zacatecas, cielo
cruel, tierra colorada. Poesía, narrativa, ensayo, teatro (1868-1992)”, Conaculta,
(4) Swansey, Bruce, “María Santísima”,
revista “Proceso”, 19 julio 1986.
(5) Guzmán, Mario Raúl, epílogo a “La
ciencia de la tristeza”, Barcelona, 2019.
(6) Clavel, Ana V., “Darío Galicia: el
Infra que faltaba”, suplemento cultural “Laberinto”, diario Milenio, 7.VI.2019
Dogville, febrero- marzo 2020
viernes, 20 de marzo de 2020
Elisa Díaz Castelo (1986 )
Credo
Creo en los aviones, en las hormigas rojas,
en la azotea de los vecinos y en su ropa interior
que los domingos se mece, empapada,
de un hilo. Creo en los tinacos corpulentos,
negros, en el sol que los cala y en el agua
que no veo pero imagino, quieta, oscura,
calentándose.
Creo en lo que miro
en la ventana, en el vidrio
aunque sea transparente.
Creo que respiro porque en él pulsa
un puño de vapor. Creo
en la termodinámica, en los hombres
que se quedan a dormir y amanecen
tibios como piedras que han tomado el sol
toda la noche. Creo en los condones.
Creo en la geografía móvil de las sábanas
y en la piel que ocultan. Creo en los huesos
sólo porque a Santi se le rompió el húmero
y lo miré en su arrebato blanco, astillado
por el aire y la vista como un pez
fuera del agua. Creo en el dolor
ajeno. Creo en lo que no puedo
compartir. Creo en lo que no puedo
imaginar ni entiendo. En la distancia
entre la tierra y el sol o la edad del universo.
Creo en lo que no puedo ver:
creo en los ex novios,
en los microbios y en las microondas.
Creo firmemente
en los elementos de la tabla periódica,
con sus nombres de santos,
Cadmio, Estroncio, Galio,
en su peso y en el número exacto de sus electrones.
Creo en las estrellas porque insisten en constelarse
aunque quizá estén muertas.
Creo en el azar todopoderoso, en las cosas
que pasan por ninguna razón, a santo y seña.
Creo en la aspiradora descompuesta,
en las grietas de la pared, en la entropía
que lenta nos acaba. Creo
en la vida aprisionada de la célula,
en sus membranas, núcleos, y organelos.
Creo porque las he visto en diagramas,
planeta deforme partido en dos
con sus pequeñas vísceras expuestas.
Creo en las arrugas y en los antioxidantes.
Creo en la muerte a regañadientes,
sólo porque no vuelven los perdidos,
sólo porque se me han adelantado.
Creo en lo invisible, en lo diminuto,
en lo lejano. Creo en lo que me han dicho
aunque no sepa conocerlo. Creo
en las cuatro dimensiones, ¿o eran cinco?
Creí fervientemente en el átomo indivisible;
ahora creo que puede
romperse y creo en electrones y protones,
en neutrones imparciales y hasta en quarks.
Creo, porque hay pruebas
(que nunca llegaré a entender),
en cosas tan improbables e ilógicas
como la existencia de Dios.
("argonáutica")
Creo en los aviones, en las hormigas rojas,
en la azotea de los vecinos y en su ropa interior
que los domingos se mece, empapada,
de un hilo. Creo en los tinacos corpulentos,
negros, en el sol que los cala y en el agua
que no veo pero imagino, quieta, oscura,
calentándose.
Creo en lo que miro
en la ventana, en el vidrio
aunque sea transparente.
Creo que respiro porque en él pulsa
un puño de vapor. Creo
en la termodinámica, en los hombres
que se quedan a dormir y amanecen
tibios como piedras que han tomado el sol
toda la noche. Creo en los condones.
Creo en la geografía móvil de las sábanas
y en la piel que ocultan. Creo en los huesos
sólo porque a Santi se le rompió el húmero
y lo miré en su arrebato blanco, astillado
por el aire y la vista como un pez
fuera del agua. Creo en el dolor
ajeno. Creo en lo que no puedo
compartir. Creo en lo que no puedo
imaginar ni entiendo. En la distancia
entre la tierra y el sol o la edad del universo.
Creo en lo que no puedo ver:
creo en los ex novios,
en los microbios y en las microondas.
Creo firmemente
en los elementos de la tabla periódica,
con sus nombres de santos,
Cadmio, Estroncio, Galio,
en su peso y en el número exacto de sus electrones.
Creo en las estrellas porque insisten en constelarse
aunque quizá estén muertas.
Creo en el azar todopoderoso, en las cosas
que pasan por ninguna razón, a santo y seña.
Creo en la aspiradora descompuesta,
en las grietas de la pared, en la entropía
que lenta nos acaba. Creo
en la vida aprisionada de la célula,
en sus membranas, núcleos, y organelos.
Creo porque las he visto en diagramas,
planeta deforme partido en dos
con sus pequeñas vísceras expuestas.
Creo en las arrugas y en los antioxidantes.
Creo en la muerte a regañadientes,
sólo porque no vuelven los perdidos,
sólo porque se me han adelantado.
Creo en lo invisible, en lo diminuto,
en lo lejano. Creo en lo que me han dicho
aunque no sepa conocerlo. Creo
en las cuatro dimensiones, ¿o eran cinco?
Creí fervientemente en el átomo indivisible;
ahora creo que puede
romperse y creo en electrones y protones,
en neutrones imparciales y hasta en quarks.
Creo, porque hay pruebas
(que nunca llegaré a entender),
en cosas tan improbables e ilógicas
como la existencia de Dios.
("argonáutica")
miércoles, 18 de marzo de 2020
Alejandra Pizarnik (1936/1972 )
Sombra a los días a venir
a ivonne a. bordelois
Mañana
me vestirán con cenizas al alba,
me llenarán la boca de flores.
Aprenderé a dormir
en la memoria de un muro,
en la respiración
de un animal que sueña.
("altazor")
a ivonne a. bordelois
Mañana
me vestirán con cenizas al alba,
me llenarán la boca de flores.
Aprenderé a dormir
en la memoria de un muro,
en la respiración
de un animal que sueña.
("altazor")
lunes, 16 de marzo de 2020
Louise Glück (1943 )
El espino
Al lado tuyo, pero no
de tu mano: así te miro
andar por el jardín
de verano: las cosas
que no pueden moverse
aprenden a mirar. No necesito
perseguirte a través
del jardín; en cualquier parte
los humanos dejan
señal de lo que sienten, flores
esparcidas en el polvo del camino, todas
blancas y doradas, algunas
levemente alzadas
por el viento de la tarde. No necesito
seguirte adonde estás ahora,
hundido en la ponzoña de este campo, para
saber la causa de tu huida, de tu humana
pasión, de tu rabia: ¿por qué otra cosa
dejarías caer todo aquello
que has acumulado?
("zenda libros", traducción eduardo chirinos)
Al lado tuyo, pero no
de tu mano: así te miro
andar por el jardín
de verano: las cosas
que no pueden moverse
aprenden a mirar. No necesito
perseguirte a través
del jardín; en cualquier parte
los humanos dejan
señal de lo que sienten, flores
esparcidas en el polvo del camino, todas
blancas y doradas, algunas
levemente alzadas
por el viento de la tarde. No necesito
seguirte adonde estás ahora,
hundido en la ponzoña de este campo, para
saber la causa de tu huida, de tu humana
pasión, de tu rabia: ¿por qué otra cosa
dejarías caer todo aquello
que has acumulado?
("zenda libros", traducción eduardo chirinos)
domingo, 15 de marzo de 2020
José Revueltas (1914/1976 )
buenosairespoetry
Nocturno de la noche
para efraín huerta
Cuando la noche;
cuando los espejos reciben el asombro culpable de los adulterios
y las sillas saben de las torpes pisadas;
cuando los libros se quedan abiertos como una película de pronto detenida
y los cigarrillos sólo son un recuerdo de angustias y desvelos, quemados para siempre;
cuando los números Palmer del mediocre joven meritorio
son un feroz y enloquecidamente acariciado anhelo de abrazarse por sorpresa
a la Amparito o a la Chole
en un mentido vuelco aéreo del Luna Park;
cuando las prostitutas ofrecen su seco y taciturno sexo a los inspectores
o a las escalofriantes agujas de los que le ponen Roberto o Gustavo;
cuando una gringa en lo alto de un hotel lleno de cafiaspirina
bebe el horroroso brandy desesperadamente sin parar
con el triste frenesí salvaje que cuenta Duhamel;
cuando en las abandonadas conserjerías de latón sólo se sabe ya
del chillido de la niña loca del conserje;
cuando la rubia insidia de la Western Union grita con las pipas
de los colonos que ya no se escriba
sino se cablegrafíe,
que ya no se sueñe
sino se asesine,
que ya no se llore
sino se pisoteen los vientres embarazados;
cuando la noche;
cuando las pistolas de aire y la soldadura autógena
que cada vez parece más una enfermedad de los dientes,
entonces oigo torrentes furiosos de semen que corre por las calles
como entre caños de sombra y de injurias:
semen impuro y vicioso de horrendos señoritos,
destilado en las esquinas oscuras, en los pasillos de los cines
y en los mingitorios.
Semen con la decrepitud alucinante del ojo que mira por la cerradura
en el cuarto del hotel donde la joven pareja se ha sepultado para siempre.
Semen cien veces maldito de las sombras de los jardines.
Cuando el crimen y los papeleros se duermen en la calle.
Se sucede sin fin, ignorándose a sí mismo atormentado,
con una falsa alegría de labios relamidos y de placer gratuito,
sin pensar en la sangre derramada,
sin pensar en el limpio, puro y desvestido espacio,
sin pensar en la música y el aire,
sin pensar en la vida.
Es preciso, es preciso, es preciso que se caigan los muros,
que cesen los venablos de angustia que nos han atravesado,
que quede nada más un grito clamando, herido eternamente,
y una sobrehumana colérica voluntad como ramas de un árbol furioso
para golpear hasta el polvo y el aniquilamiento.
Cuando la noche.
Cuando la angustia.
Cuando las lágrimas.
Octubre de 1937
(en muro fb de orlando guillén)
sábado, 14 de marzo de 2020
Ernesto Cardenal (1925/2020 )
foto
Vi a una muchacha...
Vi hace muchos años desde un bus en Virginia o Alabama
una muchacha rosada, con pantalones azules
subida a una escalera, cortando manzanas
(la madre llamando desde adentro)
y otra muchacha, la hermana, pantalones azules
pintando de blanco el porche de la casa
-Y miraron hacia el bus que pasaba y aceleraba.
El tiempo ha pasado como el bus de la Greyhound
pero quedaron, a pesar de los años, la pintura
fresca en el porche
la brocha chorreando
la mano en la manzana, las miradas
hace años, una mañana, Virginia o Alabama
el estado está olvidado.
("cómo cantaba mayo")
viernes, 13 de marzo de 2020
Santos Domínguez Ramos (1955 )
trianarts
En ti ya solo llueve
Eras el que robaba el fuego transparente,
el que cantaba en sueños con sílabas oscuras
y en ti ya solo llueve.
Hay tormenta en el sol, y aquí la tarde ruge
sobre las tejas rotas y sobre los recuerdos
con esta luz sin dueño, con esta obstinación
de rueda rutinaria.
Como quien lleva a cuestas un saco de cenizas,
de sombras congeladas al borde de una herida
y las deja esparcidas en un recinto oscuro
de sangre impetuosa que no corre
del corazón al centro sigiloso del tiempo,
habías dejado escrita, como en un epitafio,
la luz indescifrable de la desolación.
Con la fragilidad del vértigo y la fiebre
del viento desatado que ruge en los planetas
o en la frente del lento animal de la tarde
y el jadeo de su espanto cuando el sol se despeña,
era un largo silencio lo que venía rodando
desde el fondo insondable de la noche,
del mar que llueve ahora sobre tu rostro solo.
("trianarts")
miércoles, 11 de marzo de 2020
Joan Larkin (1939 )
Vida después de la muerte
Soy más vieja que mi padre cuando se volvió
de oro y dejó su cuerpo con el hígado usado
en el Hospital Faulkner de Jamaica Plain. Yo no creo
en la vida después de la muerte, no sé dónde estará
su carne ahora que terminó de pudrirse sobre sus huesos
largos en el cementerio judío —debe ser el único
converso abajo de esas filas y filas de lápidas.
Una vez, mientras lavaba los platos en una cocina angosta
lo oí silbándome detrás. Se me heló la nuca.
Desde esa vez nunca me volvió a pasar algo así. Pero esta mañana
íbamos juntos en un avión a Virginia. Yo tenía 17,
estaba embarazada y con miedo. Me esperaba un aborto,
la cama de huéspedes de mi tía empapada de sangre, mi madre
gritaba — y él decía que los chicos se meten en problemas—
ahora lo estoy entendiendo: eso era el perdón.
Creo que si hubiera vivido habría cambiado y crecido
pero qué hubiese hecho con mi aluvión de palabras
después de que, mientras el avión aterrizaba en
Richmond a plena luz del día y la azafata caminaba
entre las filas de asientos con su pollera impecable
y la blusa metida adentro, me dijo en voz baja
Nunca le cuentes esto a nadie.
("revistaaltazor", versión de sandra toro)
Soy más vieja que mi padre cuando se volvió
de oro y dejó su cuerpo con el hígado usado
en el Hospital Faulkner de Jamaica Plain. Yo no creo
en la vida después de la muerte, no sé dónde estará
su carne ahora que terminó de pudrirse sobre sus huesos
largos en el cementerio judío —debe ser el único
converso abajo de esas filas y filas de lápidas.
Una vez, mientras lavaba los platos en una cocina angosta
lo oí silbándome detrás. Se me heló la nuca.
Desde esa vez nunca me volvió a pasar algo así. Pero esta mañana
íbamos juntos en un avión a Virginia. Yo tenía 17,
estaba embarazada y con miedo. Me esperaba un aborto,
la cama de huéspedes de mi tía empapada de sangre, mi madre
gritaba — y él decía que los chicos se meten en problemas—
ahora lo estoy entendiendo: eso era el perdón.
Creo que si hubiera vivido habría cambiado y crecido
pero qué hubiese hecho con mi aluvión de palabras
después de que, mientras el avión aterrizaba en
Richmond a plena luz del día y la azafata caminaba
entre las filas de asientos con su pollera impecable
y la blusa metida adentro, me dijo en voz baja
Nunca le cuentes esto a nadie.
("revistaaltazor", versión de sandra toro)
martes, 10 de marzo de 2020
Carlos Battilana (1964 )
Hay un bosque helado…
Hay un bosque helado
dentro de mi pecho:
se trata
de una tierra
en círculo
que contiene
pequeños abrojos
algas
alguna cosa que parece
tremenda
Hay un bosque helado
dentro de mi pecho,
y nada
resulta
más torpe
que ocultar
sus tejidos
sus hojas amarillas
su agua
("ramitas")
Hay un bosque helado
dentro de mi pecho:
se trata
de una tierra
en círculo
que contiene
pequeños abrojos
algas
alguna cosa que parece
tremenda
Hay un bosque helado
dentro de mi pecho,
y nada
resulta
más torpe
que ocultar
sus tejidos
sus hojas amarillas
su agua
("ramitas")
domingo, 8 de marzo de 2020
Uriel Martínez (1950 )
En el barrio
1
Por mi barrio son frecuentes los asesinatos, la desaparición forzada de mujeres a altas horas del día, los accidentes carreteros que obligan al desvío del río caudaloso de vehículos y transportes colectivos chatarra, de la senda sin abrigo de predicadores, mesías y enviados de Dios.
2
En mi barrio son pan de cada día los descarrilamientos de corridas de trenes de Western Union que llevan piezas de cobre robadas con destino a China, Taiwán y otros puntos de tierras innombradas y desconocidas, también a menudo suceden los redondeos de morralla en las tiendas de conveniencia, los asaltos en despoblado, los acuchillados al calor de las copas, los vientos helados que obligan a la obstrucción de pulmones y al jadeo de la respiración.
3
En mi cuadra y manzana a menudo pasan grupos de monjas que visitan tiendas, panaderías, heladerías y recauderías a pedir por los que menos tienen y no trabajan nada, van y vienen también aquellos ancianos que recogen en carretillas cartón, periódico y muebles abandonados (se brincan los cuerpos descuartizados), ropa en desuso, fetos, botes de aluminio y envases de cerveza, preservativos tirados, carteras vacías, cartas de amor no enviadas, medias de nylon sin piernas, ni brazos ni esmalte.
4
En callejones y calles cerradas viven mujeres solas, hombres que ya mastican sin dientes y en silencio, exprimen naranja, mandarina, limas y limones, extraen raíces de plantas no logradas en pisos de mármol, granito y tierra. Salen y las arrojan a contenedores tristes, bajo nubes de moscas, vuelven y se encierran en celdas como habitaciones, en cárceles como barrotes, con celadores que son ellos mismos. En mi barrio hacemos como que somos felices.
("el son del corazón", no.8, marzo-abrl 2019, zacatecas, méxico)
viernes, 6 de marzo de 2020
Emilio Prados (1899/1962 )
Cantar del dormido en la yerba
La muerte está conmigo;
mas la muerte es jardín
cerrado, espacio, coto,
silencio amurallado
por la piel de mi cuerpo
donde, inmóvil -almendra
viva, virgen,-, mi luz
contempla y da la imagen
redimida del fuego.
Si he de morir, ya es muerte:
la estrella, la avenida,
el silencio, la noche,
el agua y el amor
Lo dice así la fuente
y el suspiro.
También
mi sangre cuando besa.
Si he de morir: mis labios
vencidos de misterio
ya nada buscan: cantan,
pues no ha de ser mi olvido
la tierra ni el silencio…
Y el jazmín no pregunta
desmayado en la sombra :
-¿Adónde irá el lucero
que mi nieve ha perdido?…
Si ha de morir: su aroma
es muerte; su flor muerte,
como la tierra húmeda
del cerrado jardín
de mi alma, es carne
de la muerte, también:
¡Luz! ¡Fúlgida memoria!
¡Eje de un universo
nuevo, que va a nacer
sin niebla, al fin, de olvidos!
Lo dice así la fuente
y el suspiro.
También
mi sangre cuando besa.
("trianarts")
La muerte está conmigo;
mas la muerte es jardín
cerrado, espacio, coto,
silencio amurallado
por la piel de mi cuerpo
donde, inmóvil -almendra
viva, virgen,-, mi luz
contempla y da la imagen
redimida del fuego.
Si he de morir, ya es muerte:
la estrella, la avenida,
el silencio, la noche,
el agua y el amor
Lo dice así la fuente
y el suspiro.
También
mi sangre cuando besa.
Si he de morir: mis labios
vencidos de misterio
ya nada buscan: cantan,
pues no ha de ser mi olvido
la tierra ni el silencio…
Y el jazmín no pregunta
desmayado en la sombra :
-¿Adónde irá el lucero
que mi nieve ha perdido?…
Si ha de morir: su aroma
es muerte; su flor muerte,
como la tierra húmeda
del cerrado jardín
de mi alma, es carne
de la muerte, también:
¡Luz! ¡Fúlgida memoria!
¡Eje de un universo
nuevo, que va a nacer
sin niebla, al fin, de olvidos!
Lo dice así la fuente
y el suspiro.
También
mi sangre cuando besa.
("trianarts")
miércoles, 4 de marzo de 2020
Ernestina Yépiz (1968 )
Volver a ser
Ahí, expuesta a la intemperie,
asentada en sus cuatro patas
sobre la tierra humedecida
por la lluvia de ayer;
en medio de las rosas, las hortensias,
las caléndulas y las delicadas margaritas
que habitan el jardín;
confundida —tal vez— por los cantos
de gorriones, mirlos, cenzontles
y demás pájaros que llegan atraídos
por las migajas de pan y los restos de comida
que después del desayuno suelen
quedarse dispersos alrededor:
la vieja mesa se siente a sus anchas
e incluso sueña con volver a ser árbol;
y en el sueño encuentra las raíces
del robusto pino que alguna vez fue.
(en muro fb de la autora)
Ahí, expuesta a la intemperie,
asentada en sus cuatro patas
sobre la tierra humedecida
por la lluvia de ayer;
en medio de las rosas, las hortensias,
las caléndulas y las delicadas margaritas
que habitan el jardín;
confundida —tal vez— por los cantos
de gorriones, mirlos, cenzontles
y demás pájaros que llegan atraídos
por las migajas de pan y los restos de comida
que después del desayuno suelen
quedarse dispersos alrededor:
la vieja mesa se siente a sus anchas
e incluso sueña con volver a ser árbol;
y en el sueño encuentra las raíces
del robusto pino que alguna vez fue.
(en muro fb de la autora)
lunes, 2 de marzo de 2020
Antonio Manilla (1967 )
Canción de la cigarra
Lo que reunió el verano,
septiembre lo separa:
felicidad y sol,
parientes alejados,
la sed y los arroyos,
tu cuerpo
y mi mirada.
("antoncastroblogia")
Lo que reunió el verano,
septiembre lo separa:
felicidad y sol,
parientes alejados,
la sed y los arroyos,
tu cuerpo
y mi mirada.
("antoncastroblogia")
domingo, 1 de marzo de 2020
María Auxiliadora Álvarez (1956 )
Piedras de reposo
todo lo que quiero decirte hijo Es que atravieses el sufrimiento
Si llegas a su orilla si su orilla te llega Entra en su noche y déjate hundir
que su sorbo te beba que su espuma te agobie Déjate ir déjate ir
Todo lo que quiero decirte hijo Es que del otro lado del sufrimiento Hay otra orilla
Encontrarás allí grandes lajas Una de ellas lleva tu forma tallada
con tu antigua huella labrada Donde cabrás exacto y con anchura
no son tumbas hijo son piedras de reposo Con sus pequeños soles grabados y sus rendijas
("jámpster")
todo lo que quiero decirte hijo Es que atravieses el sufrimiento
Si llegas a su orilla si su orilla te llega Entra en su noche y déjate hundir
que su sorbo te beba que su espuma te agobie Déjate ir déjate ir
Todo lo que quiero decirte hijo Es que del otro lado del sufrimiento Hay otra orilla
Encontrarás allí grandes lajas Una de ellas lleva tu forma tallada
con tu antigua huella labrada Donde cabrás exacto y con anchura
no son tumbas hijo son piedras de reposo Con sus pequeños soles grabados y sus rendijas
("jámpster")